El laberinto de las emociones

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LOUIS (la noche anterior)

Luego de que un asunto en la oficina había sido resuelto con mi jefe Marc y mi compañero Jude, decidimos ir a celebrarlo con unas copas. Pasadas las 3 a. m., ellos dijeron que se iban a casa; se ofrecieron a llevarme, pero yo había conocido a una rubia muy linda que llamó mi atención, por lo que dije que me despabilaría y pediría un taxi. 

Eso efectivamente no sucedió, porque los tragos fueron y vinieron hasta que terminamos en un hotel a unas cuadras del bar en el que estábamos. En la mañana, me levanté; ella se había ido, dejando una nota que decía algo como: "Estuvo genial, llámame". Realmente no le presté atención; en mi aún estado de embriaguez, tiré la nota en algún lugar de mi vehículo y luego tomé camino a casa. Revisé el tablero y marcaban las 7:40 a. m., por lo que llegué a casa dispuesto a dormir con Harry, pero no estaba. Bajé a tomar un café para despabilarme, pero al caer en cuenta de lo que había hecho, continué bebiendo. Quería contactar a Harry, pero mi teléfono quedó en el auto, y el camino hasta la cochera se estaba tambaleando, así que solo me dediqué a tirarme en el sofá y esperarlo.

Luego pasó todo lo que ya saben. Nada fue bueno, y ahora estoy enfrente de la casa de mi compañero Jude, tratando de encontrar la maldita nota con el teléfono de la chica.


—Entonces, literalmente estuviste con una chica, no recuerdas su nombre, pero según tú es menor, y no te cuidaste —habló el morocho mientras revisaba debajo de los asientos traseros.


—Sí, Jude, ¿cuántas veces me lo vas a refregar en la cara?

—Es que no puedo entender cómo tu alfa permite tal cosa; tu omega está embarazado en tu casa, y tú estás en la cuerda floja de tu relación. No puedes simplemente mantener tus manos y tu... ya sabes, quietos —Louis estaba tildedo, mirando a una esquina, y empezó a hablar.

—No sé qué me sucede ni qué le sucede a mi alfa...

—Lo encontré —le interrumpió Jude—: "La pasé genial en la noche, llámame: 362408". Louis le arrebató el papel al morocho.

—Bien, la voy a llamar y hablaré con ella para aclarar todo. Gracias por tu ayuda, tío —se burló Louis.

—Eres un estúpido; sabes que no soy español —rodó los ojos Jude.

—Hasta luego, Víctor.

—Nos vemos luego, Williams —se burló también el morocho.Subí a mi auto y me estacioné a unas calles de la casa de mi amigo para llamar a la chica.

—¿Hola? —se escuchó al otro lado del teléfono.

—Hola, soy Louis. Anoche estuvimos juntos en el Bar Birmingham. Me dejaste tu número esta mañana.

—Oh, hola Louis. Sí, soy Rebecca. Tan rápido me extrañaste —dijo con un tono coqueto la rubia.

—No, Rebecca, créeme que lo que más quiero es que sea la única y última vez que te tenga que llamar —contestó cortante el ojiazul.

—¿En qué te puedo ayudar, Louis? —suspiró Rebecca.

—Quiero saber si te estás cuidando, mejor dicho, si ayer tú y yo nos cuidamos. Estoy muy preocupado —dijo el castaño, mientras veía hasta el último rincón de su vehículo.

—Ayer no te notaba preocupado, Lou. Sin embargo, no soy una cualquiera; obviamente, me cuido, y por supuesto que me aseguré de que te pusieras un condón —bramó entre molesta y burlona la rubia.

no lo hago por ti~lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora