Intimidadᵀᵒᵐᵃʳʳʸ

Capítulo 1: Prólogo: [Desviación]

31 de diciembre de 1926- 0 años

En el año 1926, en la víspera de Año Nuevo, un ser milagroso nació en las condiciones más indignas, arrastrado gritando y llorando a un mundo que no estaba preparado para su presencia, y tal vez, nunca lo estaría. La tormenta de nieve en el exterior golpeó las ventanas del orfanato en ruinas con una brutalidad descuidada, inquebrantable ante la nueva vida que respiraba por primera vez en ese mismo momento.

Los cuidadores miraban por las ventanas con preocupación, estremeciéndose ante cada silbido agudo del viento que sacudía los cristales de las ventanas, temblando mientras la brisa gélida se deslizaba por las grietas. Sin embargo, siguieron adelante, sintiendo una necesidad casi compulsiva de ayudar al bebé a sobrevivir la noche, cosa que estaban seguros de que la madre no haría, con lo enfermizamente pálida que se estaba poniendo.

"Lo nombraré... Tom..." Tenía los labios agrietados, la piel hundida, los ojos hundidos, y la joven matrona que estaba cerca de ella no pudo evitar retroceder al oír su voz ronca.

—¿Tom? —repitió, acercándose un paso para poder echar un vistazo al chico recién nombrado—. Tenía un aspecto dulce, con los diez dedos de las manos y los diez pies, a diferencia de su madre, y ella no pudo evitar preguntarse quién habría decidido tener un hijo con una mujer como ésta. No era atractiva en absoluto y no le atraía que la llamara la mujer más fea que jamás había visto. Salió bruscamente de esos pensamientos al oír la tos gutural de la mujer, haciendo una mueca mientras apretaba al niño más contra su pecho.

"Tom... después de su padre. Sorvolo, después..." Hubo una pausa. —Acertijo. La mujer -y así la conocían, ya que no se había dignado darles un nombre antes de empezar el parto- empezaba a desplomarse, sus palabras lentas y arrastradas, como una borracha.

—¿Señora? La matrona sacudió su hombro bruscamente mientras su cabeza comenzaba a inclinarse.

"Sí, sí... Tom... Marvolo Riddle. Mi dulce niña. Miró con adoración el bulto que tenía entre los brazos, con la respiración cada vez más entrecortada. Empezó a preocuparse, inquieta por el aflojamiento que tenía sobre el niño, que empezaba a deslizarse de la manta. "Ojalá... Tuve... un poco más..." Su voz se cortó con un repentino y agudo raspado, los ojos saltones mientras lentamente se volvía de un grotesco tono azul, ruidos ahogados que salían de su garganta. Mirar era todo lo que la señorita Cole podía hacer, mientras la mujer agachaba la cabeza para mirar a la niña una vez más antes de que su pecho dejara de moverse, y ese cariño en sus ojos se atenuara.

Los lamentos del recién huérfano resonaron en todo el orfanato como campanas de iglesia, resonando con los vítores lejanos de la gente que daba la bienvenida al comienzo del nuevo año.

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Abril de 1932- A los 5 años

Tom Riddle -o freak, como a menudo les gustaba cantar a los niños del orfanato- estaba sentado solo en un pequeño claro del bosque, mirando la hoja levitando sobre la palma de su mano con intensa concentración. Se sacudió de forma antinatural en el aire, balanceándose como si estuviera atado a un trozo de cuerda, antes de empezar a girar lentamente.

Acababa de descubrir su fascinante habilidad, la de ser capaz de influir en las cosas que le rodeaban sin tocarlas. Como la hoja, que comenzaba a desmoronarse lentamente bajo su atención. Pronto, todo lo que quedaba era un pequeño montón de polvo en su palma, y lo dejó caer al suelo, inclinando la mano y observando cómo el polvo brillaba ligeramente.

Mágico.

Tom permitió que una sonrisa apareciera en su rostro al darse cuenta de lo que significaba este poder, ser capaz de hacer cosas que no había oído que ningún otro fuera de los cuentos de hadas podía. Siempre había sabido que era especial y, tener esta habilidad lo demostraba. Mirando el sombrío rostro del orfanato que podía ver asomándose desde lo alto de los árboles, juró que alcanzaría la grandeza sin importar qué, aunque solo fuera dejando este lugar atrás.