Capítulo 1: La banda del palo santo.

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Nunca se vió a una hinchada tan representada por su Selección como a la Argentina con la famosa “Scaloneta”.

Te podían caer bien o no, pero nadie podía negar que cada jugador era indispensable en su puesto.

Tampoco se podía negar que eran una familia en donde se apoyaban los unos a los otros… No había mejor caso para describirlo que el de los delanteros, Julián y Lautaro.

No importaba cual de los dos jugará, el otro Alfa estaría ahí para bancarlo… Julián festejaba los goles de Lautaro y Lautaro se ponía feliz cuando jugaba el oriundo de Cachín.

¿Qué más les podían pedir sí ya ganaron todo? Campeones de América, de la Finalísima y del Mundo. Y, ahora, iban por el Bicampeonato, estaban en una nueva final.

Iban a jugar la final contra Colombia.

Y la hinchada no solo estaba feliz de ver a los jugadores que tan bien los representaban, sino que también de ver las lindas parejas que formaban entre ellos.

Porque sí, la mayoría dieron a conocer sus relaciones y la gente los había aceptado

¿Quiénes eran ellos para negarle algo a las personas que tantas alegrías les habían dado?

Obvio que nunca faltaban los malos comentarios, esos que te deprimían; pero, por cada comentario malo, hay cinco o diez buenos, en dónde la gente estaba dispuesta a defenderlos de quién sea necesario.

La Scaloneta era sagrada por la gente, te metían con uno y la mayoría saltaba a defenderlo.

Eso era lo que había logrado este maravilloso grupo, la unión inigualable entre jugadores e hinchada. Niños y niñas queriendo ser arqueros gracias al Dibu y, los que tenían dudas con respecto a su altura, veían a Lisandro y eran capaces de comerse el mundo y así miles de casos más.

La pareja más aclamada era la de La Banda del Palo Santo.

Nadie lograba entender cómo dos Alfas tan prepotentes, dominantes y agresivos en la cancha, como lo eran Lisandro y Cristian, podían llegar a estar con un Omega tan pacífico y tierno como Nahuel; aunque dicen que los opuestos se atraen, ¿no?

Pobre de la gente sí se llegaban a enterar que ese tierno Omega era capaz de dominar a dos bestias y las dejaba como si fueran dos masitas en busca de mimos y atención.

Incluso, hasta tenían a un joven jugador, al cual adoptaron cariñosamente cómo sí fuera su cachorro.

Ese chico no era nada más ni nada menos que Alejandro Garnacho.

Romero y Martínez eran super posesivos y sobreprotectores con el pobre Ale y a este no le quedaba otra opción más que pedirle a Nahuel que lo ayudara.

Digna y clásica familia argentina.

Y hoy era uno de esos días en dónde Lisandro le haría honor a su apodo “El Carnicero”.

Estaba presenciando algo que no le gustaba en lo absoluto.  No dejaba de soltar sus fuertes feromonas, su aroma a chocolate amargo y menta se encontraba totalmente agrio, demostrando su enojo.

—  ¿Qué pasa, Li? — El Cuti se acerca a su novio.

El Alfa entrerriano señala un lugar con su cabeza, no estaba de ánimos para pronunciar ni una sola palabra. Al dirigir su mirada hacia donde le decía el mayor, Cristian no pudo evitar soltar un pequeño gruñido.

— ¡Lo mato! — Los Alfas sueltan un gruñido, bastante molestos.

— Dejen de gruñir, parecen perros — Nahuel se acerca a ellos.

Los dos lo miran mal, soltando un pequeño gruñido.

— A mí no me gruñan — El Omega los reta — Y a Valentín tampoco.

— ¡Pero, mirá lo que hace! — Chilla el Cuti

— ¡No suelta a mí cachorro! — Gruñe lisandro — ¡Me cansé!

El más bajo se acerca a dónde Carboni tenía acorralado contra una pared a Garnacho, mientras que le daba varios piquitos y acariciaba su cintura.

— ¡Distancia! ¡Ahora! — Gruñe, apareciendo de repente.

El Alfa más joven pega un salto por el susto al escuchar la voz grave y enojada del mayor.

— ¡Lichaaa! ¡Basta! — Se queja Alejandro.

— Sos muy chico para estar con un Alfa — Gruñe.

— Soy mayor que él — Contraataca.

— Pero todavía sos un nene y punto — Masculla el Cuti, acercándose a él.

— Dios, siempre lo mismo, nunca me dejan hacer nada. — Bufa el Omega.

— ¡Alejate de mi bebé! — Martinez le gruñe a Carboni.

— ¡Lisandro! — Se queja el Omega. — No soy un bebé

— Sí lo sos — Romero asiente.

Al verlos enojados, Valentín había retrocedido unos pasos.

— ¡Nanuuuu! — Alejandro llama a Molina.

— ¿Sí, mi niño? — El Omega cordobés se acerca a ellos.

— No me dejan estar con Valen — Chilla, haciendo un puchero.

— Vengan acá, mis niños hermosos — Nahuel toma la mano Alejandro y la de Valentín y los acerca a ellos, envolviendolos en un abrazo

— ¡Nahueeel! — Protestan Lisandro y Cristian.

— Nahuel, nada, basta los dos — Los reta — Dejen en paz a los nenes — Besa la frente de cada uno de los dos más jóvenes del plantel.

Garnacho les saca la lengua sin que Nahuel lo note, solamente para fastidiar aún más a los dos Alfas.

— ¡Alejandro! — Lo retan los Alfas, queriéndose acercar a él.

— Dan un paso más y no la ponen nunca más en su vida — Advierte el cordobés mayor.

— Nos está haciendo burla — Se queja Lisandro.

— Sí, claro… Mi nene no haría eso — Nahuel chilla con sarcasmo — Déjenlos en paz, mejor vayan por algo dulce que la nena y yo tenemos hambre — Ordena.

— Todo yo, todo yo… siempre es mi culpa — Mascullan los dos Alfas.

— ¿Dijeron algo? — Nahuel los mira seriamente, elevando una ceja.

— No, mi amor — Niegan rápidamente, alejándose para buscar lo que les pidió su novio.

— ¿E-estás en cinta? — Carboni consulta tímidamente.

— Sí, nene — Asiente — Tengo cinco meses.

— ¡Felicitaciones! — El Alfa chilla.

— Gracias, Valen — Sonríe — Pero no digas nada, que todavía no lo sabe nadie — Le pide.

— Prometo no decir nada — El joven Alfa asiente.

— Sigo insistiendo que no deberías jugar, Nanu — Ale susurra preocupado.

— Estoy bien, mi niño, sabes que el doctor me dejó, aparte ya termina la copa y el titular va a ser Cache —  Besa su frente.

Alejandro suspira levemente, acurrucandose más contra él.

— Dale, vayan a disfrutar — Nahuel los incentiva — Y vos cuida de mi nene — Mira al Alfa.

— Sí, Nahu, gracias — Valentín asiente efusivamente.

El cordobés besa la mejilla de cada uno y se aleja para dirigirse a donde estaba Bárbara, su mejor amiga.

Porque sí, el cuerpo técnico les había permitido la visitas de sus familias, para motivarlos.

Nahuel observaba a lo lejos una linda visita para Lautaro…

— Toma, Omega — Lisandro y Cristian le extienden varios chocolates.

— Gracias, Alfas — Chilla feliz, abriendo uno y comenzando a comerlo.

Bicampeones de América - Scaloneta Omegaverse   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora