Capitulo 1

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Sabía que era una mala idea. Mañana es el día en el que al fin entro en la escuela militar. El primer día de mi vida. Y no puedo creer que mi madre me haya puesto esto.

Me miro al espejo opaco y suspiro. Tal vez no estoy hecha para esto después de todo.

El vestido me queda al calce, y resalta cada detalle de mi figura. Es el día de presentación a los concejales, maestros y grandes figuras, políticas y militares juntos. Es una despedida de la familia, y un primer encuentro con los que serán, en el futuro, mis compañeros de armas. Solo espero no vomitarlo todo de los nervios. 

-El rojo te queda bien. 

Me concentré en el espejo otra vez. Me veo hermosa, como una versión pulida y extraña de mi misma. El vestido tiene unas enaguas grandísimas, perlas colgantes y detalles de lazo negro. 

-Nunca antes había usado algo así- me quejo. Me doy la vuelta y veo a mi hermana pequeña agarrada al marco de la cama. Esta sonriendo. Se ve tan bella...

Ella tiene puesto un vestido de seda blanca, los bordes de su pollera negros. Como si hubiese metido solo la puntita en un frasco de tinta. Casi mágico. 

-Antes eras una niña. Ahora eres una mujer -dice ella. 

Suelto una risita y me tiro en la cama. 

-Ya quisiera- digo en voz mas baja. De repente me siento extraña. Es raro tener estos cumplidos de mi hermana. Ella siempre ha sido muy reservada, y no suele decir nada a menos que sea serio. 

-Voy a volver, ¿sabes?- dije. Su sonrisa se desvanece lentamente y estira su mano hacia mi. Le alcancé como si no estuviese segura de que me va a aceptar, como si se me fuera a escapar, y luego apreté muy fuerte- Solo son tres años en la academia, -dije aun mas bajo, casi en susurro- y después...

-Después la guerra- me interrumpió ella sombríamente. 

Sí, la guerra. Hace mas de 50 años que la guerra azota Gasia. Los países se pelean por una sola cosa, y la falta de recursos y posibilidades lo hace todavía mas necesario.  Algo que solo se puede conseguir en Fuego. Pienso en todas las vidas que se han perdido y las que se perderán. No creo que alguna vez conozca la paz. Mérida no esta hecha para eso.

-Siento que jamás vamos a volver a vernos- dijo Hada- Jamás vamos a volver a ser esto...

Miró nuestras manos juntas y suspiró.  Sus ojos se llenaron de lágrimas de repente. Me levanté de un salto de la cama y la rodeé hasta llegar a ella. Lleve mis brazos alrededor de Hada y volví a apretarla con fuerza. Mi cara se apretaba con su hombro delgado. Era tan pequeña. Si ella decidía alguna vez ir a la academia, elegir esta vida, la perdería para siempre. Hada siempre fue demasiado dulce para este mundo. Me acomodé y la mire a los ojos. Se veía tan triste, tan sola. 

-No te preocupes... Hada...-Tomé su cara entre mis manos- Hada, yo te prometo que volveré, ¿sí? Lo prometo...

-¿Ya se están despidiendo? -la voz de mi madre entro en la habitación. Miré a Hada una vez más antes de ver que hacía mi madre. Ella se veía espectacular, como siempre. Tenía puesto un vestido con los colores de nuestra casa: violeta, negro y blanco. 

Mi madre, Adasia Sirentower Blackthorne, con su pelo rubio colorado, viene de una familia tan importante como la mía. Se casó muy joven, con un matrimonio arreglado. Los Sirentower son una de las familias nobles que más dinero tienen, aunque son discretos con sus pertenencias. Casi todos los puertos importantes de Mérida Occidental, pertenecen a ellos. Aunque siempre buscan lugar entre las familias nobles importantes. Mientras más viejo sea tu apellido, mas poder posee tu familia. Aunque sean solo apariencias.  El mundo político de Mérida es así de simple. 

-¡Pero si se van a ver en unos meses!- su risa tintineante resonó por la habitación. 

-¡Pero si ni siquiera vamos a poder estar solas! ¡Es una de esas otras fiestas estúpidas!- rezongó Hada. 

