La mansión estaba sumida en la penumbra, solo la luz de la luna filtrándose por las cortinas iluminaba tenuemente la habitación donde Karime y Gala se encontraban. Era una noche inusualmente tranquila, sin el habitual bullicio que caracterizaba el lugar.
Ambas estaban recostadas en la cama, en extremos opuestos, con el silencio pesado entre ellas. Gala no podía dormir. Había algo en el aire esa noche, algo que la mantenía en vilo, como si un secreto latente estuviera a punto de salir a la luz.
—No puedes dormir, ¿verdad? —la voz de Karime rompió el silencio, suave pero firme.
Gala se tensó, su cuerpo reaccionando de inmediato ante el sonido familiar. No respondió de inmediato, pero luego se giró lentamente para enfrentar a Karime, que también la miraba desde el otro lado de la cama.
—No, no puedo —admitió Gala en voz baja, sintiendo que las palabras le pesaban.
Karime la observó en silencio, sus ojos oscuros reflejando la luz de la luna. Gala podía sentir la intensidad de su mirada, y aunque quería apartar la vista, algo la mantenía anclada.
—¿Por qué? —preguntó Karime, su tono más suave de lo habitual.
Gala dudó por un momento, pero luego decidió hablar. Había algo en la intimidad de la noche que la hacía sentir más vulnerable, más dispuesta a decir la verdad.
—Es difícil... estar aquí contigo —confesó Gala, su voz un susurro en la oscuridad.
Karime se incorporó levemente, apoyándose en un codo para observarla mejor. La tensión entre ellas era palpable, pero no era la misma tensión que había antes. Esta vez, era algo más profundo, más íntimo.
—¿Por qué te quedaste conmigo esa noche? —preguntó Gala de repente, sin planearlo, dejando escapar la pregunta que había estado rondando en su mente desde aquel día.
Karime permaneció en silencio, sus ojos escudriñando los de Gala, como si estuviera decidiendo si debía o no responder. Finalmente, dejó escapar un suspiro, como si se rindiera ante la necesidad de ser honesta.
—Porque no podía soportar la idea de que te sintieras sola —dijo Karime, sus palabras cargadas de sinceridad.
Gala sintió un nudo en el pecho. Esa respuesta la tomó por sorpresa. Karime siempre había sido dura, impenetrable, y escucharla decir algo así la descolocaba. Sin embargo, no pudo evitar sentir un calor extraño en su interior, algo que no había sentido en mucho tiempo.
—No soy buena para estas cosas, Gala —continuó Karime, bajando la mirada por un momento—. No sé cómo hacer que esto funcione sin que todo se complique.
Gala se incorporó también, quedando frente a frente con Karime, tan cerca que podía sentir su respiración. La tensión entre ellas había cambiado, transformándose en algo más íntimo, más vulnerable.
—Tal vez no sea tan complicado —susurró Gala, atreviéndose a levantar una mano y tocar la mejilla de Karime, un gesto que la sorprendió a ella misma.
Karime cerró los ojos por un momento, disfrutando del toque de Gala. Cuando volvió a abrirlos, había algo más en su mirada, algo que Gala nunca había visto antes.
—No sé cómo... —Karime comenzó a hablar, pero Gala la interrumpió, acercándose aún más, hasta que sus frentes se tocaron.
—No tienes que saberlo —murmuró Gala, su voz apenas un susurro—. Podemos descubrirlo juntas.
El silencio que siguió fue denso, cargado de emociones no expresadas. Karime llevó una mano al cabello de Gala, acariciándolo suavemente, mientras la otra se posaba en su cintura, acercándola un poco más.
Gala cerró los ojos, dejándose llevar por la cercanía, sintiendo la calidez de Karime envolviéndola. El tiempo parecía detenerse mientras ambas se aferraban a ese momento, como si temieran que cualquier movimiento brusco pudiera romper la magia que las envolvía.
Karime finalmente dejó escapar un suspiro y susurró, con una voz cargada de emociones:
—No sé cómo hacer esto... pero quiero intentarlo, si tú también quieres.
Gala sonrió suavemente, sus labios rozando los de Karime en un gesto delicado.
—Yo también quiero —respondió Gala, sintiendo que, por primera vez, estaban en la misma sintonía.