Dos

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Manuel salió de su departamento con un nudo en el estómago, pero con una determinación firme. Por fin había decidido dar el paso que tanto tiempo había postergado. Pablo merecía su presencia, y este cumpleaños sería diferente. Mientras cerraba la puerta detrás de él, echó un último vistazo al interior de su hogar, asegurándose de que no dejaba nada importante atrás.

Había hablado con el Bayern de Múnich para que le dieran permiso de ausentarse un par de días. Afortunadamente, el club había entendido la situación, aunque hubo algunas complicaciones de último minuto que retrasaron su salida del entrenamiento.

Solo un poco de papeleo, le había dicho su entrenador, pero ese "poco" se había convertido en una hora entera. Cuando por fin salió del campo, el sol ya comenzaba a ocultarse.

Debí haber ido directamente al aeropuerto.

Se regañó a sí mismo, mientras aceleraba el paso hacia su coche.

Sin embargo, no podía irse sin el regalo de Pablo. En su apartamento estaba guardado algo muy especial; un álbum de fotos, cartas y recuerdos que Anna había preparado antes de su muerte.

Era un tesoro que Anna había planeado darle a Pablo cuando cumpliera cinco años, un regalo que le permitiría conocerla un poco mejor y sentir su amor, aunque ella ya no estuviera. Manuel había guardado aquel álbum durante años, sin atreverse a entregárselo antes. Pero hoy, sentía que era el momento indicado.

Este es el regalo que mi hijo necesita, pensó mientras agarraba el álbum con delicadeza. Hoy, más que nunca, Pablo debe saber cuánto lo amaba su mamá.

Con el álbum bajo el brazo, Manuel salió de su departamento corriendo. El tiempo se le había escapado entre las manos, y ahora sabía que llegaría justo para tomar su vuelo. Cuando subió al coche, echó un vistazo rápido al reloj en el tablero. Si conduzco rápido, llegaré a tiempo.

Manuel encendió el motor y salió a toda velocidad. Las calles de Múnich estaban relativamente vacías a esa hora, lo que le permitió acelerar más de lo usual. Sus pensamientos iban y venían, entre la preocupación por el tiempo y la emoción de ver la cara de Pablo al abrir el regalo.

"Voy a lograrlo" Se repetía, intentando convencerse a sí mismo mientras las luces de la ciudad parpadeaban a su alrededor. "Esta vez no voy a fallarle."

A solo unas cuadras del aeropuerto, el tráfico empezó a ralentizarse, pero Manuel no perdió la esperanza. Calculó mentalmente el tiempo y supo que, si no había más retrasos, podría llegar a tiempo para embarcar. Con el álbum bien asegurado en el asiento del pasajero, se concentró en la carretera, pero entonces, algo inesperado ocurrió.

De repente, un niño pequeño salió corriendo a la calle, persiguiendo su pelota sin prestar atención al tráfico. Manuel reaccionó instintivamente.

—¡Mierda!—Gritó mientras giraba bruscamente el volante, tratando de evitar al niño. El coche se desvió hacia la acera, y aunque el niño quedó ileso, el coche de Manuel perdió el control.

Todo sucedió en un instante, pero para Manuel, fue como si el tiempo se hubiera detenido. Sentía el coche tambalearse, y luego, la gravedad lo jaló con fuerza hacia un lado. El mundo se dio vuelta cuando el coche empezó a volcarse. Una, dos, tres veces. El sonido de metal chocando contra el pavimento, de vidrios quebrándose y el olor a caucho quemado llenaron el aire.

Finalmente, el coche se detuvo, volcado de lado. El silencio que siguió fue abrumador, roto solo por el goteo del combustible y el chasquido ocasional del metal enfriándose. Manuel estaba atrapado dentro, su cuerpo colgando hacia un lado, sujeto solo por el cinturón de seguridad. Todo le dolía. Intentó moverse, pero un dolor punzante en el costado le cortó la respiración.

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