Como cualquier casa real que se preciara, la de los Burgos tenía un buen conjunto de leyendas y tradiciones familiares que se remontaban hasta los inicios de su dinastía. Esas historias eran transmitidas a todos y cada uno de sus miembros desde temprana edad, con la esperanza de infundir en sus tiernas cabecitas el respeto y temor necesarios para que ninguno cometiera una imprudencia que atrajera la desgracia e ira de las hadas sobre la familia.
De todas, una se destacaba en importancia y reconocimiento por los habitantes del reino, pues se encontraba tallada en las fuentes de todas las plazas principales de cada ciudad. Era aquella que hablaba sobre como el primero de los reyes de la familia se convirtió, de hecho, en rey.
Nacido sin riquezas, con el tiempo se volvió un joven caballero del reino, querido por la gente debido a su generosidad y buen corazón. Aconteció un día que, encontrando en su camino a una viejecita desvalida a merced del frío y la ventisca, le ofreció su capa y un lugar junto al fuego. La anciana en verdad resultó ser un hada que, agradecida por su bondad, decidió concederle un don.
"Dime, noble caballero, ¿qué es lo que más anhela tu corazón?" le preguntó.
El joven caballero, que estaba profundamente enamorado de la princesa del reino, le confesó su amor y amarguras. A pesar de sus proezas, seguía siendo pobre, y sabía que el rey nunca les permitiría casarse a menos que pudiera ofrecerle riquezas a la corona. El hada, tocada por la sinceridad de su amor, le otorgó un regalo especial: un Reloj de Arena mágico.
"Este reloj," explicó el hada, "te traerá gran prosperidad a ti y al reino si te casas con la princesa antes de que caiga toda la arena, es decir, antes de que cumplas 21 años. Si lo haces, no solo conseguirás la mano de tu amada, sino que también asegurarás la abundancia para ti y tus descendientes."
El caballero llevó tal regalo ante el rey y logró que accediera a la boda apenas la noche antes de la fecha encomendada. Con su unión, el reino prosperó más allá de lo que jamás habrían imaginado: los campos se volvieron fértiles y abundantes; los ríos, tempestades y bestias se hicieron dóciles, y la fortuna sonrió a todos los habitantes.
Pero cuando nacieron los hijos del caballero y la princesa, el hada regresó para advertirles: "La prosperidad que habéis recibido no es eterna o sin condiciones. Vuestros hijos, y los hijos de sus hijos, deberán seguir el mismo mandato: encontrar a su pareja y casarse antes de cumplir los 21 años. Si fallan en hacerlo, las arenas del reloj se detendrán, y todo lo que habéis ganado les será cobrado de manera terrible..."
Las transcripciones variaban en esa última parte. Algunos textos hablaban de una mano siniestra que les arrancaría la vida; otros, que el infortunado se marchitaría como una flor sin sol mientras su corazón se tonara de piedra, incapaz de amar o ser amado; o incluso que acabarían vagando eternamente por los confines de una tierra de fría oscuridad e inmensa desdicha. Sea lo que fuese, la historia se convirtió en una advertencia para todos los miembros de la familia y una responsabilidad particular de los monarcas de hacerla cumplir.
Tal angustiante premisa era justamente la que atormentaba las noches de la joven reina Catalina, imaginando que aquel terrible destino del que tanto le advirtieron de niña lograba alcanzar al menor de sus hermanos, el príncipe Francisco, el único de ellos que faltaba por casarse y a quien solo restaban dos días para cumplir los veintiún años.
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Entre muros y silencios
FanfictionFrancisco, un joven príncipe, es forzado a un matrimonio inesperado con Manuel, un hombre austero y reservado que reina sobre una tierra en decadencia y un castillo rodeado de recuerdos de un pasado glorioso. Mientras ambos luchan con sus propias he...