Mi mente colapsó.
¿Cuántos secretos había en mi familia?
Cada fibra de mi ser sentía un rechazo profundo hacia esa niña, con sus ojos turquesas, su cabello rubio y su piel clara. Siendo sincera, sentí una gran envidia. Ella había sido criada por una familia amorosa; mis abuelos parecían ser buenas personas e Ivana claramente lo era. ¿Por qué yo no había tenido esa suerte? ¿Simplemente debía fingir que no me afectaba y aceptarla? Mi vida era una total mentira.
El ambiente estaba tenso. Todas las miradas de mis familiares estaban fijas en mí, ansiosos por ver mi reacción. En el rostro de mi abuela, pude ver unas gotas de sudor cayendo lentamente. Los ojos de mi abuelo estaban cristalizados por lágrimas contenidas, y en Ivana se podía notar claramente la respiración acelerada por su estado nervioso. La incertidumbre sobre lo que diría yo o cómo reaccionaría a esta verdad los atormentaba.
Entre el barro y el viento que movía levemente nuestros cabellos, sabía que debía decir algo. Esa niña, esa estúpida niña, me daba mala espina, pero no tenía a dónde ir. Debía ser agradable, al menos para salir de esta situación.
—Hola... ven aquí, pequeña —mi voz, entrecortada, delataba mi estado extremo de nervios. Dudosa, extendí mis brazos para abrazarla.
—He esperado mucho este momento, hermanita —respondió Emilia, corriendo hacia mis brazos con una dulce sonrisa en su perfecto e inusual rostro.
Apenas concretamos ese ansiado abrazo, sentí algo extraño. Tras sentir sus palmas en mi espalda, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Exhalé con fuerza, como si me faltara el aire, y por milésimas de segundos, sentí que el tiempo se detuvo. De manera extraña, mis abuelos se quedaron inmóviles, con la boca abierta, a punto de hablar, como si hubieran pausado la escena. Ivana permaneció con una pierna estirada como intentando dar un paso. Las aves del cielo detuvieron su vuelo, y los animales de la granja también estaban petrificados. Todos me miraban.
—Todo va a cambiar para nosotras, ¿sabes? quiero que pasemos tiempo juntas y recuperemos el tiempo perdido —Emilia me miraba con sus ojos turquesas directamente a los míos, con una posesividad que no podía explicar.
—Eh, sí, sí, amor, si quieres, puedo leerte un cuento —respondí con un tono de incomodidad palpable.
—¡Me encantaría! y por favor, no temas, Evelyn, estaremos juntas en esto —comenzó a reírse a carcajadas, como si se burlara de mí.
De repente, se escuchó un gruñido, una respiración forzada de un animal enojado. Emilia se alejó un poco hacia atrás, se quedó quieta mirándome, riéndose, y empezó a saltar como si estuviera jugando a saltar la cuerda.
—Emilia, ¿qué sucede? ¿Por qué todos están quietos? —pregunté, algo atemorizada.
—No temas, Evelyn, ¡solo despierta tus sentidos! —respondió Emilia, con una expresión seria, entre las cabras.
El gruñido que escuchaba comenzó a sonar más fuerte, más violento y perturbador. Detrás de Emilia, empecé a distinguir una forma que no lograba definir. Finalmente, detrás de su cabeza, comenzaron a aparecer cuatro patas de cabra geométricamente alineadas. Esos ojos turquesas se tornaron rojos y de forma inesperada, Emilia volvió a correr hacia mí.
Mientras ella se acercaba, vi que la figura detrás de ella era la cabra mutilada que habíamos encontrado. Estaba apoyada sobre los muñones cocidos del comienzo de sus patas, que habían sido extirpadas y cosidas a su cabeza. Su estómago estaba abierto, y podía ver sus vísceras colgando. La cabra gruñía salvajemente mientras las cuatro extremidades unidas a su cabeza se movían diabólicamente.
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ENTRE ESPEJOS Y SOMBRAS "MALIGNA" (+18)
TerrorCuando el padre de Evelyn Castillo, una joven psicóloga, desaparece en circunstancias misteriosas, su vida da un giro inesperado. Bajo el cuidado de sus abuelos maternos, conoce a una hermana menor cuya existencia desconocía. A medida que se desenca...