CAPÍTULO 17

222 6 0
                                    

 "Yo puedo encargarme", afirmó Mac apresuradamente, mientras Nan arqueaba una ceja.

"¿De verdad crees que puedes hacerlo solo?", inquirió Nan con tono sarcástico. Aunque Mac sabía que no tenía las fuerzas necesarias, no quería que ella pensara que era débil.

"Sí", respondió con voz ronca. Nan esbozó una ligera sonrisa.

"Entonces, adelante. Te acompañaré al baño", dijo Nan antes de acercarse para ayudar a Mac, quien solo pudo gruñir en respuesta.

"¿Qué pasa?", preguntó Nan secamente, al notar la terquedad de Mac.

"Puedo caminar solo", susurró Mac.

"Qué bien", replicó Nan con voz cortante, pero de todas formas lo llevó hasta el baño. Una vez allí, ayudó a Mac a sentarse en una silla de plástico, mientras él la miraba fijamente.

"¿Algo más?", preguntó Nan.

"Solo... vete", murmuró Mac, tosiendo.

"Si te desmayas y te golpeas la cabeza, ¿cómo se supone que lo sabré? No te preocupes, límpiate. Me quedaré aquí", respondió Nan con voz firme. Mac, con la intención de limpiarse un poco, trató de quitarse la camisa, pero sus manos temblaban de debilidad. Nan negó con la cabeza y, sin decir nada, lo ayudó a quitarse la camisa. Mac lo observó, confundido.

"Espera un momento", dijo Nan, saliendo del cuarto de baño. Mac permaneció en silencio, pues cada palabra le hacía doler la garganta. Nan regresó con una toalla húmeda y se la entregó a Mac, quien intentó limpiarse con suavidad, luchando contra la falta de fuerzas. Nan lo observaba en silencio, sus ojos fijos en el cuerpo de Mac. Su piel era suave, pero estaba marcada con rastros de lo que había sufrido. La mirada intensa de Nan hizo que Mac sintiera cómo su cuerpo comenzaba a calentarse.

"¿Crees que así vas a quedar limpio? Me estás poniendo de mal humor", murmuró Nan, arrebatándole la toalla de las manos.

"No... devuélvemela", insistió Mac, tratando de mantener su obstinación, pero no pudo oponerse a la fuerza de Nan. Este lo limpió hábilmente.

"Quédate quieto", ordenó Nan con voz áspera, y Mac se quedó inmóvil, permitiendo que Nan lo limpiara por completo. Al principio, Mac intentó resistirse, pero la determinación feroz de Nan lo obligó a ceder.

"Oye, Hia Nan", se escuchó la voz de Frog desde fuera del baño. Nan se acercó a la puerta, que estaba ligeramente entreabierta, y asomó la cabeza.

"¿Sí? ¿Qué pasa?", respondió Nan. Frog miró sorprendido, al no ver a Nan ni a Mac en la habitación.

"Te traje un poco de gachas", dijo Frog, ya que Nan le había pedido que las preparara.

"Déjalas sobre la mesa, gracias", indicó Nan.

"Entonces, ¿qué está haciendo Hia aquí? ¿Dónde está Mac?", preguntó Frog.

"Estoy ayudando a alguien que es demasiado terco para limpiarse solo", comentó Nan, lanzando una mirada hacia Mac, que fruncía el ceño al ser llamado terco. Frog asintió lentamente.

"No lo molestaré más. Si necesita algo, no dude en llamarme, señor", respondió Frog antes de salir de la habitación. Nan regresó al baño, donde Mac seguía sentado.

"Tengo frío", murmuró Mac, y Nan se apresuró a terminar de limpiarlo y luego le puso ropa limpia. Una vez listo, lo llevó de vuelta a la cama.

"Primero come un poco de gachas, luego te daré la medicina", indicó Nan, acercándole el plato. Como en otras ocasiones, Nan tuvo que alimentarlo. Las gachas contenían carne de cerdo molida, hígado y algunos intestinos, sin rastro de vegetales. Al probar el primer bocado, Mac hizo una mueca, pues el sabor amargo en su boca le desagradaba.

Nan & Mac IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora