* * *
El sol comenzó a asomarse en el horizonte de Gravity Falls, iluminando suavemente el paisaje con su cálida luz. A las seis y tres cuartos, como si la luz misma del alba llevara un reloj personal, Bill y Ford se despertaron de golpe, arrancados de los brazos del sueño por la precisa puntualidad de los primeros rayos de sol que se filtraban entre las cortinas y acariciaban sus rostros. Aunque la luz no era intensa, su suave calidez fue suficiente para sacarlos del sueño.
El castaño soltó un leve quejido mientras se acurrucaba más cerca del cuerpo a su lado, buscando calor y confort en la cercanía. El aroma a incienso que impregnaba la piel de su compañero lo envolvía, un olor embriagador y familiar que deseaba inhalar cada mañana al despertar. Ese perfume lo tranquilizaba, como si fuese una promesa de seguridad y paz. Sintió dedos delicados deslizarse por su cabello en caricias suaves, un gesto que lo invitaba a permanecer en la comodidad del sueño. Cada suave roce en su cabello le hacía desear mantener los ojos cerrados, prolongando ese instante de tranquilidad compartida por un poco más de tiempo.
—Buenos días, Stanford —murmuró el rubio con una voz juguetona, aunque ligeramente áspera por el sueño recién abandonado. Todavía no se acostumbraba del todo a los pequeños detalles de su cuerpo humano, pero había algo que adoraba: dormir, aunque sus sueños a veces fueran confusos y extraños—. ¿Cómo has dormido?
Ford abrió ligeramente los ojos, encontrándose con la mirada dorada de Bill, que lo observaba con una intensidad que nunca dejaba de sorprenderlo. Seguía sin superar la perfección de aquel rostro; los parches claros de vitiligo que contrastaban de manera fascinante con su piel oscura, creando un lienzo vivo que parecía obra de un artista. Su cabello rubio caía en desordenados rizos sobre sus hombros, enmarcando un rostro que exudaba arrogante satisfacción.
Cada detalle de Bill lo dejaba intrigado, desde su sonrisa segura y casi burlona hasta esos ojos dorados, grandes y penetrantes, que en la luz del amanecer adquirían un brillo casi místico, como si pudieran ver a través de él. Ford sabía que detrás de esa mirada se escondían innumerables secretos y un poder que nunca dejaba de sentir. Por más caótico que fuera Bill, su apariencia era impecable, y cada vez que Ford lo miraba, no podía evitar sentirse fascinado por la complejidad y perfección de aquella obra de arte viviente que tenía a su lado.
Ambos estaban tumbados en la cama, y el castaño no pudo evitar notar cómo la lujosa bata de satén de Bill se abría un poco, revelando un provocativo atisbo de su pecho. La imagen era suficiente para hacer que Ford se sonrojara ligeramente, desviado la mirada mientras intentaba mantener la compostura.
—Oh, Ford, qué adorable eres —rió Bill al sentir la mirada de Ford fija en él. Se incorporó ligeramente, recostándose contra el cabezal de la cama. La bata de satén se deslizó suavemente por su espalda, dejando todo su torso al descubierto. Para Bill, la ausencia de ropa no era motivo de vergüenza; no entendía del todo el tabú que representaba estar semidesnudo frente a alguien. Con una sonrisa despreocupada y una expresión de arrogante satisfacción, disfrutaba de la reacción de Ford, que no podía evitar sonrojarse y desviar la mirada. La escena era un juego para Bill, un recordatorio de su habilidad para atraer y provocar, sin el menor atisbo de incomodidad.
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Stanford's Muse || Billford [Pausada Temporalmente]
FanfictionStanford Pines es un brillante pero obsesivo científico, cuyo mundo gira en torno a su investigación y a su enigmática musa, Bill. Su vida, meticulosamente ordenada en torno a sus descubrimientos, está a punto de dar un giro inesperado cuando dos pe...