-Tranquilas chicas... -mi madre se acercó al espejo y se miro. Se acomodó un mechón de pelo lejos de su bella cara, mientras decía- Les prometo que podrán tener un momento a solas antes de que pasen dos meses... ustedes no pueden estar lejos la una de la otra. -se dio la vuelta y nos miro con diversión en los ojos- Si no las hubiera parido yo pensaría que son gemelas. 

Se río otra vez y se acercó a nosotras para abrazarnos. Paso un brazo en nuestras cinturas y se acomodó entre nosotras, estrujándonos. Nos dio un beso en la mejilla a una y después a la otra. Luego dijo:

-Bueno... ¿están listas? 

Por los dioses, creo que nunca estaría lista para esto. 

★★★★★★★

Entré en el gran salón de fiestas la prestigiosa escuela militar en la capital Sorandya, no, no solo la capital, era la mejor incluso de toda Mérida. Y ahora podía ver un poco porqué. 

Las paredes parecían oro. Habían finas telas colgadas en el techo y candelabros antiguos de miles de velas. De los grandes balcones tallados en la piedra caían arreglos de flores brillantes que llegaban en enredaderas hasta el suelo brillante de mármol. La gente estaba desperdigada por el salón, y mozos con comida fina y buen vino paseaban entre ellos con bandejas de plata. En la pista de baile ya habían varias parejas danzando con la música que tocaba una banda acústica traída desde Prera, me di cuenta, por sus ropas doradas y blancas, y el pin de Magnolias en las solapas de sus trajes. 

Había dinero y abundancia por todos lados. Se respiraba un aire jovial entre las familias importantes de Mérida cuyos hijos entraban mañana en la academia. Incluso las familias que estaban ahí por influencia estaban bailando la música alegre que interpretaba la banda. 

La gran Base Mérida de la Quinta Región Alquimista.  Nombre largo, por eso el sobrenombre: Region Five. La escuela que formo generales. La escuela que formo ganadores. 

-Esto va a ser largo. -dijo Hada examinando la habitación con sus ojos juzgones. 

Mi madre entonces me agarró del brazo y le ordenó a Hada a hacer amigos mientras me llevaba, me arrastraba, entre grupos interminables de personas. No tenía ningún interés en hablar con ellos, pero no por eso deje ver mi aburrimiento. Es descortés. Una sonrisa siempre en la cara y pestañear alegremente siempre se espera y se recibe bien de la casa Blackthorne. En realidad de cualquier aristócrata, pero mas de las grandes casas. Aunque no veo a la casa del rey riéndose tontamente de nada. Ni la casa consorte, tampoco. Ventajas de tener el poder, nada más. No hay que fingir nada, solo ser su superior. 

Miro al príncipe Roxel Stormwood, que se encuentra sentado en una de las sillas que son de la realeza. Esta serio mirando por encima de su balcón a las personas en la fiesta. Su amigo le esta hablando de cerca, riéndose, pero el no muestra siquiera escucharlo. No hay expresión en su cara que deje ver lo que piensa. Aunque es el mas joven de los hijos del rey, es el único que se encuentra en la fiesta. Claramente este tipo de acontecimientos sociales no son tan importantes para la casa real. Aunque sean los hijos de nobles los que darán la vida por su causa. 

De repente, la mirada del príncipe se cruza con la mía. Y me doy cuenta de la dureza con la que lo estoy mirando. Él parece darse cuenta de lo mismo, pues un segundo después rompe el contacto y mira hacia un punto arriba de mi cabeza. Tal vez no alcancé a ver bien, porque el esta alto, pero me pareció ver como sus mejillas se sonrosaban.

Miro disimuladamente al balcón atrás de mí, pero no hay nadie. 

-Gala, no sabes lo que acaba de pasar... -Hada me agarra del brazo y me lleva lejos del príncipe hacía una mesa con comida. Me decido en que debería dejar los pensamientos sobre realeza y guerra a un lado. Hoy debo concentrarme en conocer a mis profesores y agradar a mis nuevos superiores. No puede haber margen de error. Estoy a punto de comenzar mi brillante carrera, lo único para lo que soy buena, por lo que di toda mi vida. Y sin embargo, no puedo evitar estirar mi cuello para ver hacía atrás una vez que paramos. Contengo la respiración.

Miro hacía donde esta el príncipe, pero él ya no esta en el balcón. En su lugar, me encuentro con el príncipe heredero, Fade Stormwood. 

Y él me esta mirando a mí. 



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⏰ Última actualización: Aug 23 ⏰

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