Uno

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Entre el mundo de gente que rodeaba la ruidosa ciudad de Tokyo en una esquina escondida de entre las calles más poco concurridas, se haya en la oscuridad de la medianoche un grupo pequeño de adolescentes rodeando lo que parecía ser un par de chicos jóvenes y sin embargo lo que más se destaca de la extraña situación era la cabellera rebelde de uno de ellos.

Era rosado como el algodón de azúcar y al mirarlo detalladamente se logra percibir el brillo dorado que se refleja entre las hebras de tan inusual tonalidad de cabello.

Y definitivamente lo que hacían aquellos jóvenes en aquel lugar no era nada bueno y mucho menos para los dos chicos que se encontraban en medio del caos, sin embargo para sorpresa del montón de pubertos, el de cabellos rosados se mantenía firme y sin mostrar alguna señal de miedo o cobardía en sus ojos.

-Veamos si pelean tan bien como ladran- se oye decir al pelirosa mientras en su rostro se refleja una risa burlona y un brillo peculiar en su mirada dorada.

Nadie retrocede ante su clara burla y es más, aquellas palabras fueron el impulso necesario para que los otros adolescentes salieran para atacar. El claro sonido de puños chocar y sangre salpicar fue lo suficiente fuerte para llamar la atención de uno de los transeúntes.

Un par de ojos curiosos y una sonrisa de oreja a oreja se acercó con fascinación a la escena y al acercarse se encontró con la imagen de una pequeña pila de jóvenes tirados en el suelo con uno que otro inconsciente mientras el resto yacía en el suelo temblando por misericordia.

-Eres un maldito monstruo- lloriqueo uno de ellos mientras con su mano libre sostenía su nariz para así evitar el hilo de sangre manchar aún más su uniforme blanco ahora sucio.

-Les advertí, que lo dejaran- el único joven de pie menciona sin molestarle el ardor en sus nudillos ni la sangre salpicada en su rostro. (sangre que no es suya)

-Monstruo- se atreven a decir varios, pero con una sola finta de ataque por parte del pelirosa estos salen huyen del lugar sin atreverse a mirar atrás. El ganador de la patética lucha gira a uno de sus costados y observa a su compañero.

-¿Te encuentras bien?- dice tras centrar su atención al chico a su lado. El pobre solo tiembla tras sus palabras y con dificultad asiente sin atreverse a mirarle.

-Se lo agradezco mucho Itadori- se traba al hablar y con la cabeza agachada sale del lugar con suma velocidad y sin darse cuenta logra chocar con el cuerpo fornido del curioso transeúnte.

-Mira por dónde vas chico- dice y la aparta de su lado sin molestarle la rudeza de sus propias palabras, ignora al joven y se acerca al único chico que queda en el sitio.

Ambos hombres quedan solos en el callejón y se dedican una mirada cada uno.

-Veo que sigues siendo un busca pleito Yuuji-chan- habla el mayor sin disimular la burla en su voz, sus manos se balancea de arriba hacia abajo como si de un juego se tratase aquello y como niño curioso se acerca al joven.

-Y usted un chismoso- le dice mientras limpia con la manga de su camisa los remanentes de sangre en su rostro. Los pasos del mayor se oyen más cercano y sin medir la distancia entre ambos el más alto inclina su cuerpo para acercarse al rostro del chico.

-Oh cariño, no seas tan malo conmigo- menciona con un dolor fingido en su voz y sin pedir permiso toma con su mano derecha el rostro del otro, obligando al joven a mirarlo directamente. -Deja limpio tu carita, no queremos que te ensucies y menos sin que sea yo el culpable- agrega para después con su otra mano limpiarlo.

Yuuji se queda quieto mientras el mayor analiza su cara, buscando cualquier rastro de suciedad en ella y tras varios segundos en silencio parece satisfecho con su trabajo. Le dedica un suave beso en una de las mejillas y su brazo rodea la cintura de Yuuji.

-No tengo ánimos- es claro y trata de apartarse del cuerpo del mayor, pero este es más fuerte y lo aprieta más a su lado.

-Pero yo sí...- le reprocha sin importarle la situación y el lugar. -Me prende mucho verte tan salvaje...- esto último lo dice entre suspiros muy cerca de la oreja del joven.

-Eres un pervertido Gojo-san- le reprende tratando nuevamente de alejarse del albino, pero como era claro le era imposible por la diferencia de fuerza.

-Eso nunca te impidió meterte en mi cama y piernas dulzura- susurra provocando a Yuuji y este tiembla sutilmente entre su brazo.

La mano coqueta de Gojo se desliza con descaro a una de las nalgas de Yuuji. -Vamos que necesito cuidar tu lindo cuerpo, no queremos que tras esta pequeña pelea sufrieras una contusión- y sin esperar respuesta obliga al joven a seguirlo fuera del callejón.

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