Verdad

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El sol estaba cayendo. Los cielos se pintaban de un hermoso color naranja brillante mezclado con un precioso rosa que solo había admirado en algunas flores.

Era una tarde perfecta. Una tarde que habría disfrutado pasar junto al hombre que tanto le alteraba el corazón. Anhelaba ver una puesta de sol junto a él, pero lamentablemente aquello nunca había sido posible; sus actividades como príncipe siempre terminaban antes de que el sol desapareciera entre las enormes y verdosas montañas que rodeaban el reino, así que mentir y decir que estaba trabajando sería algo que ni siquiera los nobles más fieles a la familia real le creerían.

Entró por una de las puertas traseras del palacio y caminó hacia la oficina de su padre a pasos lentos, escuchando sus propios pensamientos en aquel enorme silencio que solo se rompía cuando sus pies tocaban el suelo en una nueva pisada. Lo había pensado por días, toda su vida su padre había sido el que menos lo presionó para casarse con el príncipe, tal vez él aceptaría su romance con su guardia o eso era lo que esperaba, nunca había notado tanta codicia en él, por lo que tenía la ligera esperanza de que lo apoyaría para ir en contra de la autoridad de su madre.

Un suspiro ansioso salió de su cuerpo, intentando liberar las tensiones que sin notarlo se habían formado en bolas alrededor de todos sus músculos.
Su diestra se levantó y se acercó lenta y casi torturosamente a la cerradura de la puerta, relamiendo sus labios en un acto nervioso. Era ahora, el momento que tanto había pospuesto y que le carcomía cada rincón de su mente.

Sus dedos rozaron la brillante cerradura, a punto de tomarla, deteniéndose al escuchar la voz de la reina del norte venir de adentro.

—Espero que...

Murmuros... solo podía escuchar aquello. Pero... ¿por qué hablaban tan bajo si estaban en el despacho de su padre, era una realidad que nadie los espiaría en su conversación, nadie a excepción de él...
El silencio se mantuvo de su lado tras la puerta. Mirando de forma rápida hacia sus costados para asegurarse de que nadie estuviera cerca y lo descubriera, una vez comprobó que no había nadie más que él, se acercó lo suficiente a la puerta para poder escuchar la conversación.

— Como se habrán dado cuenta, sus majestades. Wakasa es un omega ejemplar, tiene buenos dotes para convertirse en reina.

Su ceño se frunció ligeramente al escuchar aquello. ¿Acaso ya había terminado la supervisión sobre él? ¿Al fin se irían?.

— Si, la verdad es que eso es innegable. El joven príncipe es todo lo que un alfa podría buscar, así que sus majestades, nosotros... los reyes del norte, estamos de acuerdo en comprometer a nuestro hijo Shinichiro, con el príncipe heredero.

¿Estaban de acuerdo?, ¿no se suponía que el trato ya estaba hecho desde hace años?
La confusión en su rostro era cada vez más notable. No entendía el fin de aquella conversación.

— Les agradecemos que hayan aceptado a nuestro hijo. Me encargaré de tener el contrato de acuerdo listo para que se firme mañana por la mañana.

La voz de su padre lo sacó de sus pensamientos. ¿Contrato de acuerdo? ¿Entonces en realidad nunca hubo un acuerdo entre sus padres con los reyes del norte?. Su mano cubrió con sorpresa sus labios, alejándose de la puerta para salir de inmediatamente hacia los campamentos de los guardias en busca del alfa. Hablaría con Benkei, le diría todo lo que había escuchado. Si ambos encontraban una manera de evitar que ese contrato se firmara, entonces él seguiría siendo libre y podría estar al lado de la persona que realmente hace latir su corazón.

Su respiración era jadeante, había corrido desde el castillo hasta el campamento principal lo más rápido que sus piernas le habían permitido.
Entró al lugar sin importar el escándalo que eso produciría, en ese momento no le importaba que todos lo vieran y los informantes de su madre le notificaran; actuaría mucho más rápido, cuando su madre mandara por él, él ya tendría algún plan listo en mente.

Ignoró todas las miradas curiosas de todos los alfas en el lugar y pasó derecho hacia el que sabía era el dormitorio del Arashi. Correspondiendo las reverencias de los guardias con un simple movimiento de cabeza.

Tan pronto como estuvo frente al dormitorio, abrió sin avisar y cerró la puerta tras entrar, levantando la mirada hacia el hombre de pie en medio de la habitación con únicamente una toalla rodeando su cintura.
En ese momento, sus mejillas se colorearon de un suave carmín al apreciar completamente cada pronunciado músculo en el cuerpo del ojiazul. Carraspeó un poco y miró hacia otro lado, intentando disimular la situación.

— Waka... ¿Qué haces aquí?

— Vístete.

Ordenó el príncipe, pasando por el lado del alfa, tomando asiento en la cama. Sus ojos se mantenían fijos en el suelo, no iba a negar que la tentación por volver a mirar estaba picando en él, pero nunca había llegado a más con el guardia y mirarlo lo haría ver como un total pervertido.

Una pequeña risita se hizo presente por parte del más grande, era tierno ver al omega cohibirse cuando la mayoría del tiempo parecía ser como un dragón comprimido en el cuerpo de un enano.

— Ya vengo.

No hizo esperar demasiado al príncipe y en cuestión de minutos ya estuvo nuevamente frente a él. Dio un toquecito en su frente, invitándolo a dejar de mirar el suelo y verlo a él.

— ¿Ahora responderás mi pregunta?

El albino apretó sus dedos entre ellos, mirando el rostro de Arashi unos momentos antes de comenzar a relatar todo lo que escuchó.



— ¿Entonces nunca estuviste comprometido con el príncipe Shinichiro?

— No lo estoy. Hasta mañana por la mañana lo estaré. Debemos hacer algo para evitar que firmen ese contrato.

El silencio llenó el reducido lugar y el alfa miró al menor con cierta duda en sus ojos. Una idea estaba cruzando constantemente por su mente, pero... ¿Sería demasiado?

— Envenena a los reyes.

  𝑫𝒊𝒂𝒕𝒐𝒎𝒆𝒂𝒔  || ShinWaka||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora