5. Ceniciento.

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Jongdae abrió sus ojos y frunció su ceño al escuchar maullidos. De acuerdo, Ceniciento, es hora de volver a lo tuyo, pensó.

El sol ni siquiera asomaba todavía, pero esos hijos de Satanás ya estaban haciendo un alboroto tan grande que se escuchaba incluso hasta la habitación de Minseok, quien por cierto dormía plácidamente a su lado abrazando una almohada, exponiendo su preciosa espalda salpicada por algunos pocos lunares que ocupaban especialmente el área de sus hombros. Jongdae no podía verlos en ese momento dada la poca iluminación, pero estaba seguro de que estaban ahí; sus labios se habían detenido un instante sobre cada uno de ellos la noche anterior. Dios, había sido como un sueño... y otro alarido felino le recordó que debía apresurarse a despertar.

Se vistió rápidamente y abandonó la habitación antes de que algún vecino con el sueño más ligero que Minseok fuera a reportarlo por maltrato animal.

Cuando encendió las luces pudo ver que el departamento de Luhan era un completo desastre, pero a Jongdae no le importó demasiado, no le pagaban lo suficiente como para que le importara, es más, ni siquiera le pagaban, cuidaba a los endemoniados tributos porque era un buen amigo. Demasiado buen amigo...

Suspiró cuando recordó que quien tendría que limpiar todo ese desastre hasta que Luhan volviera era él, entonces sí empezó a importarle que dos de los tres jarrones estuvieran hechos pedazos en el suelo.

Al notar su presencia —Jongdae había adquirido la capacidad de volverse muy silencioso para que no notaran su llegada inmediatamente e intentaran escapar de nuevo—, las bestias empezaron a enredarse entre sus tobillos de esa forma que tanto le desagradaba, siempre terminaba pisando alguna de sus patitas por error y luego recibía una mordida como si fuera su culpa.

—Ya voy, ya voy —Jongdae protestó esquivando patitas peludas—. Les dejé los platos llenos anoche, si aprendieran a administrar su comida no estarían muriendo de hambre ahora.

Abrió la alacena y como se sentía especialmente de buen humor esa mañana tomó una lata de comida húmeda en lugar de croquetas y empezó a servirles, aunque casi se arrepintió al escucharlos maullar enloquecidos tan pronto como abrió la lata y el olor a pescado llenó el departamento entero.

Mientras los gatos devoraban su apestoso manjar como si no hubieran comido en días, Jongdae se giró para analizar el desorden. Tomó una profunda respiración y fue primero por lo que parecía ser más urgente: recoger las interminables cacas del arenero.



Minseok despertó cuando la primera luz del día invadió su habitación. Se removió en la cama y sonrió sintiéndose sumamente feliz. Una sonrisa se dibujó en sus labios al ser consciente de todo lo que había ocurrido la noche anterior, aunque se borró de pronto al percatarse de que se encontraba solo en su cama. Al constatar que Jongdae no estaba por ningún lugar en su casa, se sintió un poco decepcionado, aunque intentó recordarse que Jongdae también tenía una vida y seguro cosas importantes que hacer.

Luego de darse una ducha se vistió, aunque aún era temprano para ir a trabajar, y fue a la cocina para preparar su desayuno. Mientras se debatía entre preparar algo saludable o algo con mejor sabor, alguien tocó a su puerta.

—Hola —Jongdae lo saludó y al notar que estaba vestido sus cejas se unieron en un gesto de preocupación—. ¿Ya tienes que irte?

—En un rato más —Minseok anunció y Jongdae pareció aliviado de escucharlo.

—Te traje el desayuno —anunció alzando la bolsa que colgaba de su muñeca, una sonrisa gatuna también se alzó sobre sus labios.

Minseok tomó la bolsa y le regaló una sonrisa.

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⏰ Última actualización: Aug 16 ⏰

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