Séptimo Capítulo

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La mañana siguiente, Gustavo observó unas riendas de amortiguador de oro. Acarició el amortiguador mientras que el verdugo reía desquiciado a su lado. —Simplemente perfecto. No puedo esperar a usarla en ella. — Gustavo sonreía con las perversiones de su mente frente al incómodo tallerista. El hombre tragó grueso.
—Majestad, si me permite decirle, debe tener cuidado. Al ser de oro podría romperle la quijada si es usado con demasiada violencia.

—Descuide, ella es demasiado hermosa como para dañar su rostro. Sabré cuando usarlo con ella. Gracias. Aquí la paga.

El rey le entregó una bolsa de monedas de oro entonces se marchó con el cojeante verdugo. —Señor, si su prometida se daña antes de tiempo, ¿me lo daría a mí? Quiero ver su bonita piel bañada en sangre y escuchar el sonido de sus gritos.

—Sigue soñando. Ni loco te daré una gema cómo esa. Si he de castigarlo lo haré yo mismo.

El verdugo hizo un puchero y se marchó junto al rey.
View y June, escondidas detrás de un muro, los miraron extraño. Habían encontrado a Lûne histérico en la mañana con las manzanas que Freen prometió darle la noche anterior en el suelo, bañadas en sangre. Las Niiphis supieron que algo andaba mal y ahora seguían al rey junto con Lûne detrás de ellos.
—Lo que sigo sin entender es por qué secuestrar a Freen. Hizo bien su trabajo. — View expresó.

—¿Ustedes siguen aquí? — Voltearon, encontrándose a la trovadora mordiendo una rosquilla con la guitarra detrás de su espalda.

—¿Tú por qué nos sigues? Chusma. — Acusó June.

—Porque es probable que los necesite y ese favor podría llevarlos a la Niiphi que les falta.

Todos, hasta Lûne, la miran sospechosa.

—Vamos. Hablo en serio. Podemos entrar al castillo, a los reyes les gustan los trovadores. A eso iré.

—¿Y por qué nos ayudas?

La trovadora brincó una ceja. —Sólo acepten o no.

Todas suspiraron agotadas de depositar su confianza en las personas equivocadas, pero le dieron una oportunidad.

El llanto de los esclavos caía como lluvia sobre Grecia

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El llanto de los esclavos caía como lluvia sobre Grecia. Los truenos eran sus plegarias y las puertas cerrantes su resistencia.  Becca cuidó de Freen en la ausencia del rey, cepillando su cabello como si nunca lo hubiera tocado. Después de todo, Venus solía peinarla.
Cuando un rayo resplandeció la ventana a su lado y ella miró. Freen se encontraba detrás de ella en la cama, apenas respirando. Las vendas eran su vestido y su sombrero. También el parche de un ojo. Freen miró la ventana sobrecogida.

—Venus solía cepillarme. La mayoría de las veces que lo hacía llovía y ambos observábamos la lluvia. Fue ahí cuando él me dijo algo muy interesante: si quería llorar que fuera bajo la lluvia así nadie vería mis lágrimas.

✔|LPC; FreenBeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora