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Bo-Katan fue llevada por Din hasta el interior del Guantelete. Las luces de la sala de pilotaje se encendieron automáticamente en cuanto entraron, inundando el espacio con un brillo suave. La puerta se cerró con un siseo tras ellos, dejándolos aislados de oídos y miradas curiosas.

—¡Suéltame! —Bo-Katan rompió finalmente el agarre, aunque la decisión fue más de Din que de ella. La fuerza en su voz contrastaba con la mezcla de emociones que bullían en su interior—¿Para qué me trajiste aquí? Dijiste que me fuera. —Le recordó, su tono estaba cargado de reproche.

Din la observó a través del visor de su casco, su rostro invisible pero sus sentimientos claros en su postura. —Tu actitud no nos llevará a nada —le respondió con calma, sin desviar la mirada—. No necesitas ser grosera con Koska.

Las palabras de Din encendieron una chispa de furia en Bo-Katan. —Tu puta debe moverse bastante bien para que la defiendas —escupió, cruzándose de brazos y fijando sus ojos verdes en él con una mirada de acero.

Din respiró profundamente al escucharla, sintiendo el peso de la tensión entre ellos. Aquellas palabras le recordaron a una discusión similar que había tenido en el pasado con Yennie, luego de que esta le reprochara la presencia de Bo en el encubierto. —Las cosas son diferentes de dónde vengo —murmuró, su voz grave y contenida.

—¡Tienes otra mujer! —Bo-Katan explotó finalmente, su rostro enrojecido por la rabia y la confusión. Su cabello pelirrojo parecía arder bajo las luces de la nave—¡Pensé que yo era tu esposa!

—¡Lo eres, Bo! —Le respondió Din con firmeza, dando un paso hacia ella, aunque ella retrocedió ligeramente, evitando cualquier toque—. Sé que esto es complicado... escucha, jamás haría algo que tú no quisieras. Si Koska está conmigo es porque tú misma lo pediste.

Bo-Katan lo miró incrédula, sus ojos destellando con una mezcla de dolor y furia—Me parece imposible que yo te pidiera algo así... a menos que no me sienta segura de mi capacidad como mujer para complacer a mi marido —su voz estaba cargada de amargura—. ¿Es eso?

—¿Qué? ¡No! —Din suspiró—. Bo, eres grandiosa en todo lo que haces, créeme —su voz bajó, casi en una súplica—. Tú fuiste quien accedió a que Koska y yo... ni siquiera estaba interesado en ella al principio.

Los labios de Bo-Katan temblaron, su resistencia comenzaba a desmoronarse bajo el peso de las palabras de Din—Y ahora esa perra te gusta más que tu propia mujer —murmuró, su voz quebrándose.

Din negó lentamente—No, Bo, no es así. Estás tergiversando todo... Amo a Koska, pero la primera mujer en mi corazón eres tú, ¿entiendes? —Agarro suavemente la mano de Bo-Katan, apretándola sin mucha fuerza—. Cuando regresemos a Coruscant, habla con... contigo misma, y lo entenderás. Koska es tu mejor amiga, ha pasado por mucho y al final decidió seguirte.

Amiga.

La palabra resonó en la mente de Bo-Katan. No tenía amigos, solo compañeros, aliados en la batalla, pero alguien a quien considerar como un verdadero amigo... eso era desconocido para ella. Aun así, la situación le resultaba extraña, casi surrealista.

—Aun así... aquí... —Bo-Katan hizo una pausa, intentando procesar lo que estaba escuchando, decidió cambiar de tema, no quería complicarse más—. ¿Por qué está ese miembro de la Guardia de la Muerte contigo? ¿Lo conoces? ¿Sabes quién es, ¿verdad? Es uno de los familiares de Pre Vizsla —le preguntó, buscando respuestas que pudiera comprender.

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