Capitulo 2: Sin salida

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Los pulmones se me hinchan aplastándose contra mis costillas mientras mis pasos resuenan como eco zumbándome los oídos en la oscuridad.

Las llamas consumiendo los cuerpos de esas chicas.

Las sonrisas de todos en la cena.

Las lágrimas que me desbordaron los ojos de temor.

Sigo girando la vista sobre mi hombro asegurándome que no nos siguen al tiempo que corro pasando de largo la plaza y el olor fétido de los cuerpos ahora incinerados.

-¡ENTRA!- Tomas frente a mi abre de un portazo la biblioteca haciéndome entrar de prisa, él me sigue agitado subiendo conmigo a nuestra habitación –Rápido toma todo, no importa que, debemos irnos ahora.

Obedezco tomando mi mochila, las rodillas me flaquean un instante haciéndome trastabillar al acercarme a las puertas del armario, tomo un montón de ropa y me giro lanzándola sobre el colchón. Voy al baño y tomo mi cepillo de dientes viendo mi reflejo en el espejo. Mi rostro y mi cabello se oscurecen con tonos grises por la ceniza.

Abro la llave del agua ofuscada tomándola con desespero entre mis manos, me mojo el rostro y la cabeza desesperada soltando un grito ahogado mientras froto mi piel y mi cabello cerrando los ojos con fuerza.

Es ceniza, ceniza del cuerpo de mujeres muertas.

Me detengo cuando siento un tirón en la raíz de mi cabello. Abro los ojos viendo en mi mano un mechón de cabello que me he arrancado, me yergo mirando el espejo que refleja mis mejillas extremadamente rojas y mi frente arañada.

Lo suelto y doy un paso atrás saliendo a la habitación en donde me espera Tomas recorriendo la estancia como si quisiera abrir una zanja en el suelo, se detiene en cuanto me ve.

-Vámonos- él asiente y sin esperar algo más, toma su mochila y la mía saliendo.

Salimos agradeciendo que las luces de las farolas sean tenues evitando resaltar nuestras sombras en las calles empedradas, oigo a lo lejos los canticos que aun realizan los habitantes desde la casa mancomunal sintiendo mi piel erizarse. Tomas respira con dificultad iniciando a murmurar lo que percibo como una oración.

Corremos ocultándonos entre la oscuridad hasta llegar junto a una casa amarilla, miro por un costado la entrada del pueblo con farolas encendidas a cada lado –Estamos cerca, solo debemos correr hasta allí.

-Nerea.

-¿Qué?

La mano de Tomas hala de mi brazo haciéndome sobresaltar, giro encontrándome de frente a un hombre alto y de piel oscura con una lámpara en su mano. La luz de la luna refleja un gris platinado en sus ojos que me eriza los vellos.

Me enderezo pasmada en cuanto da un paso más cerca de nosotros, se me congelan las articulaciones mientras Tomas tiembla a mi lado, el sujeto frente a nosotros no duda en meter la mano en su bolsillo sacando una lata que nos ofrece.

-Wollen?- parpadeo respirando con dificultad mientras él se acerca más con la intención de que tomemos el frasco.

-Yo... lo s-siento no, no... te entiendo.

Toma mi brazo con delicadeza colocando en mi mano el frasco –Desear- me señala y luego a Tomas –Desear.

Sonríe con amabilidad dando un paso atrás sin dejar de vernos, intercambio una mirada con Tomas que palidece sin entender, lamo mis labios abriendo despacio el frasco. Dentro hay pétalos de rosas blancas, me encojo de hombros -¿Qué es?

-Deseos- explica sencillamente sacando de su otro bolsillo una pluma y un trozo de tela rasgado, arrugo el ceño y él se acerca dejando la lámpara en el suelo junto a mis pies –Día de luna ser importante- habla despacio, mis ojos no se despegan de sus iris ni cuando le extiende el brazo a Tomas dando una mordida a su antebrazo.

Eclipse de sangre.(en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora