Extiendo el mazo, formando un abanico sobre la vieja mesa de madera, encima de la tela brillante de color morado que sirve de fondo para el mensaje sagrado que yo sé descifrar. Exhalo el humo de mi cigarrillo, mientras mi clienta mira atentamente cada uno de mis movimientos.
—Esta es la última vez que te leo el tarot, Violeta.— le digo, a la vez que ella elige la primera carta. Sus dedos, delgados y rojizos por el frío, se mueven trazando círculos, como si estuviera tratando de sentir alguna energía.
—Lo sé. — ella responde, con fastidio en su voz.— Sabía que alguna vez me lo dirías.Siempre es la última vez. Esta vez sí, me prometí. No puedo seguir haciéndome esto.
Sólo tres cartas, le dije. Ella conoce perfectamente el ritual. Las coloca frente a mí, y levanta su mirada curiosa e impaciente.
"Marina." — me observa detenidamente, y luego añade — "¿Vas a decirme la verdad, cierto?"
Bajo mi mirada hacia la mesa, a la vez que inhalo una bocanada de mi cigarrillo y comienzo a dar vuelta las cartas. Entonces, me doy cuenta de que esta sí será la última vez.
—Prometimos siempre ser sinceras la una con la otra, ¿verdad? — exhalo, tratando de que el humo se lleve la culpa que siento, pero ya lo decidí. Tengo que mentirle.
—¿Él va a volver para siempre esta vez, verdad? Dime, necesito saberlo.
Está mirando fijamente las ilustraciones, mientras se muerde las uñas, deseando que le diga lo que quiere escuchar. Pero yo ya no cuido mis palabras, ni mi tono. Ya no me importa herirla.
—Lo hará. Conoce cada uno de tus puntos débiles. Te quebró una y otra vez, vió en tí el recipiente perfecto para sus frustraciones y su ego. Pero te dejó vacía, y ahora no sabes qué hacer sin eso que él llama amor. Eso que tú deseas que sea amor.
Ella se queda en silencio, con la mirada fija en las cartas. Después de unos segundos, levanta su mirada, llena de dolor.
—¿Por qué eres tan cruel? — me pregunta.
Porque necesito serlo, porque es mi consuelo egoísta y sádico.
—Perdón — me disculpo casi de inmediato, sólo por reflejo, ni siquiera me arrepiento de cada una de mis palabras.— Nunca he sido buena endulzando las cosas.
—Sí...pero me duele, Rina.—suspira.
—Lo siento—le reitero, sin realmente sentirlo.
—Da igual...dime si él va a darme el lugar que le estoy pidiendo en su vida.
Bajo mi mirada, leyendo lo que no está escrito, utilizando el don de ver el futuro en esos símbolos y signos milenarios. Con mi uña, trazo una línea entre la primera y la segunda carta.
—Espera que todo gire en torno a él, Violeta. Lo quiere todo a su modo. Todo me indica que no saldrá nada bueno de una relación con él.
Esa es la verdad. Ese es el mensaje. Doy vuelta la tercera carta, una que no quisiera ver.
—Pero sí van a volver a estar juntos, por mucho tiempo. Te irás a vivir con él...te irás de aquí.
Eso también era verdad.
Ella asiente, mientras se muerde el labio.
—¿En algún momento dejaré de estar confundida?
—No estás confundida... tú estás segura de lo que sientes, pero estás luchando contra eso.
Ella cubre su rostro con sus manos, avergonzada. Sé que se siente estúpida...pero no puede seguir batallando contra lo que siente.
—...Lo amo, Marina. Lo amo muchísimo.
Le sonrío, mientras siento mis ojos humedecerse y mis labios temblar. Tomo una bocanada larga de mi cigarrillo, ocupando el gesto como un velo para que no pudiera notarlo, llevando mi rostro tras mi mano, mientras escucho lo que la tercera carta me está susurrando al oído.
—Él quiere empezar de cero. Quiere que te olvides para siempre de lo que te hizo. Cada vez que digas el nombre de ella, él se molestará, porque no le gustará hablar del pasado.
—No lo haré...quiero superarlo juntos. Quiero ayudarlo.
Mi rostro no puede mentirle, sabe que no estoy de acuerdo con esa frase. Ella lo nota, y se ríe nerviosamente.
—¿Qué?¿Está mal?
—No tengo la verdad absoluta, Violeta. Pero tú no tienes por qué perdonarlo.
—Quiero hacerlo...sólo quiero que todo vuelva a ser como antes. ¿Será así, verdad?
Le dije que serían solo tres cartas. Saco la cuarta, dispuesta a preguntar una vez más. Un escalofrío me atraviesa cuando siento su toque frío, deteniéndome. Quise tomarle la mano, darle un poco de mi calor, pero el gesto se extinguió en mis dedos sin siquiera darle una oportunidad.
—No le preguntaba a las cartas...te preguntaba a tí.— Me dijo, iluminando cada rincón de mi corazón con sus ojos verdes, buscando los secretos que oculto en la oscuridad.
El cigarrillo se consume entre mis dedos. Una vez ella me dijo que detestaba el olor del tabaco, pero no así el sabor que dejaba en mí. Mis labios se curvan hacia arriba (no puedo llamar a eso una sonrisa) para cubrir la sangre que emana de mi corazón, que yo misma clavé con tres espadas.
—Yo...quisiera que sea así, Violeta. Quiero que seas feliz con él.
Esa fue la mentira.
La única que le dije.