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"En esta mezcla de placer y dolor, me siento verdaderamente vivo."

   Era una noche enigmática en el pequeño pueblo olvidado de Oregón. Las luces titilantes, dispersas y moribundas, apenas lograban rasgar la oscuridad, creando un ambiente casi espectral. Un viento denso y gélido se colaba entre los árboles, como si estuviera buscando desesperadamente abrirse camino en medio de la espesura.

Sin embargo, quien verdaderamente ansiaba abrirse paso entre aquellos árboles era un joven de cabello castaño, que corría con una velocidad asombrosa. A pesar de su ímpetu, se sentía desorientado, sin tener claro hacia dónde debía dirigirse. 

Mierda... —murmuró con voz ronca y entrecortada, su respiración agitada traicionaba la tensión que lo consumía. La adrenalina que recorría su cuerpo era palpable, producto de la frenética carrera y de los gritos desesperados que había lanzado en un vano intento de encontrar a su compañero.

Se detuvo un instante, jadeante, intentando recobrar el aliento. Apenas sintió que su respiración se estabilizaba, percibió una suave exhalación cerca de él, acompañada de un aroma intenso a incienso y perfume que lo envolvió de repente, embriagándolo por completo. 

Reconoció al instante de quién se trataba, y un profundo alivio lo envolvió. Su corazón, antes acelerado por el miedo, ahora latía con calma. Dios santo, no podía estar más feliz; aquella presencia familiar le devolvía la tranquilidad de no estar solo.

Sintió los brazos de la otra persona rodear sus hombros, mientras el cuerpo ajeno se apretaba contra su brazo. Aunque el abrazo podría interpretarse como un gesto coqueteo o íntimo, para él solo significaba un profundo y reconfortante alivio, una muestra sincera de amistad.

—¿Qué haces en el bosque a estas horas, Ford? No me digas que al final resultaste la clase de hombre que besa ciervos —la voz, cargada de sarcasmo y un toque juguetón, resonó por todo el lugar. Aun así, se sentía increíblemente suave, casi como un susurro cercano y delicado.

—¡Oh, Bill! Qué alivio encontrarte —dijo apresuradamente, con evidente preocupación—. ¡Fiddleford ha desaparecido! Vio algo en el portal, discutimos y se marchó a toda prisa. Estoy tratando de encontrarlo.

Un destello de irritación cruzó por los ojos de Bill, apenas perceptible, pero allí estaba. Bufó por un segundo; no soportaba a ese tal Fiddleford. Era un estorbo, no hacía más que entrometerse entre él y su adorable marioneta. Sin embargo, Bill rápidamente sofocó su molestia, cambiándola por una expresión de indiferencia calculada.

Con un chasquido de sus dedos, la oscuridad del bosque fue sustituida por la familiar penumbra de la cabaña. Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, esta vez, Bill no estaba dispuesto a seguir ocultando su naturaleza, al menos no por completo. Se permitió una pequeña revelación de su verdadera forma, su entrada fue teatral y llena de propósito.

Stanford's Muse || Billford [Pausada Temporalmente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora