1-Malos términos

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Estaba acostada en mi habitación, sumida en mis pensamientos, cuando un golpe suave interrumpió mi tranquilidad. Al abrir la puerta, me quedé paralizada. Ahí estaba ella, mi mejor amiga, envuelta en una sábana blanca que parecía más un capullo que una prenda. Su cabello desordenado caía sobre su rostro, pero lo que realmente me dejó sin palabras fueron las palabras que salieron de su boca.

–Tía, necesito que me prestes ...un condón.

El mundo a mi alrededor se detuvo por un instante. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando su expresión de urgencia y un poco de vergüenza. No sabía si reír o preocuparme.

–¿Qué carajos haces así, Chiara? –logré articular, aun tratando de procesar la situación.

–Venga Leah sabes perfectamente que hago así.

Le puse mala cara. Pues claro que sabía que hacía así no soy estúpida, pero es que me tomó por sorpresa.

Camino hasta mi mesita de noche y cojo un paquete de tres, y se lo lanzo a la cara.

–Gracias tía, te debo una. –me tira un beso y la veo irse hacia su habitación.

Esta chica no cambia.

Chiara y yo somos amigas desde pequeñas, siempre fuimos ella y yo contra el mundo y cuando entramos a la facultad decidimos irnos a vivir juntas porque que es mejor que vivir con tu mejor amiga, además nos compartíamos la renta.

Luego de un rato revisando mis redes, escucho por fin la puerta de la entrada cerrarse. Me levanto inmediatamente y al abrir la puerta me encuentro con una Chiara con una gran sonrisa.

–Leah, creo que me acabo de enamorar –dice dramáticamente-, nunca había sentido algo así por nadie.

–Chiara, siempre dices lo mismo y nunca pasan de una noche.

Me mira ofendida.

–Eso no es verdad.

La miró con mirada acusadora, sé que no aguanta este tipo de miradas.

–Vale, me rindo, pero esta vez es diferente, además me ha invitado a una carrera de motos y me ha dicho que puedo llevar a alguien.

No, eso no, ella sabe que las carreras de motos son mi debilidad.

–Pues vale... pero todavía no me convence este chico.

Suelta un grito de emoción y corre a abrazarme.

–Gracias tía, eres la mejor, es dentro de una hora prepárate.

Y con eso último se va dejándome como una boba... espera, dijo dentro de una hora no, no me va a dar tiempo. Voy hacia mi habitación y busco algo que ponerme. Me decido por unos jeans rasgados, un top negro básico y mis converse, mis viejos amigos.
Salí del baño después de una ducha reparadora, sintiendo aún el vapor en mi piel. Me vestí rápidamente. Al salir al salón, me encontré con Chiara, que estaba sentada en el sofá, con una sonrisa traviesa en su rostro.

–¡Tía! Estás hermosa -exclamó, mirándome de arriba abajo–. Así seguro te traes contigo a algún chico.

No pude evitar sonreír ante sus palabras.

–La que está hermosa esta noche eres tú, Chiara –respondí, admirando su vestido brillante que parecía capturar la luz de la habitación.

Ella me dá una sonrisa que resaltó su confianza, que brillaba más que nunca. En un instante, decidimos que era hora de salir. Nos montamos en el Jeep negro de Chiara y nos dirigimos a la carrera de motos, la adrenalina comenzando a palpitar en nuestros cuerpos.

Las miradas no se cruzan por casualidad✓[En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora