💚 Saneino Zone 💙

💙One-Shot

AU. Era Feudal
Omegaverse

"Miel sobre Hojuelas"

La noche fría y tormentosa le imposibilitaba poder moverse y ver siquiera; aun así con todo el dolor de su cuerpo y corriendo con la misma seguridad de un ciego logró adentrarse al bosque, aún sin detenerse chocaba con varias ramas de varios tamaños, llegaban incluso a rasgar su piel y ropa. Tropezaba con algunas raíces de los árboles, se podría decir que sus propios pies lo traicionaban; pero no era de sorprenderse, después de todo vio a su madre convertirse en un extraño ser y asesinar a sus hermanos menores y ya cuando había salvado al mayor de todos, este mismo lo llamó "asesino". El golpe fue tan duro que su mundo se tornó completamente gris y terminó escapando, tan lejos como sus pies le permitieron.

Al ya no poder más, descanso en el primer árbol torcido que lo acobijo. La noche era desolada, afortunadamente había parado la fuerte ventisca que lo acompañaba. Su cuerpo temblaba y sus dientes castañeaban sin parar, su lamento se vio interrumpido por unos extraños ruidos acercándose. Miró a su alrededor, parecía que no era nada, hasta que vio unos brillantes ojos.

—Pero mira lo que trajo el viento. —la extraña criatura humanoide, portaba enormes colmillos y uñas filosas, se arrastraba en cuatro patas. Su piel se perdía en la oscuridad y su largo cabello cubrió por segundos sus ojos, de hecho si no fuera por estos, se perderían en la oscuridad. No pasó mucho para que más ojos igual de brillosos se empezaran a acercar al pequeño.

—Demonios... Mierda. —maldijo entre dientes, levantándose con dificultad y poniéndose en defensa con el cuchillo que aún cargaba con él.

—Parece ser, que la cena llegó por sí sola...

—Aunque es algo pequeño. —habló una nueva sombra.

—¡Pido una pierna! —exclamó otra sombra, inmediatamente se abalanzó al niño. Pero este respondió.

Aunque el arma no lograba hacerle un daño realmente, Sanemi soportó lo más que pudo, varias de esas criaturas sobrenaturales lo atacaban y arañaban a casi nada de acabar con él. Pero algo pasó.

Era como si esos mismos seres que lo lastimaban, recibían el mismo daño. Se aturdían y desorientaban del lugar; ante la sorpresa, Sanemi dedujo rápidamente que se debía a su sangre, e importándole poco el dolor o si dejaba alguna cicatriz, los salpicaba con aquella sustancia carmesí.

—¡Vengan por mi hijos de perra! —grito, atacando nuevamente a las criaturas.

La noche era eterna y demasiado solitaria, el hecho de que tuviera que resistir hasta el amanecer, lo tenía agotado. El frío era intenso y la sangre que salpicaba lo tenía cansado, ya hasta cierto punto dejó de importarle si se trataba de los demonios o si era suya. El día pronto se hizo presente, los demonios que se encontraban desmayados por la sangre de Sanemi, se desintegraron rápidamente.