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Misuk.

Luego del incómodo desayuno en la cocina, en el cual mi marido no me quitaba la mirada de encima, subimos a un auto que me robó el aliento, lujoso, no supe distinguir la marca del mismo porque la verdad no me encontraba en condiciones de pensar en ello, pero estaba segura de que era un Ferrari, negro, descapotable y con unas líneas blancas en el capó.

Jimin no murmuró palabra alguna en el desayuno, ni siquiera me saludó y ahora se mostraba tan frío como al inicio cuando lo conocí.

Traté de reprimir el sentimiento de angustia que impactó contra mí, si su propósito era hacerme sentir mal por lo que pasó, o porque evadí su confesión, lo estaba logrando a la perfección.

A veces no lo entendía, me trataba bien, se mostraba relajado y ahora solo podía ver esa sombra oscura de nuevo sobre él y no pude evitar preguntarme si había hecho bien en casarme con él. No importaba, ya no había vuelta atrás. No podía simplemente regresar el tiempo.

Ni siquiera sabía que le iba a decir a mis padres cuando pasaran los dos meses, nadie creería que nos enamoramos de la noche a la mañana y que nos divorciaríamos luego de ese tiempo. Lo había notado en la forma de hablar de el señor Park, dudaba que yo amara a su hijo, era un hombre mayor, y era de todo menos iluso. Su forma de hablar me lo demostró. Después de todo era un mafioso, un líder, un asesino.

Jimin ni siquiera me miró cuando subí al auto y respiré hondo para no decirle lo que me estaba guardando y en lo cual había pensado mucho, aún no, me dije. Pero me estaba siendo imposible seguir guardando esas ganas de hablar y contarle. El estómago se me revolvió con escalofríos y sentí mariposas cuando recordé todo lo que sucedió por la noche, aún seguía con la sensación de su boca en mi piel y eso solo me recordaba, que jamás me había sentido tan bien bajo el toque de un hombre. Max ni siquiera sabía como hacerme llegar a un orgasmo, y las veces que compartimos cama, yo tenía que buscar mi propia liberación. Recordar eso me generaba una sensación de asco y repudio.

Estuvimos juntos casi dos años, pero fue más el tiempo que estuvimos distanciados a lo que nos veíamos. Lo entendí luego de verlo traicionarme, el me engañaba desde mucho antes, todas esas escusas, esas veces que dijo que iba a estudiar. Ya ni me miraba con el cariño de antes y estaba segura que nunca me amó, yo tampoco lo hice pero me esforcé por hacerlo.

Y ahora toda esta situación me llevaba a lo mismo. ¿Acaso Jimin tenía a otras mujeres? No estaba segura, pero el sentimiento de decepción y ira que me atacaban al pensarlo, solo me confirmaban que lo que tanto temí por mi misma estaba sucediendo.

Mirarlo me daba ganas de vivir, de sonreír, de ser yo. Y era un sentimiento confuso que por primera vez estaba sientiendo.

Me abroché el cinturón cuando el ruido del motor del auto me sacó de mis pensamientos, bufé tomando la liga que estaba en mi muñeca y atándome el cabello en un moño bajo.

Miré el bolso en mi regazo, había tomado todo lo necesario, agradecía no tener examen hoy, o de lo contrario, con toda esta confusión no se que sería de mí.

Saqué el celular de adentro y revisé los mensajes que tenía.

Abrí el de mamá, que me salía de primero.

«Lamento no haberte felicitado cariño, apenas pudimos despedirnos adecuadamente, pasa bonita noche.»

Quise responderle, pero era un mensaje viejo. Así que solo me limité con desearle los buenos días y que todo estaba bien.

El segundo mensaje era de Jungkook y cuando lo leí recordé a mi hermano sobreprotector de antes y sentí ganas de llorar ante la repentina sensación, pero solo me limité a seguir bajando y leyendo todos los demás.

El hilo rojo de la Mafia  •PJM• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora