Decidida a salir de la rutina, descargué la aplicación de citas que estaba de moda. Sabía que mi familia y amigos podrían juszgarme al enterarse de que la estaba usando, pero la curiosidad y el deseo de experimentar superaron cualquier temor. Aunque en el fondo anhelaba algo serio, no podía evitar preguntarme si una app de citas era realmente el lugar adecuado para buscarlo. Pero, siendo honesta, mi vida social era tan limitada que no tenía muchas otras opciones. Mi círculo se reducía a dos amigas cercanas, mi familia y los amigos de mis hermanos, y salir a conocer gente nueva no era precisamente mi fuerte.
Mi vida romántica hasta entonces había sido un cúmulo de "casi algo". Mi primer amor, el primero del que me enamoré, nunca llegó a concretarse en nada más que en años de suspiros y esperanzas no cumplidas. A los 13 años, me gustaba un chico que solo me hablaba porque le gustaba una de mis amigas. Un año después, me encontraba pasando casi todos los días con un amigo, sin darme cuenta de que sus intenciones iban más allá de la amistad. Luego, a los 16, me enamoré de una chica que conocí en internet, solo para descubrir, tras confesarle mis sentimientos, que no eran recíprocos, pues ella era hetero. Así que, a mis 19 años, mi historial romántico consistía en experiencias frustradas, sin una sola pareja, sin una cita memorable, y sin haber dado mi primer beso.
Me sentía como si me estuviera perdiendo de algo crucial, como si una parte esencial de mi juventud se estuviera escapando sin que pudiera aferrarme a ella. La adolescencia había pasado de largo y no quería que la etapa siguiente se deslizara de la misma manera.
Así que, armada de valor, creé mi perfil en la aplicación. Subí tres fotos, añadí mi edad, mi nombre y una breve descripción sobre mis pasatiempos. Tomé la precaución de vincular la aplicación con mi perfil de Facebook, configurándola para evitar que mis conocidos pudieran ver mi perfil. La sola idea de que algún primo o amigo me encontrara en la app me hacía sonrojar de vergüenza.
Con todo listo, la primera persona apareció en mi pantalla para hacer match. Los nervios empezaron a aparecer, pero continué deslizando. Pasaron veinte minutos y, para mi sorpresa, ya tenía seis matches esperando una respuesta: tres que yo había iniciado y tres con los que el interés era mutuo.
Miré la pantalla con una mezcla de emoción y ansiedad. Cada uno de esos matches representaba una puerta entreabierta hacia lo desconocido, una posibilidad de experimentar algo nuevo. Pero, al mismo tiempo, sentía el peso de mis expectativas y mis inseguridades.
Mientras miraba las opciones, no podía evitar preguntarme si alguna de esas conversaciones llegaría a convertirse en algo real, o si simplemente serían otro capítulo en la lista de "casi algo" que parecía ser mi vida amorosa.
Pero una cosa era segura: esta vez, no me iba a quedar esperando a que las cosas sucedieran. Estaba lista para dar el siguiente paso, fuera cual fuera.
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Antes de los 22
Teen FictionEs la historia de una chica que quiere cumplir con sus expectativas románticas antes de sus 22 años para sentir que ha experimentado antes de que concluya su juventud.