¿Puede el amor nacer del odio? Daniela Avilés acaba de vivir una tragedia, Alice la causo, ¿podrá una espía enamorarse de una mafiosa?
No creas que un inicio romántico te garantiza una historia linda, a fin de cuentas esto es un Thriller.
Contenido...
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Algunos días después en la Mansión Avilés...
El cielo gris parecía reflejar el luto que sentíamos, como si el mundo supiera que acabábamos de perder a un titán. La ceremonia se llevó a cabo en la mansión Avilés, el único lugar donde papá estaría a salvo incluso en la muerte. Las medidas de seguridad eran extremas, pero necesarias; nuestro mundo estaba lleno de enemigos.
Me encontraba junto a mamá y Walsh, intentando mantenerme firme, aunque por dentro estaba destrozada. Papá había sido nuestro pilar, el hombre que nos protegía, que nos guiaba. Y ahora, solo quedaba su recuerdo, enterrado junto con él en la fría tierra. Walsh estaba a mi lado, su rostro endurecido, tratando de ser fuerte para todos nosotros, pero podía ver el dolor en sus ojos. Lo conocía demasiado bien.
Mamá, en cambio, parecía estar al borde del colapso. Desde el momento en que el ataúd comenzó a descender, sus manos temblaban, y sus sollozos rompieron el silencio de la ceremonia. Me acerqué más a ella, intentando ofrecerle el apoyo que necesitaba, pero no estaba segura de si algo podía consolarla ahora. De repente, se inclinó un poco hacia el ataúd y susurró, apenas lo suficientemente alto para que Walsh y yo la escucháramos.
—Antonio... ¿qué voy a hacer sin ti? ¿Cómo voy a seguir adelante sin ti a mi lado? —Su voz estaba rota, llena de una desesperación que no había visto en ella desde que Samantha murió—. Perdí a nuestra hija, y ahora a ti... No sé si puedo soportar más.
Mis ojos se cerraron un momento, reprimiendo las lágrimas que querían salir. Había jurado vengar a papá, y no podía permitirme flaquear ahora. Pero escuchar a mamá hablarle así, como si él pudiera escucharla, me desgarraba. Walsh, que siempre había sido más expresivo con sus emociones, puso su mano en el hombro de mamá, dándole el apoyo que necesitaba.
—Mamá, estamos aquí —le dijo, su voz firme pero cargada de tristeza—. No estás sola. Tienes a Daniela y a mí.
Ella asintió, pero el dolor en su rostro era evidente. Aun así, se mantuvo fuerte, tal vez por nosotros, tal vez porque no tenía otra opción. Estaba a punto de responder cuando una sombra se movió en la distancia, atrayendo mi atención hacia el otro lado del jardín.
Allí, un grupo pequeño se mantenía apartado, observando en silencio. Reconocí de inmediato a Giancarlo, el hermano menor de papá, y a sus hijos, Franchesca y Luigi. No interactuaban mucho con nosotros, principalmente por respeto a papá, pero su presencia aquí significaba mucho. Ellos, al igual que nosotros, habían perdido a alguien importante, aunque sus lazos fueran más distantes.
Mamá se dio cuenta de mi distracción y siguió mi mirada. Al ver a Giancarlo y a sus hijos, suspiró profundamente, como si la presencia de la otra rama de la familia le recordara lo lejos que estábamos de ser una familia unida.
—Es hora de llamar a toda la familia —dijo, su voz más firme ahora—. No podemos permitirnos perder a nadie más.
Su mención de "toda la familia" me recordó lo grande que era nuestra red. No solo éramos nosotros tres, sino también los Avilés en otras partes de Europa. Teníamos que unirnos ahora más que nunca. La ceremonia continuó en silencio, mientras el ataúd de papá estaba ahí, sellando el destino de un hombre que había sido tanto para nosotros.