Capítulo Dos: Con una mano en el corazón

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Gavi




—¿Cómo te sientes? — elevo el pulgar —. Muy bien, entonces dame una más.

Maldigo para mis adentros, y casi quiero rodarlos ojos, pero hago lo que me pide. Le doy una más, y en verdad le pongo toda la fuerza en mi interior.

Una, se convierten en dos, después en tres, cuatro, cinco y termina en seis.

Dejo caer mi cuerpo, permitiéndome por primera vez respirar el aire que mis pulmones me piden con desesperación.

En otro momento, quizá hace un año, o menos, quizás hace siete meses, habría realizado todos estos ejercicios sin requerir de tanto esfuerzo. Pero hace siete meses no tenía una lesión en la rodilla.

La facilidad con la que nuestro cuerpo se acostumbra a la pereza es de miedo. Llevo toda mi vida entrenando al más alto nivel, pensaba que estos ejercicios no me resultarían complicados, pero hasta ahora, me han hecho sudar y esforzarme como no lo había hecho en los meses que llevo lesionado.

Pero me gusta la sensación que me deja.

Puede que otros piensen que estoy enfermo porque me gusta sentir el dolor, pero esa es mi manera de sentirme vivo. De creerme que esto está funcionando y que todo este dolor tendrá su fruto cuando me den luz verde para poder regresar al campo.

Por supuesto, sé que aún quedan meses, pero ahora es menos que antes.

Un día más es un día menos.

—¿Cómo te sientes?

—Como si hubiera corrido un jodido maratón — me uno al coro de risas. Alguien me golpea en el pecho.

—Eso es lo que deseas. Correr un jodido maratón.

Cuando abro los ojos, es el brazo de Pedri el que se extiende hacia mi. Lo tomo, aceptando su ayuda para ponerme de pie. Nuevamente me da dos golpes en la espalda con su característica sonrisa antes de que vayamos hacia donde se encuentra mi botella con agua.

Hace tres meses hubiera necesitado de las muletas o de la ayuda de mi amigo para llegar a ella. Ahora puedo hacerlo por mi propia cuenta, sin ayuda de nada ni de nadie.

Con lesiones como estas, para jugadores como yo y para todo tipo de personas, es que entiendes el verdadero valor de tener ambas piernas sanas. El valor de caminar.

¿Cómo es que sobreviví todos esos meses sin hacerlo?

Por ella.

Es algo en lo que no me pongo a pensar.

Mentira. Piensas en ella todos los días.

—Estoy pensando en que hagamos un entrenamiento en la playa — dice uno de los fisios —. ¿Qué te parece?

—¿Crees que estoy listo para ejercicios en la playa?

—Bueno, no vamos a explotarte como a estos — señala a Fermín y Pedri —. Más bien quiero que sientas un poco de aire fresco. No es lo mismo que entrenar en campo, pero creo que te vendría bien.

Toda la recuperación le he llevado en espacios cerrados, dentro de la ciudad deportiva, como justo ahora.

Como dijo, no es lo mismo que entrenar en el campo, que es lo que más añoro. Pero definitivamente es mucho mejor que entrenar en estas cuatro paredes en donde todo lo que escucho son sus voces y el esfuerzo que hago en cada ejercicio.

Golden Boy - Pablo Gavi (#2 Barcelona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora