parte única

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"¡Una ensalada de lechuga y tomate con pollo para el castaño!"

Es lo que hace que Julian salga de su escondite bajo la caja registradora de la florería.

Julian reconocería esa voz en cualquier lugar, sin duda alguna, porque ha tenido un pequeño-gran enamoramiento por los ojos marrones de su dueño.

Es un joven de cabellera castaña que se encarga de enviar las flores a destino. Es amable y, siempre que aclara que anda con tiempo, se queda conversando un momento con Julian.

A Julian solo le gusta mucho.

Pero adoraría que este chico no estuviese ahí en ese momento, porque su estado actual es chistoso, si tiene que ser sincero; dar esa imagen al repartidor del mercado que está a unos cuadras de su trabajo no es tan encantador como le gustaría que fuese. Sus mejillas (como siempre que Enzo -el repartidor- hace acto de presencia) están sonrosadas y su cabello está desordenado.

"Hey, acá, sí. Disculpá, estaba-, había perdido una moneda". Julian se siente un poco ridículo, a decir verdad, dando explicaciones a unos ojos marrones que no han preguntado nada al respecto. ¿Sus mejillas? Solo logran estar más rojas.

"Está bien, Julian, sabía que estabas en algún lugar de esta florería. Siempre lo estás".

Julian ve como Enzo se acerca al mostrador y deja sobre él lo que, supone, es su almuerzo. Julian no lo recuerda tan grande, con dos bandejas de plástico y una latita de gaseosa. Raro, porque siempre pide lo mismo y tiene la plata justa para pagarlo.

(Julian no puede darse los pequeños lujos de pedir de más en su almuerzo, aun cuando las ganas de hacerlo le sobran.)

¿Habrán cambiado el menú justo ese día y habían olvidado de avisarle?

Frunce su ceño en duda y su cabeza se ladea por lo mismo.

"Eh, ¿Enzo?" pregunta, tanteando la plata que lleva consigo por sobre sus bolsillos del delantal.

"Decime". Enzo lo ve mordiéndose su labio inferior, rebuscando algo en el bolso que lleva alrededor de la cintura.

"¿Estás seguro de que esto es mío? Quiero decir, ¿no era una ensalada nomás? ¿Por qué hay una latita de Cocacola? Tal vez lo pedí y no me di cuenta. Dios, esto es un montón, porque no tengo la plata suficiente y no me gustaría que llegaras con cosas no vendidas al local, porque eso-, eso sería terrible, ¿sabes? Podría como que traerte problemas y no me gustaría que eso pase, cuando ni siquiera fue tu culp-". No puede continuar, y no es por la falta de aire por hablar tan rápido y sin pausas.

Con su cabeza gacha, revolviendo la bolsa con las bandejas y la latita, solo llega a escuchar la carcajada que Enzo deja salir sin filtro alguno.

(Julian la adora, sin embargo. Cree que si la risa del pelinegro tuviese un color, sería entre una tonalidad parecida a las constelaciones y a las vías del universo. Sería llena de puntos blancos, con vueltas de aquí por allá y se repartiría por doquier. Así como ahora, que se siente como si la risa lo envolviese por completo. Raro, se dice.)

"No, Juli, es un regalo de mi mamá". Julian piensa que su expresión debe de ser una de sorpresa completa cuando alza su mirada y la engancha a la de Enzo porque éste no hace más que reír y Julian, por dentro, siente ganarse un viaje, solo de ida, al espacio. "Mirá, ella pasó por esta florería hace unos días. Me dijo que un chico amable de ojos curiosos y pelo color castaño la había atendido tan bien que no podía solo darle ensalada y pollo cada vez que hiciera un pedido, así que...", Enzo se encoge de hombros, con una sonrisa bailando en sus labios. "Me hizo traerte un sanguche de jamon y queso y la latita de coca que ves ahí".

de estrellas y cielos infinitos [ julienzo au ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora