Capítulo 5

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Capítulo 5: Complejo de Princesa

Todo había pasado tan rápido...

En un segundo estaba haciendo de rehén, y al siguiente, el tipo que me apuntaba con la pistola estaba en el suelo, junto al cretino más grande del planeta.

"¿Qué...?" balbucié, demasiado sorprendido como para articular palabra.

"Oh, pero si estabas aquí", sonrió el idiota. "Veo que realmente te las arreglaste para sobrevivir", murmuró mientras esposaba al sujeto.

"Tú..." espeté mientras lo apuntaba. "¡Casi me matas!"

Éste, una vez que vio que el tal Ace no era una amenaza, me miró nuevamente, extrañado.

"¿Cuántas veces tengo que salvarte el culo para que me agradezcas?" preguntó alzando una ceja. "Realmente pareciera que tienes un complejo de princesa".

"¡No habría estado en esta situación de no ser por ti!" grité indignado.

¿Agradecerle? Sí, claro.

"Tienes razón, probablemente habrías sido vendido y tu abuela hubiese sido asesinada. ¿Es eso lo que querías?"

No respondí.

A regañadientes tenía que admitir que, de no haber sido por su intervención, probablemente ese hubiese sido el panorama.

"Mi abuela", susurré antes de correr dentro.

Esta no estaba de pie en la sala, sino llorando desconsoladamente mientras trataba de explicarle algo a alguien por teléfono. Seguramente había llamado a la policía.

"Abuela", la llamé, más no me escuchó, pues su llanto era más fuerte.

"¿Sabes? En estos momentos deberías ir y consolar a la pobre vieja", susurró una voz en mi oído.

Me giré sorprendido y allí estaba nuevamente aquel tipo.

"¿Sigues aquí?"

Este ni siquiera se molestó en responderme, simplemente caminó directamente hasta donde mi abuela y le quitó el teléfono de las manos para hablar él.

Mi abuela lo miró aterrada y luego me vio a mí.

Su expresión... pasó de ser una de sorpresa, a una de alivio tan rápido que ni siquiera pareció real.

"Abuela", murmuré antes de acercarme y abrazarla fuertemente.

No me importaba que ese tipo estuviera ahí de pie, mirándome directamente con el teléfono en la mano. Tal vez a sus ojos pareciera un idiota, un niño o un marica, pero nada ni nadie iba a impedir que abrazara a esta señora.

"Gracias", espeté de mala gana. No me hacía muy feliz saber que había sido salvado, otra vez, por él.

Mi abuela, al oír mis palabras se volteó y sin pensárselo mucho, se acercó al sujeto.

"¿Quién es usted?" le preguntó manteniendo solo un paso de distancia.

"Mi nombre es Hunter", respondió el tipo arrojando el teléfono sobre el sofá.

"¿Tú ayudaste a mi nieto en el parque?" siguió interrogándolo.

Al parecer ya se encontraba mucho mejor.

El tal Hunter me miró y sonrió.

"Creo que eso es algo que Dylan debería responder".

Sin embargo, antes de que pudiera articular palabra para verificar o desmentir aquello, mi abuela hizo algo que ni el tal Hunter o yo esperábamos. Lo abrazó. Y no fue un abrazo rápido y tímido, fue uno de esos que le das a alguien cercano, a un familiar, a alguien que conoces de toda la vida.

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