El martes llegó más rápido de lo que Adrián había anticipado. Los días entre su primer encuentro con Marco y la próxima reunión en la biblioteca pasaron en una mezcla de anticipación y nerviosismo. La vida en la escuela no se había vuelto más fácil de repente; las miradas curiosas seguían, y los susurros detrás de su espalda eran un recordatorio constante de que no todos comprendían o aceptaban su identidad. Pero ahora, con la promesa de una comunidad de apoyo, esos días no parecían tan solitarios.
Cuando las clases terminaron, Adrián se dirigió a la biblioteca con un nudo en el estómago. No sabía exactamente qué esperar, pero la idea de estar rodeado de personas que entendieran lo que estaba viviendo era suficiente para superar cualquier temor que pudiera tener.
La biblioteca estaba casi vacía, como era habitual después de la última campana. Los estantes altos y las mesas de madera ofrecían un ambiente tranquilo, un refugio de los ruidos y el caos del resto de la escuela. Adrián recorrió el lugar con la mirada, buscando algún indicio de dónde podría estar el grupo. Fue entonces cuando vio a Marco, quien lo saludó con un movimiento de cabeza desde una mesa en la esquina más alejada.
"Me alegra que hayas venido," dijo Marco cuando Adrián se acercó.
"Gracias por invitarme," respondió Adrián, sintiendo que su nerviosismo disminuía al ver una cara amigable.
Sentados alrededor de la mesa había otros cuatro estudiantes. Algunos rostros le eran vagamente familiares, mientras que otros no los había visto antes. Sin embargo, había algo en ellos, en la manera en que se miraban y se movían, que hacía evidente que compartían algo más que solo asistir a la misma escuela.
"Adrián, estos son Lucas, Alex, Carla y María," presentó Marco, señalando a cada uno. "Todos estamos en diferentes etapas de nuestra transición, pero estamos aquí para apoyarnos mutuamente."
Lucas, un chico con el cabello corto y ojos brillantes, fue el primero en hablar. "Es un placer conocerte, Adrián. Marco nos habló de ti, y estamos felices de que te unas a nosotros."
Adrián se sintió aliviado por la bienvenida cálida. "Gracias, es... es bueno estar aquí."
"Bueno, la dinámica aquí es simple," continuó Marco. "Cada semana, nos reunimos para hablar de cómo van las cosas, compartir consejos, y simplemente ser nosotros mismos sin miedo a ser juzgados."
"Y también para quejarse de lo que sea," agregó Carla, una chica con el cabello teñido de azul, con una sonrisa. "Porque, seamos honestos, a veces necesitamos desahogarnos."
Hubo una risa general, y Adrián sintió que la tensión en sus hombros se desvanecía un poco más. La conversación fluyó naturalmente, con cada uno compartiendo pequeños fragmentos de sus vidas. Lucas habló sobre cómo había logrado que su familia finalmente aceptara su identidad después de años de lucha. Alex, quien estaba en medio de su proceso de hormonización, compartió sus experiencias con las primeras semanas de inyecciones. Carla y María, ambas en diferentes etapas de su transición, hablaron sobre los desafíos que enfrentaban al ser vistas como "diferentes" en la escuela y en sus hogares.
Cuando llegó su turno, Adrián sintió una mezcla de nerviosismo y alivio al comenzar a hablar. Les contó sobre su decisión de finalmente presentarse como Adrián en la escuela, sobre las miradas y susurros que había recibido, y sobre cómo su madre estaba tratando de aceptar su identidad, aunque el proceso era lento.
"Es normal que te sientas así," dijo María con empatía. "El principio siempre es el más difícil. Pero al menos has dado ese primer paso. Eso es lo que cuenta."
"Y ahora tienes un grupo que te respalda," agregó Alex. "No estás solo en esto."
Adrián asintió, sintiendo que las palabras de sus nuevos amigos lo reconfortaban. Durante tanto tiempo había guardado sus sentimientos y experiencias para sí mismo, que ahora, poder compartirlos con personas que realmente entendían lo que estaba pasando, era un alivio que no sabía cuánto necesitaba.
La reunión continuó durante un par de horas, y para cuando terminó, Adrián se sentía más ligero. Habían intercambiado números de teléfono y acordado mantenerse en contacto durante la semana. Mientras salía de la biblioteca junto a Marco, sintió que había encontrado algo que le había faltado durante mucho tiempo: un sentido de pertenencia.
"Gracias por presentarme al grupo," dijo Adrián mientras caminaban juntos hacia la salida.
"De nada," respondió Marco con una sonrisa. "Todos necesitamos un poco de apoyo, especialmente cuando el mundo parece no entendernos. Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites."
Adrián sonrió, sintiendo un calor en el pecho que no había experimentado en mucho tiempo. "Lo aprecio. Y también estoy aquí para lo que necesites."
Con esa promesa, ambos se despidieron y tomaron caminos separados hacia sus casas. Adrián caminó con una sensación de optimismo que no había sentido en mucho tiempo. Sabía que los días por venir no serían fáciles, pero con amigos como Marco y el resto del grupo, sentía que podía enfrentar cualquier cosa.
Cuando llegó a casa, su madre lo estaba esperando en la cocina. Había una expresión de preocupación en su rostro que Adrián reconoció de inmediato.
"¿Cómo te fue hoy en la escuela?" preguntó ella, tratando de sonar casual.
"Fue... diferente," admitió Adrián, mientras dejaba su mochila en el suelo y tomaba asiento en la mesa. "Conocí a algunas personas que están pasando por lo mismo que yo. Me invitaron a unirme a su grupo."
Su madre lo miró en silencio por un momento antes de asentir. "Eso es bueno. Es importante tener personas que te entiendan."
"Lo sé," respondió Adrián, notando el esfuerzo que su madre estaba haciendo para aceptar su nueva realidad. "Y quiero que sepas que no estoy tratando de excluirte. Solo... necesito tiempo para descubrir quién soy."
Su madre suspiró, pero había una suavidad en su expresión que no había estado allí antes. "Lo sé, cariño. Y yo también necesito tiempo para entenderlo todo. Pero te amo, y eso no va a cambiar."
Adrián sintió que se le formaba un nudo en la garganta. "Gracias, mamá," dijo con sinceridad. "Eso significa mucho para mí."
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Adrián se sintió más en paz consigo mismo que en mucho tiempo. Había dado pasos importantes hacia la aceptación personal, y aunque sabía que aún había muchos desafíos por delante, también sabía que tenía el apoyo necesario para enfrentarlos. Con una sonrisa en los labios, cerró los ojos, listo para lo que el nuevo día pudiera traer.
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Metamorfosis De Cristal
JugendliteraturA veces, el mayor acto de valentía es simplemente seguir adelante, incluso cuando el mundo a tu alrededor cambia lentamente.