Capítulo cuatro: Lluvia

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Después del gran escándalo, las dos pelirrojas se calmaron cuando escucharon la noticia. Lo que el lugar antes parecía un gallinero, ahora se ha convertido en una biblioteca por el inmenso silencio que hay. Para ambas escuchar esa mala noticia por parte de los asiáticos, le ha caído como un balde de agua fría, no lo pueden creer y saben que a partir de ahora las cosas serán muy diferentes. No pueden pensar muy bien en que harán con sus vidas, ya que para ellas todo se ha derrumbado como una avalancha de nieve desde la montaña más alta.

Carlota se retira del restaurante chino después de varios segundos sin poder creerlo, no puede pensar con claridad y tiene una mezcla de sentimientos en su corazón que no lo sabe descifrar. Su melancolía se liga con la lluvia que empieza a cesar de las nubes en ese momento.

¡Vaya! ¿Por qué siempre tiene que llover cuando alguien está triste?, parece una verdadera película de drama.

Así que Carlota camina desamparada y sin detenerse por las calles frías y lluviosas, se está mojando y ya no le importa qué su atuendo de la última moda se arruine por completo, después de todo, ya todo se ha arruinado y nada tiene arreglo según ella. Está tan triste porque sabe perfectamente que la empresa no va a crecer ni a tener éxito en poco tiempo, sin firmar ese contrato, todas las metas y proyectos caen abajo; y ni hablar del dinero que podría haberse ganado después de esa oportunidad perdida. Todo está muy mal y la culpa la tiene aquella pelirroja descabellada que se ha cruzado en su camino solamente para arruinar sus planes.

—¡Estúpida mujer! —exclama para sí sola con mucha ira.

Mientras que por otro lado, Marien ya ha recogido sus cosas y se ha despedido de ese restaurante chino que le ofreció una oportunidad de trabajo en momentos de crisis. Aunque no ganaba mucho dinero, aún así se mantenía con el poco sueldo y hasta ahorraba algo. Ahora lo que le preocupa y lo que no la deja pensar con claridad es como hará para mantener a su madre y a su hermana; es un reto difícil para poder conseguir otro trabajo donde la acepten con poca experiencia.

La madre de Marien está muy enferma y su hermana solo tiene diez años; su padre desapareció cuando nació la pequeña y desde allí no se sabe más nada de él. Por ese motivo, Marien es la única que puede salir a trabajar y mantener a su familia, es un reto que cada día la agota, pero tiene que hacerlo, es como una obligación para ella misma. Ver que su madre está grave por su enfermedad, es una preocupación día a día, no quiere que ella muera —y a decir verdad, ningún hijo quiere ver morir a su madre— todo lo que hizo su mamá por sacar adelante a las dos niñas cuando el padre las abandonó es algo que aprecia mucho la pelirroja y le tiene que devolver la recompensa. Marien se lo debe.

Así que Marien también camina por las calles lluviosas, desamparada y mojándose, sin importar que más adelante le pueda dar un resfriado.

Ambas pelirrojas de nuevo se van a topar cuando crucen por el callejón, ya que han caminando por la misma ruta.

¡Y esta vez será algo más que casualidad!

Pero Carlota tiene más suerte que Marien, por así decirlo, ya que ella se detuvo por un tropiezo con un chico atractivo, alto, pelinegro y con lindos ojos azules tan claros que la misma Carlota se puede reflejar en ellos. Y se quedaron mirando, sin hablar o sin ninguna incomodidad, solo están allí mirándose fijamente por muchos segundos y minutos, sin importar que la lluvia cayera sobre ellos. Definitivamente una escena que desde cualquier punto de vista, es tan romántica como ninguna, un glorioso encuentro para esos dos chicos.

—Disculpa —murmura el chico rompiendo el silencio después de varios segundos de verse. Carlota abre la boca sin poder decir nada, está tan embobada por el chico—. No deberías estar por este callejón tan sola y menos lloviendo —vuelve a decir el chico con un tono de voz dulce para impresionar sin dejarla de mirar, esta vez Carlota carraspea para hablar.

—Lo sé, es que estoy perdida —miente haciendo una mueca con su boca para no quedar tan tonta y contarle de su tragedia.

—¿Estás perdida? Te puedo llevar a la avenida donde puedes ubicarte más rápido, la ciudad es grande pero las personas son amables —le dice el chico en un tono dulce y ese tono para la pelirroja fue el mismo que hizo que algo despertara en su corazón. Su piel está erizada y duda mucho que sea por el frío que siente de la lluvia que cesa.

—Te lo agradecería mucho —le dijo finalmente la pelirroja con el tono más elegante que pudo salir de ella. Y para el chico también ha sido una melodía muy hermosa para sus oídos.

—Debemos taparnos de la lluvia o tendremos un resfriado muy fuerte después —dice el chico pelinegro sacando su chaqueta mientras Carlota lo observa bastante embobada.

Mientras las gotas de la lluvia cae sobre él, su cabello queda mojado para que mechones de pelos caiga sobre su rostro haciéndolo ver más adorable, casi como una escultura bien hecha por Dioses, según Carlota. Es impresionante como aquel momento de pocos segundos se convirtieran en una película completa de romance para los chicos.

Quién pudiera pensar que ese pelinegro al darle una chaqueta a Carlota para cubrirla de la lluvia y acompañarla hasta la avenida mientras se pierde en los ojos ámbar de esa chica y ella en los de él, una Marien que sigue mojándose tristemente, al mirar el final del callejón, una escena nada agradable aparece en su visión: su mejor amigo —con el cuál está locamente enamorada— está caminando abrazado junto a esa pelirroja ricachona que ha sido culpable de haber perdido el trabajo.

En ese preciso momento, desearía ser Carlota y estar en los brazos de ese guapo pelinegro.

Desearia Ser Carlota [Versión 2020]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora