CAPITULO 4

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En medio de la penumbra, me encontré transitando por un sendero solitario, sin rumbo definido, y me invadió una profunda sensación de soledad. Fue en este estado que conocí a una hormiga diminuta que, con gran insistencia, me pidió que la ayudara a transportar comida para su familia. A pesar de mi confusión, me dejé guiar por la hormiga, cargando una enorme cantidad de hojas.

Al llegar a su hogar, la hormiga me pidió que esperara afuera mientras me presentaba a sus compañeros. La primera impresión fue una serie interminable de presentaciones con diferentes tipos de hormigas: el amigo cojo, el grupo aficionado al vino, las que charlaban interminablemente sobre los demás, y así sucesivamente. Las presentaciones se extendieron por lo que parecieron días, ya que muchas hormigas querían hablar conmigo, y parecían ser conversaciones que duraban horas, o solo eran muy interesantes.

Finalmente, la hormiga pequeña, a la que me había encariñado, me pidió que buscara más comida, ya que se encontraba demasiado ocupada para hacerlo. Acepté de buen grado, encantado con la compañía de mis nuevos amigos, aunque me empezaba a sentir cada vez más atrapado. La cantidad de hormigas había aumentado exponencialmente, y, en un período que parecía interminable, me vi sumido en una rutina constante de proveerles alimentos. Cada vez que pedía un descanso, me encontraba con nuevas razones para seguir ayudándolas, lo cual me mantenía atrapado en lo que empezaba a sentir como una prisión.

Eventualmente, me di cuenta de que mi amiga la hormiga pequeña no había sido vista en mucho tiempo. Mientras las nuevas hormigas seguían apareciendo, decidí idear un plan para escapar. Colocando un espantapájaros frente a su hormiguero, usando mi ropa para simular que yo había quedado congelado o muerto, me dirigí hacia las montañas.

Allí encontré un árbol, y camuflado en el había un palitroque, un ser que se asemejaba a una rama de árbol y que parecía tener la habilidad de moverse al ritmo de mi voz. Inicialmente pensé que no podía comprenderme o que era mudo, pero pronto me di cuenta de que su movimiento seguía el compás de mis palabras, lo que me llevó a confiar en él y a compartir mis secretos más íntimos. Hablé sobre las hormigas y cómo me habían utilizado para expandir su civilización. Había comenzado con un solo hormiguero, pero ahora había diez, y me sentía como si hubiera sido una herramienta en su crecimiento.

A medida que me adentraba en mis pensamientos, comencé a sospechar que el palitroque no era digno de confianza. En un acto de desesperación y enojo, le arranqué la cabeza y la usé como un collar, recordándome que debía elegir mejor a mis amigos. El sentimiento de soledad se profundizó, y me encontré buscando compañía nuevamente.

Sin embargo, para mi sorpresa me encontré con un oso que no hablaba mi idioma, y al intentar comunicarme y no poder hizo que mi frustración aumente. Intenté entender sus intentos de comunicación, pero sus gemidos y gestos se volvían cada vez más incomprensibles. Finalmente, exasperado, le grité que no me interesaba lo que tenía que decir y que no quería volver a verlo. El oso, aparentemente irritado, me dio un fuerte golpe que me dejó inconsciente.

Cuando desperté, me encontré de vuelta en la realidad, con el anciano mirándome con una mezcla de enojo y desconcierto. Me explicó, con un tono irónico, que me había comido todos los comestibles, para posteriormente relatarme hechos que me perturbaron, me dijo que vio como yo había hablado con excrementos de perro y había creado montones de hojas alrededor de esta, y que después de un rato de trabajar en esto, estuve hablando con una mosca muerta, que estaba en el suelo y que yo mismo había matado. Posterior a esto me vio mas reflexivo pero sin ningún motivo aparente comencé a hablar con una rama. Luego de estos hechos, el anciano se percato que durante su sueño, yo me había comido todos los comestibles que el traía, por lo que se dispuso adarme un golpe por la falta de consideración hacia sus cosas, el anciano me dejó, mientras yo aun confundido y con la cabeza palpitando, lo que pudiese ser un efecto por haber comido demasiado de esas sustancias.

Mientras me recuperaba de la confusión, me encontré reflexionando sobre mi experiencia. Al mirar por la ventana, noté que había una escoba enterrada en medio del patio del gimnasio, y yo solo tenía una rama atada a un cordón puesta sobre mi cuello, y por alguna razón la sentí como si fuera una especie de trofeo, o definitivamente ya estaba comenzando a perder la poca cordura que me quedaba.

Cuando logre despertar de manera definitiva del sueño inducido por la sustancia, me encontré de nuevo frente al anciano, que me miraba con una mezcla de decepción y expectativa, una mezcla muy rara, me hacia sentir que no había logrado lo que esperase pero por alguna razón veía en el la esperanza de que lo iba a lograr, o tal vez no tenia otra opción. "Parece que tendrás que seguir practicando si quieres mejorar", dijo el anciano con un tono serio. Me quedé en silencio, procesando la experiencia que acababa de vivir y temiendo que había más en juego de lo que había a simple vista.

La Burbuja Del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora