01. Despertar

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Levantarse no había sido una tarea facil. Sus ojos pesaban y sus piernas aún dolían de la eterna caminata que se dio ayer para la llegada al internado.
Cuando escuchó la alarma deseó que todo fuera un sueño, pero tener a Chiara, su nueva amiga, al lado suya hablandole sin parar cual loro no fue signo de estar soñando.
Era la realidad, estaba internado y debía levantarse.

Llegar al comedor y observar a tanta gente comiendo en una charla animada sin signos aparentes de cansancio no fue una imagen agradable para el cansado Martin.
Se sentó al lado de la pelinegra y escuchándola empezó a comer. La chica era agradable, hablaba mucho y siempre tenía tema por lo que eso era una buena señal para Martin quien era muy consciente de que viviría en un eterno aburrimiento.
El desayuno fue más calmado de lo que pensaba, con la comida en boca Chiara no podía hablar y pudo disfrutar del pequeño silencio cuando la sala tomaba un respiro.

Su alegría acabo cuando el chico del día anterior llegó.
Juanjo se llamaba.
Era desagradablemente guapo, no lo iba a negar. Su aspecto de chico hetero, desagradable y carácter pasota era insoportable para Martin. No podía ni mirarle a la cara si sentir una pizca  rabia y ganas de golpearle. Se había comportado como un gilipollas con él anoche, sí, pero Juanjo le había tratado peor y se lo merecía. De echo se merecía todo lo malo del mundo, eso pensaba Martin.

Juanjo se sentó al lado de Martin cuando le vió, sonriendo burlescamente.
—Buenos días erizo mojado.—burló por el humedecido pelo en pincho del menor. Martin fingió una sonrisa.

No le respondió, solo le mostró su dedo corazón en una peineta que sacó una risa  al mayor el cual apoyó su codo en la mesa y se inclinó al vasco para observarle de cerca.
—¿Cómo has acabado aquí, niño? Tienes cara de no haber matado a una hormiga jamás.

—Me lié con mi padrastro.—espetó con calma, provocando un silencio en su alrededor. Inmediatamente sintió sus mejillas teñidas de rojo.

—Wow. Eso no me lo esperaba.—carcajeó el maño, asombrado.—Y eso que parecías inocente, erizo.

—No me importa una mierda lo que parezco, y mucho menos lo que tu pienses de mí, picha corta.

Juanjo sonrió divertido.
—Eres más comico de lo que pensaba, pero también un buen mentiroso.

—Más de lo que crees.—frunció su ceño y estrelló el pan en la yema del huevo, metiéndolo a su boca segundos despues. Juanjo se levantó desinteresadamente y pasó su mano por el pelo del menor para revolverlo en forma de burla. Martin agarró su muñeca de inmediato y conectó sus miradas.—No vuelvas a tocarme, retrasado.

—Joder, calma erizo, que no es para tanto. Yo solo intentaba que nos llevemos bien, ¿sabes?—ríe divertido Juanjo, liberándose del agarre.
Martin bufa.

—Sigue soñando.—se levantó de la mesa y se fue de la sala, siendo seguido de una sorprendida Chiara que le acompañó a la habitación.

Juanjo esbozó una ladeada sonrisa al verle irse. Este chico le iba a dar unos meses divertidos.

[ . . .  ]

Deslizaba el pincel con suavidad sobre el lienzo. Al final iba a acostumbrarse a esta vida, solo llevaba un día y poco aquí y ya vivia en una vida de ensueños. Volvería a enrollarse con su padrastro si fuera necesario para ser mimado. Comida gratis en momentos exactos, habitación sola con vistas al bosque, la luz que entraba era tenue y delicada, la justa y necesaria para poder pintar y observar bien el cuadro. Los colores se percibían de maravilla, el pincel y los acrilicos lucian de buena calidad.

¿Que más podía pedir?

Que Juanjo no estuviera aquí.

Interrumpió su momento de calma abriendo la puerta sin permiso, observando al menor.

—¿Que haces?—gruñó el vasco al verle, alzando una ceja.

—Pues venir a verte, erizo.

—Que no me llames así.—frunció, si era posible, aún más su ceño.

—Te llamo como quiera, ¿sabes?—cerró la puerta tras él y miró el lienzo. Una figura de un hombre tapado únicamente por una sabana blanca delante de un lago y reflejos del sol sobre el agua destacaba en el lienzo a medio hacer. Juanjo no evitó pensar que el chico era talentoso.—¿Lo has hecho tú?

—Pues claro, no te jode. Si quieres ha venido tu madre a pintarlo conmigo.

—Eso es difícil porque mi madre está muerta, pero también pintaba, así que quizás eres un friki loco que juega a la ouija solo en su cuarto rodeado de velas con olor a claveles.

Martin se quedó estático al oir esa información, analizando unos segundos.
—¿Que tiene de malo ser friki y jugar a la ouija? Y lo siento por tu madre.

—Bueno tienes toda la pinta de ser fan de Hannah Montana.

Martin guardó silencio. Juanjo carcajeó.
—Lo sabía.

—¡Que más te da! Vete de mi habitación, ni te he dado permiso de entrar ni tengo ganas de hablar contigo.

—Bueno calma, que yo solo venía a asegurarme de que no estabas en un ritual satánico rezando a Ross Lynch.

Martin volvió a guardar silencio.
—En el clavo, no fallo una.—sonrió con orgullo el mayor, saliendo de la habitación y dejando atrás a un molesto Martin.

Gilipollas.

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⏰ Última actualización: Aug 16 ⏰

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