Capítulo 4

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Me explicaré: por más que intento evitarlo, soy un tópico con patas.Tengo problemas de «salud mental». Ya lo sé. Muy original, ¿no? Me detesto por mi falta de creatividad, pero desgraciadamente es algo que
escapa a mi control. Es como si, por el hecho de ser de clase media, mimente, en vez de preocuparse por el dinero y demás, se obsesionara con
estas cosas. Hace un año, estaba en el instituto, escuchando al profesor degeografía soltar un rollo sobre el café de comercio justo, cuando me asaltó
la certeza de que estaba a punto de morir. Las paredes se me veníanencima. Se me nubló la vista y no podía respirar. Un pánico ciego recorriómi cuerpo como una descarga de adrenalina y comprendí que había llegadomi hora. Recuerdo que, mientras mis pulmones luchabandesesperadamente por llenarse de aire, pensé lo terrible y espantoso queiba a ser morir en clase de geografía. Nunca había nadado con delfines, ni
visto el Gran Cañón, ni conducido una moto, ni hecho ninguna de las cosas que se supone que hay que hacer antes de morir. Entonces caí en la cuenta de que iba a dejar este mundo sin haber sido amada. Aunque todo lo queme rodeaba estaba envuelto en bruma, no podía pensar en otra cosa que enel amor, y en que nunca había sido objeto de él. Jamás conocería la sensación de dormirme sabiendo que otra persona estaba pensando en mí.
Jamás sentiría la mano de alguien en mi espalda, guiándome a través de una multitud. Jamás llegaría a aprenderme de memoria todas las líneas del rostro de alguien, sin aburrirme nunca de ellas. Y, mientras me desplomaba
en la moqueta gris con marcas de chicle, lo único que me pasó por la mente fue lo triste que era eso.
Me desperté, por supuesto. Estaba rodeada por rostros preocupados y me sangraba la palma de las manos por haberme clavado las uñas. Me enviaron a casa. Recibí mucha atención durante una semana entera, hasta que todo el mundo se olvidó del asunto.
Mi vida siguió adelante con normalidad hasta que sucedió de nuevo.
Había ido con mi madre a comprar tampones, sin duda los artículos másembarazosos que una puede llevar en la mano durante una experiencia
próxima a la muerte. Como en la ocasión anterior, las paredes se cerraronsobre mí y sentí que algo invisible me asfixiaba. Es todo lo que recuerdo.Cuando recobré el conocimiento, estaba en el frío suelo de mármol,
gritando, ante la mirada aterrada de decenas de clientes. Mi madre me sujetaba la mano, desesperada, con los ojos desorbitados de espanto.

Las visitas a los médicos se sucedieron. Mi madre discutió con nuestro médico de cabecera, así que contratamos un seguro de salud privado. Tras cientos de análisis de sangre, dos «incidentes» más y decenas de consultas a especialistas, me llevaron a una casa grande y blanca y me obligaron a
hablar con un señor sonriente que tenía una dentadura perfecta pero amarillenta. Al final, me explicó qué sufría. Ataques de pánico. Por lo visto, eran muy comunes. Por el estrés de la vida moderna y todo eso.
visto, eran muy comunes. Por el estrés de la vida moderna y todo eso.
Y así comenzaron mis sesiones semanales con el doctor Ashley, el Comecocos, el Loquero o como queráis llamarlo. Durante dos años he tenido que soportar todas las mañanas la expresión de culpa en la cara de
mi madre, que busca una respuesta, un motivo y no encuentra otro responsable que ella misma, pese a ser inocente.

Soy una chica de diecisiete años que odia el sitio donde vive y padece un «trastorno» mental. Aunque detesto admitirlo, soy de lo más normal. Y me aborrezco por ello.

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Holii

Se que no he subido capítulos de veras lo siento

Pregunta:

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Las amo lectoras ♡
Besos ♡

Javi ●﹏●

Dos almas [ross lynch y tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora