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ℳ𝓇. 𝒟ℴ𝒸𝓉ℴ𝓇.
What could he do? Should have been an
F1 driver.

—Ya veo me ha tocado un chico preguntón

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—Ya veo me ha tocado un chico preguntón... —bromeó, soltando una par de risas hasta entrar completamente a la habitación y cerrar la puerta tras de sí.

—¿Piensa responder? —cuestionó aún sin mirar a quien había entrado por la puerta de aquella habitación.

—¿Tengo qué? —

—Si, solo si quiere mi cooperación —está vez sus ojos cambiaron de lugar para admirar, ahora contemplaban al hombre frente a él con la bata blanca y las manos en los bolsillos de la misma.

—No pienso mucho en ello, pero el dinero es mi motivo —

Era poco común, de hecho nunca lo había escuchado antes a pesar de haber atravesado más de diez hospitales. Fue seguro que una expresión de sorpresa se instaló en su rostro, pues aquella pequeña sonrisa de aquel hombre le removió el estómago.

—Parece que nunca antes te habían sido sincero, muchacho —

Era cierto, nunca antes algún médico había tenido el atrevimiento de hablar de sus ganancias, simplemente le mentían de la manera más descarada y fingían que amaban su trabajo, pero no, la persona a la que le correspondería su salud estaba frente a él, siéndole sincero, tal vez lo más sincero que alguna vez pensó.

—A los médicos les gusta el sufrimiento de las personas, es por eso que lo son. Su respuesta era de esperarse —fingió tranquilidad ante aquella mirada que estaba posada en él, sabiendo que tenía razón, pero no se la daría.

—Tal vez, aunque a mi me gusta sacarles una sonrisa y comerme sus corazón envuelto en dinero cada que puedo —

—¿Caníbal? —le caló los huesos, un escalofrío recorrió su columna vertebral. Aquel médico era distinto al resto. Parecía bromear y al mismo tiempo demostrar la sinceridad en cada uno de sus movimientos.

—En mis ratos libres —

El silencio inundó aquella habitación, donde solo hacían dos cuerpos, mirándose fijamente, como si las palabras se fueran a hacer realidad y estuvieran cara a cara un depredador y su presa, uno en busca de escape y otro tratando de evitar el escape de la presa. Al final de cuentas entraba en los estándares del médico, un corazón envuelto en dinero era lo único que tenía de valor, aunque el dinero le reducía el costo.

—¿Se apasiona por ello? —cuestionó con las manos temblorosas, pero aún con la mirada gélida.

—Si, es mi pasión —Dudaba que fuera una broma, aunque tal vez le hacía falta sentido del humor, o realmente tenía miedo de que su corazón fuera el aperitivo de aquel de ojos cafés. Ser la comida de alguien no era su sueño más grande, o lo último que quería hacer.

ℳ𝓇. 𝒟ℴ𝒸𝓉ℴ𝓇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora