Aeropuerto de la Capital del Norte. Año 790.
El sonido de las multitudes, los aviones, los altavoces anunciando los próximos vuelos y los vehículos que traían y se llevaban a las personas del complejo aeroportuario daban la sensación de compañía a los viajeros más solitarios. Una joven saiyajin, vestida con un top rosado y un par de pantalones de mezclilla color morado, observaba el caótico entorno de la zona de espera mientras escuchaba música a través de un par de audífonos y bebiendo un vaso de café caliente.
—¿Por qué te vistes así? —De forma inesperada, un pequeño niño humano de dorada cabellera se le acercó, embelesado por su vestimenta. La saiyajin rio. —¿Por qué no me vestiría así?
—Creí que los que eran como tú solo se vestían de negro. —Ella sintió algo desagradable recorrer su cuerpo de pies a cabeza, pero antes de siquiera poder responderle, otra humana de aspecto avejentado (su abuela, probablemente) se acercó al niño y lo reprendió por haberse alejado. —Pyron, ¿qué te dije sobre no alejarte de nosotros?
—Abuelita, mira. Ella usa ropa de colores pero no es humana. Mi mamá dice que eso está mal. —La joven de cabellera alborotada cruzó miradas con la señora, quien negó repetidas veces con la cabeza. —En serio hay gente tan prejuiciosa a veces... —Murmuró entre dientes, para sorpresa de la saiyajin. —Ella ya puede usar esa ropa, mi niño, y eso no está mal.
—Ah...—Dijo el pequeño, atónito por la revelación, y la señora procedió a disculparse por el comentario de su nieto. —Hay gente que todavía no procesa este tipo de cosas. Disculpe las molestias, señorita.
—Ah... sí, está bien. —Tras ese breve intercambio de palabras, la señora se fue con su nieto, volviendo a dejar sola a la chica. Ella permaneció en silencio, observando el suelo del aeropuerto con cierta nostalgia, hasta que una voz familiar la hizo volver la mirada hacia el frente. —¡Caulifla!
—¡Renso! —El hombre de cabellera negra recogida en una coleta, así como una escasa cantidad de barba, se dirigió corriendo hacia la recién nombrada Caulifla y la abrazó con fuerza, estrechando los brazos alrededor de su cuerpo. —No sabes cuánto te extrañé...
—Yo también... —En medio de la emotiva reunión, otras voces de conocidos se hicieron presentes. —Y yo creyendo que ya te habías perdido, Cauli.
—Ya quisieras Trunks. —Respondió Caulifla de manera juguetona, el hombre de cabellera lila sonrió. —¿Cómo te ha ido? No me fuiste a visitar a la capital del Oeste el invierno pasado. Se notó mucho tu ausencia.
—Pasaron algunas cosas, y mi horario estuvo muy apretado esas semanas. —Se excusó la joven desviando la mirada, Trunks suspiró. —Bueno, al menos esta vez pudimos venir, ¿cierto Goten?
Un pelinegro de cabellera algo larga y alborotada se volteó, revelando una vestimenta semiformal, abundante en tonos azulados y acompañada de un par de sandalias, las cuales le quitaban formalidad al resto de su ropa.
—Ah, sí. Desde que te graduaste de la universidad parecía que te había tragado la tierra.
—Ya, ya, muy lindo reencuentro y todo, pero Caulifla debe estar exhausta. Ya tendrán tiempo de ponerse al corriente. —El grupo de jóvenes se mostró de acuerdo con el saiyajin más grande, por lo que comenzaron a caminar en dirección a los estacionamientos anexos al aeropuerto, donde una camioneta roja ya les esperaba. Sorprendida, Caulifla le dio más de un vistazo. —¿Te gusta? Desde que se levantaron las restricciones la vida ha mejorado mucho para los de nuestra raza.
—Me alegra que al fin hayas podido comprarte esto. Fue tu sueño desde que yo era niña. —Renso asintió, y ambos hermanos compartieron una sonrisa nostálgica antes de comenzar a meter las maletas en la cajuela, Trunks y Goten también ayudaron, pese al escaso equipaje. Cuando todo estuvo listo, todos abordaron la camioneta y Renso arrancó. Apenas tomaron la carretera, Trunks habló con entusiasmo. —¿Qué creen que deberíamos hacer primero? ¡Yo digo que vayamos a comer a algún lado!
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Memorias de un ave enjaulada
FanfictionEn un mundo donde humanos y saiyajin comparten un mismo hogar, estos últimos viven una de las peores opresiones jamás vistas. Escuelas, barrios, tiendas y hasta ropa diferentes; esa era la vida que se tenía que vivir en un mundo así. Un mundo donde...