Capítulo Cuatro - Pasado

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«—¿Qué entienden por filosofía moral? —preguntó la maestra, escribiendo con plumón rojo y en grandes letras el nombre. El reloj marcaba las 8:15 AM y mi cerebro insistía en no colaborar. Estaba haciendo una huelga de sueño, exigiendo un alargue de vacaciones—. ¿Qué, nadie?
Cuando los ojos de la malvada bruja se posaron en mí, intenté no mirarla a los ojos, miré a la pizarra, a mi cuaderno, mi lápiz. Nunca hice contacto visual con ella, si lo hacía estaba perdida. No podía quedar mal en mi primera clase.
—¿Qué tal usted? —indicó mi lugar y quise insultarla hasta el fin de la eternidad—. No soy Medusa, así que puede mirarme a los ojos, por favor, no se petrifique antes.
Enderecé mi postura y leí el encabezado frente a mí—. Filosofía moral —dije con voz clara. Bien, podía leer, ahora solo me quedaba responder de forma coherente. Cerebro, colabora—. ¿Es la rama que estudia y propone la teoría del comportamiento humano? Sí—dudé un momento hasta que la vi instarme a continuar, en mi cabeza era coherente, pero no me era de extrañar haber balbuceado—, es donde se realiza un análisis de las razones que se tienen al actuar.
Una sonrisa se extendió en la cara arrugada—. Bien. Ahora, ¿por qué crees que esto es importante en las leyes?
—¿Porque crea interrogantes y abre el pensamiento?
—Si no me lo estuviera preguntando, le habría aplaudido.

Miprimer día de universidad había sido mucho más de lo que podría haberimaginado. Me perdí más veces en el campus de las que planeé. Escribí más quenunca en mi vida y mi hambre subió a un nivel estratosférico por culpa de laansiedad.
Así y todo, nada fue tanto como ver a Lyam de la mano de su novia.
Anna, a quien en secreto llamé perra, no era linda. Imaginaba que el tipo deLyam eran las de grandes senos, ropa ajustada y piernas eternas. Con un inmensoculo trabajado por horas en un gimnasio. Y ella no era así. Era normal y muyflaca.
Llevaba una camiseta negra, jeans y zapatos bajos. Su mochila iba en el hombrode Lyam y era colorina con un montón de pecas en su manchada cara, detestabalas zanahorias. La odié tanto que tuve que escapar al baño a mojarme la cara.Sentía que era capaz de arder de celos.
Lyam de algún modo iluminaba mis días, era divertido pasar el rato con él ycompartíamos demasiados momentos lindos. Me gustaba que siempre sonriera, todole causaba gracia y hacía mi vida más ligera, incluso cuando insistía enhacerme enojar, me desafiaba y eso era revitalizante.
Por otro lado, aún estaba Thomas, a quien había dejado de lado porque queríapasar más tiempo en casa de Daniela.
Antes de conocer a Lyam había pensado en que no era para nada como el resto delos chicos a los que conocía, lo encontraba divertido, interesante y lleno deenergía. Ahora todo era descolorido y muy molesto al compararlo.
Me fastidiaba todo de Thomas. Todo. La forma en que chupaba sus dedos luego decomer papas fritas, su obsesión por los juegos de video y la manera que teníade apretarme las tetas, como si fueran de goma. Lo odiaba, pero era seguro. Nocorría peligro al estar en una relación con él, no había miedos niinseguridades.
El problema era que tampoco existía la emoción. Ese cosquilleo en el estómagoque experimentaba cada vez que escuchaba a Lyam, ese temor a no verlo cada día,esa
preocupación de saber de él. Yo encajaba al lado de él.
No era engreída, era simple, tenía ojos y espejo y yo me ajustaba mejor al ladode Lyam que Anna. Nosotros éramos naturales. El problema es que el amor no erafácil, lo
había visto en mis padres desde pequeña, la forma de destruirse con todo lo quesabían que al otro podía dolerle, ese poder me daba miedo. Incluso asícontinuaron juntos hasta el día que mi madre falleció.
Volví a respirar frente al espejo y decidí dejar el asunto ahí, oculto. Luegopodría analizar todo, por ahora debía enfocarme en que necesitaba buscar aDaniela para usar su computador, tenía mi primer trabajo de Filosofía moral ydebía redactar de manera contundente una defensa planteando las dudas delcomportamiento humano. Maravilloso.
Mi recorrido desde el edificio hasta el aparcamiento no era muy extenso. Unoscuantos metros cruzados por césped verde y bancas de madera. De cualquiermanera no lo había pasado tan rápido como me habría gustado. Lyam y su noviaestaban conversando con un grupo de sus compañeros de clases. Él la abrazabapor los hombros y hablaban animados, me reprendí mentalmente por darme cuenta queél le entrelazaba los dedos.

Estaba llegando al estacionamiento de las bicicletas, cuando Lyam tuvo eldescaro de llamarme. Me apresuré a caminar en la dirección opuesta a él. Nodeseaba encontrarlo, menos ahora que me admitía a mí misma la extraña obsesiónque sentía por él.
—¡Colibrí! —gritó. Mis latidos dieron un pequeño galope cuando lo vi soltar lamano que había sostenido durante todo el puto día y corrió hasta mí. Cuandollegó a mi lado estaba sin aire.
—Estás fuera de forma, Hayes —me burlé.
Entrecerró los ojos y ladeó la cabeza—. Puedo demostrarte lo contrario —dijoagachando la cabeza para tomar aire.
—¿Necesitas un inhalador, anciano pervertido? —seguí. Había reprimido miscomentarios durante cada clase para no dar una mala impresión. Ahora misarcasmo estaba liberado y listo para darle un mal rato al culpable de mi miserabledía.
Sacudió la cabeza y empezó a reír—. ¿Te llevo a casa?
—¿No tienes una novia a la que escoltar, príncipe encantador?
Su expresión fue de puro gozo—. No imaginaba que podías ser celosa, esto esmaravilloso.
Fruncí el ceño enojada. Sí, era celosa. Era una consecuencia de ser hija única,quería todo para mí. Sobre todo a él—. No soy celosa, idiota —mentí.
Su risa resonó con fuerza—. Estás verde, Fiona. Déjame llevarte.
Miré a mi fiel bicicleta, la invitación era en realidad tentadora—. ¿Y mañanacómo se supone que regrese? —pregunté. La verdad era que no me importabademasiado, era capaz de dejar todo de lado con tal de pasar más rato con él. Misentido común sobre todo.
Sus cejas se alzaron contemplando mi dilema—. Te paso a buscar.
Sabía que estaba cruzando la línea al pasar tiempo a solas con él. Era obvioque ambos nos atraíamos y estaba su novia a solo metros de nosotros—. ¿Qué pasacon tu novia?
—No es celosa como tú. Se va en su propio auto.
Cerré los ojos e inhalé. ¿Qué decía de mí el que no me importase en lo másmínimo lo que sintiera su novia? ¿Me convertía en una mala persona? ¿Cómo podíajustificar este comportamiento?
Ahí estaba yo, creando interrogantes. Era hora de abrir mi pensamiento.
—Tengo que hacer un trabajo sobre la moral.
Lyam miró a Anna, le gritó—: Te llamo en la noche, te quiero —y se volteó devuelta a mí—. Soy un inmoral, escribe toda mi historia con antónimos y teaseguras un sobresaliente.
Y así de simple, estaba dentro.

Cuando acabe el inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora