Capitulo 1

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Montserrat

El taxi avanzaba lentamente por las calles que conocía tan bien, esas que me llevaban a un lugar que, en otro tiempo, consideraba mi hogar. João estaba en el asiento a mi lado, absorto en su juguete favorito, un pequeño coche rojo que siempre llevaba consigo. Su risa suave llenaba el espacio mientras lo hacía rodar por su pierna, ajeno a la tormenta que se arremolinaba en mi pecho.

Sentí el teléfono vibrar en mi mano y vi el nombre de Matías, mi hermanastro y mejor amigo, parpadear en la pantalla. Dudé un segundo antes de responder.

—¿Ya llegaste? —Su voz familiar era un recordatorio de que no estaba completamente sola en esto.

—Aún no —respondí, esforzándome por mantener mi tono neutral. Observé cómo los edificios pasaban, cada uno acercándome más a un pasado que había tratado de dejar atrás—. Pero ya falta poco.

Hubo un silencio en la línea, un silencio que sabía que él estaba usando para medir mis palabras, para leer entre líneas.

—¿Y a él? ¿Cuándo lo ves? —Matías no necesitaba decir su nombre. Ambos sabíamos que hablaba de Ryan, de la persona que había sido todo para mí.Tragué saliva, mi mirada perdida en el horizonte mientras respondía.

—En tres días —dije, manteniendo mi voz firme—. Tenemos cita con los abogados y el juez para cerrar lo de la custodia. Mientras tanto, dejaré a João en la casa de su abuela. Ryan pasará por él más tarde y pasará estos días con él.

El silencio volvió a instalarse entre nosotros, pero esta vez fue un silencio cargado de entendimiento. Matías conocía cada detalle, cada miedo, cada duda que me atormentaba.

—Montse... —Comenzó a decir, pero lo interrumpí antes de que pudiera seguir.

—Estoy bien, Mati —lo tranquilicé, aunque no estaba segura de quién necesitaba más esas palabras, si él o yo—. Esto es lo que tenía que hacer, lo que acordamos. João merece pasar tiempo con su padre, y yo... yo solo necesito que esto termine.Matías suspiró, pero no insistió. Sabía que no tenía sentido intentar cambiar mi decisión.

—Solo quiero que recuerdes que no estás sola en esto —me dijo finalmente—. Estaré aquí para lo que necesites, ¿vale?

—Lo sé —respondí, agradecida por su apoyo, aunque en ese momento las palabras se sentían vacías—. Te llamo después.

Colgué antes de que pudiera decir algo más, enfocando mi atención en João, quien seguía felizmente jugando sin una preocupación en el mundo. Le acaricié el cabello suavemente, preguntándome cómo le explicaré algún día todo esto, cómo entenderá que, a veces, el amor no es suficiente.

El taxi giró en la última esquina, y ahí estaba la casa, la casa que había sido mía, la casa que ahora solo guardaba recuerdos de un pasado que parecía pertenecer a otra vida. Mi estómago se tensó al verla, sabiendo que en cuestión de minutos, tendría que enfrentar todo aquello de lo que había estado huyendo.

El taxi se detuvo suavemente frente a la casa. El conductor giró la cabeza hacia mí, su rostro amable y preocupado.

—Ya llegamos, señorita.

Respiré hondo, tratando de calmar los nervios que se arremolinaban en mi estómago. El frío repentino no tenía nada que ver con el clima; era la ansiedad que se infiltraba en mis venas, haciéndome sentir como si el aire se hubiera vuelto helado de golpe.

Bajé del taxi, sintiendo que mis piernas temblaban ligeramente. El taxista salió para abrir el maletero y me entregó la maleta, pero no sin antes mirarme con una expresión de preocupación.

SI ME DICES QUE SIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora