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—Lo siento, lo siento, de verdad, amor, perdóname— Se disculpa el peliverde abrazándolo en la cama, Luffy hipaba enrrollado entre las sábanas.

"—Son solo empujones".

"—Así se empieza, Mugiwara-ya. Está tanteando el terreno para ver hasta dónde le permites llegar."

Recuerda con dolor las palabras de Torao esa misma tarde. Odia admitir que su amigo tuvo razón y lamentablemente predijo lo que sucedería más adelante.

—Mi amor, de verdad perdóname, n-no sé qué me pasó— Solloza el mayor aferrándose a Luffy, que tiembla ante su tacto —No fue mi intención... Me dejé llevar por los celos, lo siento tanto, mi amor.

El menor no sabe qué responder, tiene miedo de decir algo que lo enoje más y provoque una reacción como la anterior.

Aún le cuesta asimilar el hecho de que la persona a la que ama, no solo lo abofeteó, sino que se desquitó como jamás pensó que lo haría, las marcas del cinturón en su espalda y brazos solo confirmaban que no había sido un mal sueño, era real.

—N-no sé si pueda dejarlo pasar, Zoro...— Susurra con la voz rota.

Zoro lo abraza más y besa su mejilla, la cual está húmeda.

—No volverá a suceder, te lo aseguro... Yo... Me enojé mucho, pensé que habías estado con alguien más y... Lo siento, de verdad, mi amor, tuve tanto miedo de perderte— Vuelve a darle otro beso —Voy a recompensarte, cielo... Por favor, no quiero perderte... Tenemos planes para el futuro... Solo... Hay que superarlo, ¿Sí?

Luffy quiere creerle, quiere pensar que el chico que ama está ahí, el arrepentimiento en la voz del mayor le dice que sí, pero el dolor en su cuerpo le asegura que aunque él ama a Zoro, Zoro no lo ama a él.

—Entiendo si no quieres perdonarme... Pero al menos dame la oportunidad de demostrar que mis disculpas son sinceras, amor... Por favor— Vuelve a suplicar.

Ante la falta de respuesta del menor, Zoro acaricia su cabello y besa su mejilla otra vez.

—Lo comprendo... Volveré mañana, descansa... Te amo.

Luffy siente que el peso en el colchón desaparece y oye los pasos de Zoro hacia la entrada, para que posteriormente la puerta principal sea abierta y cerrada con suavidad.

Sólo entonces se permite llorar con fuerza, deja de silenciar sus sollozos y se aferra más a la cama.

Su espalda arde, mira sus brazos, la luz de la luna ingresando por la ventana ilumina las marcas en ellos. Los acaricia con tristeza, siseando al rozar la yema de sus dedos con los moretones que se empezaban a formar.

—Mi amor, hice el desayuno, levántate.

Cuando abre sus ojitos, los cuales estaban hinchados por haber llorado toda la noche, se encuentra con la agradable vista de Zoro mirándolo con una diminuta sonrisa y una bandeja en manos.

—Es algo cargado, pero te encanta el katsudon y pensé que sería bueno empezar el día así, cielo.

Se incorpora, nota que sus brazos tienen algo aceitoso cubriéndolos, un olor peculiar sale de ellos.

—Te eché pomada, no quiero que queden marcas de este... Desliz.

Asiente y agradece cuando la bandeja es puesta en su regazo. Iba a tomar la cuchara y palillos, pero el mayor se adelanta.

—Te alimentaré yo, déjame engreírte, me gusta hacerlo— Le sonríe otra vez el peliverde, llevando los palillos con fideos a los labios del menor —Tengo otra sorpresa para ti, está en la sala, iremos cuando acabes de comer.

En silencio oye lo que sea que Zoro le relata y disfruta de la comida del mayor, no era un experto, pero definitivamente no tiene mala sazón.

Un triste recuerdo llega de la vez que le enseñó a cocinar y juntos jugaban con los ingredientes o hacían bromas.

Cuando acaban de comer, Zoro se retira con la bandeja y platos vacíos, luego regresa, tomándolo delicadamente de la mano para guiarlo a la sala.

Luffy ladea un poco la cabeza cuando toma asiento y abre la bolsa, encontrando unos pequeños platos de cerámica, una almohada de forma extraña, pelotas, juguetes, un saco de arena, de comida y una caja de plástico enorme.

—¿Qué es esto?— Pregunta en un murmullo.

—Es algo que necesitarás para tu verdadero regalo— Le sonríe, acercándose con una caja.

El menor la abre con curiosidad y sus ojos brillan al descubrir que se trata de un minino.

—Este de acá, será como un hijo nuestro, y lo vamos a criar con mucho amor... Será nuestra pequeña familia— Explica Zoro con una sonrisa, sentándose a su lado.

Luffy está tan enamorado del pequeño persa que no se da cuenta cuando Zoro ya pasaba su brazo tras sus hombros.

Por costumbre, se pegó a él y recibió un beso en la cabeza.

—¿Me permites formar una familia contigo, Luffy?

No duda en responder.

—Sí, Zoro.

—Dime amor.

Nuevamente, se siente en el cielo. El peliverde jamás le había permitido llamarlo por su apodos o motes, pero ahora que lo hacía, estaba convencido de lo arrepentido que estaba y que iba en serio.

—Gracias, amor...— Susurra avergonzado por el nuevo nivel de confianza al que habían llegado.

—Eres el mejor, te amo— Le sonríe besándolo.

El resto del día, fue igual de maravilloso, en su opinión.

Acomodaron todo para que el pequeño Bepo viva cómodo, la caja de arena, su cesta de juguetes, su cama... El gatito no tardó en tomar confianza y jugar con ambos o seguirlos por toda la casa.

Después hicieron juntos el almuerzo, con música de fondo, tarareando de vez en cuando, compartiendo miradas enamoradas y besos fugaces.

Comieron juntos mirando una película, acurrucaditos el uno con el otro, y finalizaron haciendo el amor tan lento y meloso como a Luffy le gustaba, dejando de lado la brusquedad y lujuria de Zoro por un momento.

Estúpidamente Luffy pensaba en que los golpes recibidos la noche anterior valieron la pena, si para redimirlo luego sería tratado como un rey.

Una vez más, estaban abrazados en la cama dejándose envolver por el calor y las vibras de su compañero mientras el gatito jugaba a atacarlos sobre las sábanas, sacándoles algunas risas.

Esperaban que las cosas sean así de cálidas y maravillosas por el resto de su vida.

Lástima que sus pensamientos sean unilaterales.

𝖢𝖺𝗌𝗂 𝖺𝗅𝗀𝗈 | 𝖫𝖺𝗐𝗅𝗎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora