El miércoles comenzó como cualquier otro día, pero Adrián no podía sacudirse la sensación de que algo estaba por suceder. Mientras se preparaba para ir a la escuela, un nudo de ansiedad se formaba en su estómago. Recordaba las palabras de Carla sobre algunos de los chicos en su clase, y aunque intentó no dejar que el miedo lo dominara, no pudo evitar estar en alerta.
Cuando llegó a la escuela, el ambiente era pesado, como si una tormenta estuviera a punto de estallar. Mientras caminaba por los pasillos, sintió que las miradas se prolongaban un poco más de lo habitual, y los susurros parecían más evidentes. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse calmado, cada paso que daba hacia su clase aumentaba su ansiedad. Cuando finalmente entró en el aula, sintió que todos los ojos se volvían hacia él.
Tomó asiento en la parte delantera, el lugar que le correspondía, tratando de ignorar las miradas curiosas y las sonrisas maliciosas. Pero no pasó mucho tiempo antes de que se diera cuenta de que algo no estaba bien. Una risa ahogada rompió el silencio, seguida de otra, y otra más. Adrián se giró para ver a los chicos que se habían burlado de él el día anterior, sus rostros iluminados con una diversión cruel.
Uno de ellos, el mismo que había hablado antes, se levantó y se acercó a él, sosteniendo algo en la mano. Era una nota arrugada, que lanzó en la mesa de Adrián con una sonrisa burlona.
"Parece que alguien dejó esto para ti, Adrián," dijo el chico, enfatizando su nombre con un tono de sarcasmo.
Adrián sintió que el corazón le martilleaba en el pecho mientras abría la nota. Lo que leyó hizo que su estómago se hundiera. Las palabras eran hirientes, llenas de odio y desprecio. Decían cosas como "freak", "desviado" y otras ofensas dirigidas a su identidad de género. La nota terminaba con una amenaza velada, sugiriendo que "las cosas solo empeorarían" si no se conformaba.
El aula estalló en risas mientras Adrián se quedaba allí, sintiendo que el suelo se abría bajo sus pies. Intentó controlar la marea de emociones que se agitaba dentro de él: la ira, la tristeza, el miedo. Quería gritar, quería llorar, pero sobre todo, quería desaparecer. Apretó la nota con fuerza en su mano, deseando que todo esto fuera un mal sueño del que pudiera despertar.
La profesora entró en el aula en ese momento, y el bullicio se apagó rápidamente. Adrián no dijo nada, guardando la nota en su mochila y tratando de concentrarse en la lección, pero las palabras crueles seguían resonando en su mente, como un eco que no podía silenciar.
Durante el recreo, Adrián se dirigió a los baños, buscando un lugar donde pudiera estar solo por un momento. Se miró en el espejo, su reflejo le devolvía la mirada con ojos vidriosos y un rostro pálido. Sentía que la fortaleza que había construido en los últimos días se desmoronaba rápidamente.
Justo cuando estaba a punto de rendirse a las lágrimas, la puerta del baño se abrió y Marco entró. Al ver la expresión en el rostro de Adrián, sus ojos se llenaron de preocupación.
"¿Qué pasó?" preguntó, acercándose rápidamente.
Adrián intentó hablar, pero las palabras se le atragantaron en la garganta. Solo pudo sacar la nota de su mochila y entregársela a Marco, que la leyó en silencio. A medida que avanzaba por las líneas, la expresión de Marco se endureció.
"Esto es inaceptable," dijo con voz baja, pero cargada de determinación. "No pueden tratarte así. Tenemos que hacer algo."
Adrián negó con la cabeza, el miedo y la duda apoderándose de él. "No quiero causar más problemas. Si lo hago, solo se pondrán peor."
Marco lo miró fijamente, sus ojos brillando con una mezcla de compasión y rabia contenida. "No puedes dejar que te intimiden así, Adrián. Lo que están haciendo está mal, y necesitan ser detenidos. Si no lo enfrentamos ahora, seguirán haciéndote la vida imposible."
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Metamorfosis De Cristal
Teen FictionA veces, el mayor acto de valentía es simplemente seguir adelante, incluso cuando el mundo a tu alrededor cambia lentamente.