Clases

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Soñé con Bill; sus ojos brillantes, su piel pálida y sus labios resonaban en mi mente. Sentía como si el simple hecho de haberlo visto un par de veces hubiera embrujado mi corazón como nunca antes había sucedido.

De alguna manera, me costaba aceptar que realmente estaba feliz y deseoso de pasar más tiempo con él. A pesar de todo, él era mi estudiante y yo su profesor.

Verlo solo hacía que mi corazón no dejara de saltar; me sentía como un tonto adolescente con su primer amor.

Ahora que lo pienso, nunca tuve un primer amor en realidad. Intenté invitar a salir a varias mujeres, pero realmente nunca disfruté esas salidas.

Siempre estuve inmerso en mis investigaciones, hasta que conocí a Bill. Pero él no podía ser mi primer amor; estaba mal, estaba muy mal.

Dejé de pensar en eso; de cualquier manera, mi conciencia se carcomía cada momento.

Fui a la secundaria, dirigiéndome directamente al despacho de profesores, ya que no tenía clases la primera hora.

Me sumergí en mi trabajo, revisando tareas e incluso exámenes. Era sorprendente lo poco que sabían estos estudiantes, todos, excepto Bill. Como mis colegas habían dicho, sus exámenes y tareas eran perfectos; ni siquiera un error. Parecía irreal.

No pude evitar sonreír; era un chico inteligente y me agradaba.

Me sorprendía que un chico tan perfecto necesitara tutorías privadas, pero podría ser que simplemente quisiera superarse.

Poco tiempo después, sonó la campana del recreo, haciendo que dejara los exámenes a un lado e intentara ir directamente al salón en el que me tocaba trabajar.

Eran buenos chicos, en la medida de lo posible; son adolescentes, después de todo.

Me preocupaba un poco no haber visto a Bill en el recreo. ¿Habría estado con sus amigos? ¿Habría venido a clases hoy?

Me inquietaba, aunque no entendía muy bien por qué.

Intenté no pensar en nada más que en la clase del momento, y funcionó bien, hasta que sonó la campana por segunda vez.

Antes de poder irme del salón, vi a Bill en la puerta. Sentí cómo mi corazón no paraba de saltar; juraría que me había puesto rojo de nervios y empecé a sudar.

Bill, al notar que me había dado cuenta de su presencia, sonrió y se dirigió rápidamente hacia mí.

Sentí que tenerlo cerca no era lo mejor para mí, pero no podía hacer mucho más.

— ¡Profesor! ¿Recuerda la tutoría de hoy?

Sonreí nervioso, intentando ocultar lo que sentía en ese momento. — Claro, Bill, ¿cómo olvidarlo?

Bill rió de manera burlona, como si disfrutara el momento. — ¿No recuerda que no le di la dirección de mi casa? — continuó riendo, de manera burlona pero suave.

Reí un poco de mi estupidez. — No me había dado cuenta. ¿Podrías darme tu dirección?

Bill escribió su dirección en un pequeño papelito. No estaba muy cerca, pero tampoco muy lejos.

Acepté el papel, dándole las gracias y despidiéndome. Él hizo lo mismo y luego se fue.

El resto del día transcurrió de manera medianamente normal. Veía a Bill un par de veces y sentía ese sentimiento extraño, pero decidí no darle demasiada importancia.

Finalmente llegó la hora de irse. Pasé unos 10 minutos en la salida pensando si lo que estaba haciendo estaba bien y si realmente podría hacerlo.

Pero al final me convencí y decidí ir. De todas maneras, solo serían un par de horas y tendría algo de dinero extra.

Era una casa grande, no tan imponente como la de los Noroeste, pero se notaba que Bill era de buena familia. Toqué suavemente la puerta, esperando impacientemente, ya que estaba muy nervioso e incluso algo avergonzado.

Poco después, la puerta se abrió.

Era Bill, algo adormilado. Su cabello estaba mucho más desordenado de lo normal, y llevaba una camisa negra algo larga con lo que parecía el logo de una banda. No podía ver mucho más allá, pero al parecer estaba usando pantalones cortos.

— ¿No recordabas las clases? —dije, intentando ocultar el nerviosismo que sentía. Dios, se veía tan bien.

Bill me miró a los ojos antes de dar un gran bostezo.

— Tenía mucho sueño; además, el uniforme es bastante incómodo para mí.

Entreabrió los ojos un poco, me dio una pequeña sonrisa y me dejó pasar.

La casa era realmente preciosa, parecía reflejar una considerable riqueza.

— ¿No están tus padres? —pregunté, algo incrédulo.

— No están normalmente; trabajan mucho.

Me reproché un poco esa pregunta; parecía ser algo que le dolía. Antes de que pudiera decir algo, Bill habló.

— ¿Quiere ir a mi habitación? Allí la clase será más cómoda.

Asentí, y Bill subió las escaleras, entrando en su habitación. Yo simplemente lo seguí.

La habitación tenía un escritorio medianamente grande, no exagerado, pero sí lo suficientemente espacioso.

Bill se sentó y me señaló la silla a su lado.

Me senté y saqué el material que había traído para la clase: un par de guías, textos y libros.

Bill parecía realmente interesado y disfrutaba significativamente la clase, lo que me alegró bastante. Jamás había visto a alguien tan entusiasta.

Sin embargo, en un momento, Bill tomó mi mano y la acercó un poco a su rostro.

— ¿Tiene seis dedos, profesor?

Retiré mi mano rápidamente, algo disgustado. Bill se dio cuenta y miró hacia abajo, avergonzado.

Pasaron un par de horas. Cada cierto tiempo, le dejaba descansar unos minutos, y yo aprovechaba para intentar recomponerme.

Pasar tanto tiempo junto a él se sentía como si millones de alfileres se me clavaran directamente en el pecho, haciendo que me costara incluso respirar.

Toda la habitación olía a él, un aroma que no podría explicar, pero que era tan adictivo que podría estar allí mil años y nunca cansarme.

Me encantaba, todo me encantaba. Podía ver algo de su ropa tirada; al parecer, no le gustaba mucho ordenar, pero eso no era importante ahora.

Estar con Bill me desconcentraba. No comprendía bien por qué, ya que nunca me había pasado antes.

Poco después, Bill se acercó, moviendo su silla hacia la mía. Sin querer, giré mi rostro hacia él, quedándonos a pocos centímetros.

Por vergüenza, intenté girarme, pero antes de que pudiera hacerlo, Bill me besó.

Intenté separarme, pero no pude. Cada vez que intentaba alejarme, él acercaba mi rostro hacia el suyo. Finalmente, cedí.

Sus labios eran suaves, algo secos, pero increíblemente adictivos. Su cuerpo estaba ligeramente inclinado hacia mí, y se notaba su desesperación.

No pasó mucho tiempo antes de que nos separáramos por falta de respiración, sin procesar realmente lo que acababa de suceder.

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⏰ Última actualización: Aug 17 ⏰

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Fallen Angel ─ BillFordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora