El ático de mi abuela es unlaberinto de recuerdos y objetos olvidados. Entre las telarañas y elpolvo que se arremolinan a mi alrededor, busco las cajas que me hapedido que baje. Mis manos, protegidas por guantes desgastados,hurgan entre la maraña de antigüedades, sintiendo la textura ásperade la madera y el metal oxidado.
De pronto, un destello metálicollama mi atención. Un cofre antiguo, cubierto por una capa de polvoque parece susurrar historias olvidadas, se encuentra escondido en unrincón. La curiosidad me pica como un insecto insistente y me acercoa él con cautela. Mis dedos rozan la superficie fría y rugosa,imaginando las manos que lo han abierto y cerrado a lo largo de losaños.
Con un crujido que resuena en elsilencio del ático, abro el cofre.
En su interior, encuentro unabrújula antigua. Su grabado es extraño, no consigo descifrar susignificado, y su aguja gira locamente, desafiando las leyes de lafísica.Un escalofrío recorre mi espalda, una inexplicable sensaciónde inquietud.
Cierro el cofre con cuidado y lobajo junto al resto de las cajas. La voz de mi abuela me devuelve alpresente.
—¡Aquíestán! –exclama mientras deposito las cajas a sus pies.
Sin embargo, mi mente sigueatrapada por la brújula. La saco del cofre y la observo confascinación. De repente, la aguja se detiene en seco.
—Creoque esto servirá... —dice mi abuela entrando en la cocina.
Pero cuando me mira, suspalabras se cortan en seco y su rostro se transforma en una máscarade horror.
—¡Eleanor!–exclama, corriendo hacia mí justo cuando la aguja de la brújulavuelve a girar frenéticamente, su rostro surcado por una repentinaurgencia— ¡El manantial! ¡En la isla Media Luna!
Antes de que pueda responder,una luz cegadora me envuelve. El mundo a mi alrededor se distorsiona,se convierte en un torbellino de colores y sonidos. La brújula caede mis manos, perdida en la vorágine.
Cuando la luz se disipa, meencuentro en un lugar completamente diferente. La tierra firme bajomis pies es reemplazada por la arena dorada de una playa. El solbrilla con fuerza en el cielo azul, y el sonido de las olas rompiendocontra la costa es como una sinfonía a mis oídos.
Parpadeo varias veces,desorientada y confundida. ¿Qué ha pasado? ¿Mi abuela acaba dedesaparecer? Pero no solo ella, la casa, la ciudad... ¡todo!
Miro la brújula que ahora yaceen el suelo, a escasos metros de distancia. Ahora la aguja estácompletamente quieta. Asimilo lo que acaba de ocurrir, cómo haocurrido. Cuando he tocado la brújula... ¿me he... transportado? ¿Adónde? Miro a mi alrededor, no hay más que playa.
¿Es esto siquiera real? No, esimposible. Debo de estar soñando. Pero la textura de la arena bajomis pies, el calor del sol en mi piel, el sonido del mar en misoídos... todo es tan real.
Sin embargo, no me da tiempo apensar en ello antes de que alguien aparezca a mi espalda. Es unhombre altísimo, con grandes músculos que parecen esculpidos engranito. Su cabello negro le cae a la altura de los hombros,desordenado por el viento y la furia que se refleja en su rostrocurtido por el sol. Su ropa es como sacada de un cuento de piratas:pantalones de cuero ajustados que resaltan sus muslos poderosos y unacamisa blanca fina que deja entrever un collar adornado con unamoneda de oro.
No me da tiempo a fijarme enmucho más, pues su mirada airada se lleva toda mi atención.
—¡Tú!—exclama con voz profunda y ronca, señalándome con el dedo índiceantes de echar a andar hacia mí con zancadas largas y decididas.
Mi instinto de supervivencia,que ni siquiera sabía que tenía, me dice que eche a correr endirección contraria. Y eso hago. Salgo por patas y me lanzo sobre labrújula con la esperanza de que me lleve de nuevo al lugar de dondehe venido. Pero no ocurre, y el hombre me alcanza con una facilidadpasmosa.
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Corazón de Sal y Mar: Atrapada
RomanceEleanor siempre ha llevado una vida ordinaria, hasta que una visita al desván de su abuela cambia su destino para siempre. Allí encuentra una brújula que, para su sorpresa, la transporta a una época lejana y peligrosa. De repente, se encuentra en el...