Capítulo 1: Una familia peligrosa

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Hirai Momo, 31 años y la vida que cualquier persona a esa edad desearía. Tenía dinero, mucho dinero y era el rostro más reconocido en su trabajo. Más popular. Más aclamado. El mejor sueldo. La consentida de su jefe. La envidia de sus compañeros.

Hirai Momo sabía cómo manejar los horarios a su antojo, respetar su trabajo y sobre todo hacer valer sus honorarios. Y no necesitaba secretaria ni asistente para que se lo recordara. Porque no la tenía y no iba a hacerlo. Recordaba cada reunión, cada nueva asignación de trabajo y cada línea que nunca podía dejar de repetir.

Hirai Momo lo lograba todo con su astucia adquirida al pasar los años y nunca perdía nada por la misma experiencia. Pero si en algún momento alguna cuerda tambaleaba, su sonrisa y su discurso de nunca acabar le regalaban ventaja y no solo volvía al ruedo, sino que lo ganaba.

Hirai Momo era aquella chica alta, de melena castaña y ojos cafés que nadie podía resistir a mirar. Su pulso no temblaba antes de firmar un nuevo contrato y su voz no dejaba lugar a dudas. Si el producto final lo valía, su firma en un simple papel lo valía aún más.

Hirai Momo tiene un departamento que deja cada mañana antes de las 7 y un Cadillac negro que aborda a las 7:01. Mientras maneja, Momo se estira hasta el espejo retrovisor, repasa el labial rosa que usa desde los últimos 12 años y se sonríe a si misma antes de llegar al semáforo donde Han la espera. Aquel joven de 11 años que limpia su parabrisas y ella le da cinco billetes para retomar su camino.

Hirai Momo se felicita mentalmente y enciende a las 7:15 su teléfono móvil. Conecta el manos libres a su oreja y escucha la voz de Cristopher como cada mañana a esa hora.

-Buenos días, preciosa- ella sonríe y gesticula tan lento que un pequeño hoyuelo se forma en su mejilla. Cristopher Bang tiene 58 años y es más que su jefe, su padre. Namjoon jamás ocupó bien ese lugar y Cristopher lo desplazó con el cariño que ella siempre necesitó. Lo adora y él a ella. Y tal vez por eso realiza tan bien su trabajo.

-Ey, Cris. Voy en camino ¿donas?-

-No te molestes. Felix horneó Braunies y ya pedí café-

-Genial ¿alguna noticia?- preguntó Momo bajando apenas la ventanilla.

-Tienes un nuevo trabajo. Este te gustará, estoy seguro.

-Vaya, ni una semana me dejas descansar- bromeó ella escuchando la risa de Cristopher opacar la suya. -¿Y de que se trata?

-Te lo comentaré apenas llegues.

-¿Ni un adelanto?- chantajeó Momo doblando y descendiendo la velocidad.

-Ya estás aquí- aseguró él y Momo sonrió porque nunca entendía si él lo sabía porque la veía desde la ventana de su oficina, o porque no era muy silenciosa al apagar el motor. Tomó una carpeta y un maletín del asiento acompañante y abandonó el auto -Apresúrate o el café se enfriará- cortó  Cristopher finalmente la llamada y ella subió las escaleras de la entrada con velocidad.

El edificio era enorme, uno de los más grandes de la ciudad posiblemente y a  Momo le encantaba atravesar aquellas dos puertas corredizas solo para que los demás empleados giraran a verla. Alzaba su mentón, se aferraba a su maletín y avanzaba sin mirar a nadie hasta el ascensor. Allí dentro, se permitía acomodar algo su cabello y, los días que portaba traje, ajustaba su corbata solo para hacer notar su presencia a quien la acompañara.

El número 10 se iluminó de color rojo y el ascensor se detuvo, Momo lo abandonó al instante y caminó con seguridad hasta la oficina de Cristopher. A él no le gustaba que ella golpeara la puerta o se anunciara, sin embargo Momo siempre lo alertaba a medida que se acercaba y lo saludaba cuando se encontraba ya en el interior.

Reglas de Oro | Dahmo G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora