2. ¿Puede un rey pensar en amor?

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Actualidad - siglo XVII.

El pequeño príncipe había crecido, pasaron los años y su cabello oscuro caía en mechones sobre su frente mientras blandía la espada en el patio del castillo. El maestro de armas, un hombre viejo ya curtido por la batalla, observaba con ojos críticos cada movimiento del joven príncipe.

Ilaias se esforzaba por perfeccionar su técnica. Cada parada o estocada, eran ejecutadas con precisión y gracia hacia el señuelo de tela. Sabía que la habilidad con la espada era crucial para su futuro como líder y debía esforzarse.

Al final de la sesión, el maestro asintió satisfecho y dijo: "Tu destreza mejora, príncipe Ilaias".

Ilaias agradeció al maestro con una sonrisa y se retiró al interior del castillo. Su alcoba estaba decorada con tapices de colores azules vivos y una cama con dosel. Se lavó el rostro con un paño húmedo y se arregló para el almuerzo real. Hoy era un día importante para él: la familia real se reuniría para planificar su coronación como rey. Debía lucir impecable.

Sus ojos, color de la miel, grandes y expresivos. Analizaban su reflejo en el espejo. Su mirada es profunda y soñadora cuando observa al horizonte, como si estuviera buscando respuestas en el paisaje a través de su ventana.

La belleza de su rostro es pura y angelical. Sus pómulos son suaves y redondeados, y sus labios rojizos, siempre están curvados en una sonrisa amable. Su piel es como porcelana blanca, suave al tacto y sin imperfecciones. Pero más allá de su apariencia, es su corazón lo que lo hace verdaderamente hermoso. Es compasivo, valiente y lleno de bondad, tal como Linfia había previsto.

Su porte es impecable. Viste ropas de seda y terciopelo, con detalles bordados en hilos de plata y oro. Una capa de color beige cae sobre sus hombros.

En el gran salón, los nobles se sentaron alrededor de la mesa. La reina, con su cabello castaño y ojos sabios, sonrió al ver a su hijo Ilaias entrar luciendo como todo un galán. El rey, su padre, le dio una palmada en el hombro con orgullo. Los hermanos y primos compartieron risas y secretos.

- Pronto serás nuestro rey. - Dijo la reina tomando la palabra sobre todos. - Debes estar preparado para liderar con compasión.

- Tenlo por seguro, me encargaré muy bien de todo, tú no te preocupes - Ilaias asintió solemnemente. Sabía que su destino estaba entrelazado con el de su reino desde el día que nació. - Lo prometo mamá.

En el esplendoroso salón del castillo, las velas parpadeaban en las paredes de piedra, y la mesa estaba cubierta de manjares. Los nobles se acomodaron en sus sillas, sus ropas suntuosas rozando el suelo. El rey, con su corona de oro, alzó su copa y brindó por el futuro de su reino.

Pronto compartieron el banquete entre todos, sus primos pequeños empezaron a tirarse la comida y a su lado la infanta Bilena los miraba con desdén y vergüenza.

El duque de comercio, con su barba plateada, le dirigió una mirada penetrante al príncipe, que sonriente solo había tomado algo de vino de su copa.

- Príncipe Ilaias. - Comenzó el duque. - Como futuro rey, debes comprender la importancia de las alianzas comerciales. Nuestro reino depende de relaciones sólidas con otras tierras ¡Ja! sobretodo ahora entre tantas guerras. ¿Está preparado para negociar tratados y acuerdos que beneficien a nuestro pueblo?

Ilaias asintió, consciente de la responsabilidad que recaería sobre él.

- Sé que el comercio es vital para nosotros. - Respondió el asintiendo. - Debemos buscar oportunidades para exportar nuestros productos y atraer inversiones. Pero también debemos ser justos y equitativos en nuestras transacciones, pensar tambien en los beneficios laborales de los obreros y agricultores.

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⏰ Última actualización: Aug 16 ⏰

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