¡¿Me espías?!

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  La profesora de literatura solo asintió en respuesta, así que me levanté del pupitre agarrando mi mochila con demasiada fuerza, por lo que casi le pego a mi acompañante, era bueno saber que tenia buenos reflejos.

Salí detrás de la maestra de álgebra, mirando mis pies.

  -Sigueme, Jeon. Terminas aquí y te podrás retirar. Lo resultados serán dados cuando sean evaluados.- Los tacones de la mujer resonaban en el pasillo al estar todo en silencio. Asentí a lo que había dicho.- No te olvides de vaciar tu locker al terminar.-

  Al llegar al aula, habían ya otros chicos ahí, busqué una mesa apartada y solitaria en la esquina y me senté. La maestra llegó hasta mí con unas diez hojas en la mano, y las colocó en la mesa, y así con todos los que estaban allí.

  -Tienes hasta que el timbre suene.- dijo viendo a todos.-

 
Comencé a leer las hojas, la mayoría eran fracciones fáciles de hacer, no teniamos permitido ninguna clase de ayuda electrónica, así que comencé a hacer cálculos mentales a medida que iba leyendo. Era pan comido, se los había dicho, era absurdo que yo me llevara esa materia.

  Lo único que se escuchaba en el silencioso salón, era el ruido de las hojas al ser desplazadas, los bolígrafos repiqueteando en la mesa de manera insistente, y algunos suspiros frustrados.

Yo intenté prestar atención, pero el insistente golpeteo de los bolígrafos con la mesa, me estaban sacando de quisio. Suspiré de manera acompasada, intentando tranquilizarme.
Lo cuál logré al darme cuenta que sólo faltaban veinte minutos para que el timbre sonara y aún no me faltaban tres hojas para completar.

Masajeé mi cien mientras volvía a mi lectura, ignorando por completo los sonidos externos. Mordía mi pulgar cuando no entendía a qué se refería en alguna pregunta, pero pasaba rápidamente a la siguiente consigna para no atrasarme aún más.

Cuando el timbre sonó, me encontraba revisando los resultados nuevamente, pero no terminé de hacerlo ya que la maestra se levantó como si tuviera un resorte en el trasero y se apresuró a quitarnos las hojas, incluso si no las habían terminado, ya que un chico le lloriqueaba que le diera treinta minutos más. Pero la mirada desinteresada de la maestra, le dejó en claro que no ocurriría.

Me sentí mal por el chico, se ve que se estaba esforzando en pasar la materia.

Pero no era mi amigo. Así que con una mueca, guardé mis útiles en la mochila, la colgué en mi hombro y luego salí.

Me encaminé a mi casillero para poder vaciarlo, ya podría largarme de aquel purgatorio de una buena vez.

Heché sin ganas la ropa y libros que había guardado ahí, y cerré de nuevo con llave, me diriguia a receptoría cuando me encontré con el grupillo de los populares, o como yo los llamo, los gilipolleros. Aunque Taehyung a veces era parte del nombre, y en ociaciones no.

Pensaba pasar desapersivido, y lo habría logrado si Bogum no hubiera gritado mi nombre a todo pulmón, como si me hubiera extrañado.

El grupo dirigió la mirada hacia mí y mi amigo, quien corrió a abrazarme.

-Bogum, ¿Podrias ser más discreto?- gruñí cuando me soltó.-

Miré de solayo al grupete que ya no nos prestaba atención y seguían lanzándose papeles entre ellos, pero una persona sí miraba, con el ceño fruncido, como si le molestara mi presencia.

Chasqueé la lengua. Taehyung era un idiota.

-No, no puedo bebé.- dijo apretando mis mejillas, haciendo que mis labios se abultaran.-

¡Elijo al torpe!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora