Capítulo 1

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El joven rubio sostenía un libro con delicadeza, mientras su pierna se cruzaba elegantemente sobre la otra, moviéndose sutilmente al ritmo de la música que emanaba de sus auriculares.

Llevaba casi dos horas en el taxi que había tomado en el aeropuerto, pero el tráfico no le afectaba. Sabía que sus padres no se preocuparían si llegaba tarde; nunca lo habían hecho, así que, ¿por qué lo harían ahora?

El chico regresaba del extranjero, después de haber conseguido una beca para estudiar en el TEC de Monterrey. Amaba profundamente México.
Recordaba claramente el día en que eligió dónde estudiar. Entre todas las universidades de Estados Unidos y Europa, decidió ir a una en Latinoamérica. Sus padres no estuvieron de acuerdo al principio, pero con el tiempo aceptaron su decisión, sobre todo porque él destacaba en ese país. Sus logros académicos lo hicieron conocido, y en ocasiones, sus padres recibían entrevistas donde les hacían preguntas superficiales sobre su hijo.

Sonrió suavemente al recordar su estancia en México. Todo allí era diferente a lo que conocía en su pequeño pueblo natal. Hizo amigos que se convirtieron en parte esencial de su vida, y allí también descubrió algo nuevo sobre sí mismo: su atracción por los hombres. Aquella curiosidad que siempre había sentido de pequeño; bi-curiosidad. Como le llamaba él.

Aunque se dio cuenta de que las burlas y el acoso podían seguirlo a cualquier rincón del mundo, su estancia y experiencia en México fue la más feliz y enriquecedora de su vida. Aprendió a valorarse, a expresar sus pensamientos sin miedo, y a confiar en sí mismo. En las fiestas, se permitía disfrutar libremente, lejos de las restricciones de sus padres. Sin duda, siempre estaría agradecido con sus amigos por haberle ayudado a descubrir la mejor versión de sí mismo.

Durante el resto del viaje, una pregunta lo atormentaba: si mostraba a sus padres la nueva versión de sí mismo, ¿tendría problemas? Esperaba que no, pero conocía a sus padres, sabia que enloquecerían por verlo tan cambiado.

El taxi se detuvo frente a su hogar. El chico pagó al conductor, bajó del coche y sacó las maletas de la cajuela. Con una sonrisa agradeció al taxista antes de acercarse a la puerta de su casa. Tocó el timbre con cierta inquietud.

Una mujer abrió la puerta, y al verlo, quedó atónita. Lo miró de arriba a abajo, incrédula, antes de llevar una mano al corazón. -¿Butters, eres tú, cariño?

-Ya estoy de vuelta, mamá -respondió él. Su voz había cambiado, ahora sonaba más profunda, más madura, pero conservaba la gentileza que siempre lo había caracterizado.

Sin poder contenerse, su madre se abalanzó sobre él, abrazándolo con fuerza mientras lágrimas rodaban por su rostro. -Oh, hijito, te he extrañado tanto, tanto.

El muchacho la envolvió en un abrazo cálido, acariciando suavemente su cabeza. -Yo también te he extrañado, mamá.

La relación entre ellos había sido buena, y de no ser por su padre, podría haber sido excelente. Tras un emotivo reencuentro, ambos entraron a la casa, donde el mencionado los esperaba. Para su sorpresa, su padre estaba en el suelo jugando con un niño pequeño, de unos dos años de edad.

-Butters, hijo mío -dijo su padre con una sonrisa-, ¡mira lo grande que estás!

-Gracias... -el muchacho de ojos azules miró al niño, esperando una explicación.

-Ven, acércate -dijo su padre-. Quiero presentarte a tu hermano.

-Se llama Justin, ¿verdad que es lindo? -añadió su madre, con los ojos brillando de ilusión.

-Parece que aprovecharon bien mi ausencia -bromeó, soltando una carcajada que sorprendió a sus padres-. Es un niño precioso, felicitaciones a ambos.
Pero en su interior, una idea lo carcomía: ¿Era esa la razón por la que no había recibido ninguna llamada de ellos en toda su estancia fuera del país?
Estaba en lo cierto; sus padres habían volcado toda su atención en el pequeño Justin. La verdad era que ese hijo había sido planeado, a diferencia de él. Y esa era la razón por la que lo habían tratado con tanta frialdad en su infancia.
El enojo crecía dentro de él al ver cómo sus padres consentían a su hermano, dándole todas las libertades que a él siempre le habían negado. Sí, de niño había recibido cariño, pero también había sentido el rigor y la dureza de sus padres, lo que lo llevó a desarrollar ansiedad, estrés y una doble personalidad.
Después de terminar de comer, colocó los cubiertos con cuidado, se limpió la boca y se puso de pie, intentando mantener la calma.

DONDE HABITA EL RECUERDO || BUNNY SOUTHPARK Donde viven las historias. Descúbrelo ahora