capítulo 3

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Lo que pasaba era que todos los chicos de diecisiete años daban asco, y los pocos que no, tenían un ego hipertrofiado por ser el centro de atención en todo momento. Mi «teoría» era que los chicos dejaban de ser repulsivos a los diecinueve años, y como en ese entonces yo no era lo bastante bonita para atraer a un chico mayor, tenía que conformarme con esperar dos años hasta que los de mi edad dejaran de provocarme náuseas.

Mi madre, por su parte, no compartía mi opinión sobre el tema y estaba preocupada por mí. De hecho, preocuparse por mí era su afición preferida.

Como si hubiera estado esperando aquel momento, su expresión se tornó seria tras el vapor que emanaba de su té.

-En fin, ¿qué tal tu sesión del otro día con el doctor Ashley? -
preguntó en voz baja.
Cielo santo. Así que iba a ser una de esas mañanas.

-Bien -respondí de forma evasiva. Cogí la cuchara y seguí comiendo.

-¿Solo bien? -¿Por qué les encanta esta frase a los padres?-. ¿De qué hablasteis?

-Ya sabes, de lo de siempre.
Ella asintió.

-De acuerdo.

Me concentré en masticar muesli mientras esperaba a que ella volviera a la carga. Tardó menos de medio minuto.

-¿Y qué es lo de siempre?
Tragué en seco.

-Jo, mamá, no sé. Me quejé de los trabajos que tengo que hacer para el instituto, me hizo practicar esa tontería de la respiración otra vez,
hablamos de cómo debo enfrentarme a ello cuando ocurre.
Ella adoptó una expresión preocupada y contuve el aliento, esperando a que lo dijera.

-¿O sea que sigue sin saber cuál es la causa?
Los ojos se le llenaron de lágrimas. Maldición. ¿Cuántas veces se puede repetir la misma conversación?

-Mamá -dije despacio, eligiendo las palabras con cuidado-. No es culpa tuya. No la pifiaste con mi educación ni me tiraste de cabeza cuando
era un bebé. Educaste a Louise exactamente de la misma manera, y esto no le pasó a ella. Es mala suerte, ni más ni menos. Por favor, créeme.
Levantó la vista hacia mí como una niña.

-¿De verdad? -susurró-. ¿El doctor Ashley no le echa la culpa a nadie?

-Claro que no. Porque no es culpa de nadie, solo de mi organismo, de mis hormonas, o lo que sea. Seguro que es algo que superaré con el tiempo
y de lo que nos reiremos en el futuro. ¿Vale?
Ella pareció aliviada. Por el momento. Sin duda volveríamos a mantener esa discusión algún día de la semana siguiente. Y la otra. Y la otra.

-Vale.

Cogió nuestras dos tazas vacías y las llevó al fregadero.

-Si quieres puedes llevarte mi bolso esta noche -dijo, sonriendo.

-¿En serio? Genial. Gracias, mamá.

A continuación, salió de la cocina.

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Holaa!

Ya se hace mucho que no subo capítulos¡ lo siento!

Bueno que les pareció f.e.e.l.g.o.o.d.

Y díganme les gusta la novela o no para borrarla ¡díganme plis!

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Javi ●﹏●

Dos almas [ross lynch y tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora