Joshua mantuvo la distancia entre ellos lo que quedaba del fin de semana. Por mucho que Naia intentaba derribar la barrera que lo rodeaba, él la apartaba sin dudarlo.
Ni siquiera quería que le leyera.
Totalmente descorazonada, se fue al trabajo el lunes por la mañana, pero ni siquiera debería haberse molestado en acudir a la consulta. No podía concentrarse en otra cosa que no fuesen sus ojos castaños, cargados de confusión.
— ¿Naia Alexander?
Naia alzó la mirada del escritorio y vio a una mujer rubia, increíblemente hermosa, de poco más de veinte años que estaba parada en el hueco de la puerta. Parecía que acababa de salir de un desfile de modas en Europa, con aquel traje de seda roja de Armani y las medias y los zapatos a juego.
— Lo siento —le dijo Naia—. Mi hora de visitas ha acabado. Si quiere volver mañana...
— ¿Tengo aspecto de necesitar a una sexóloga?
A primera vista, no. Pero claro, Naia había aprendido hacía ya mucho tiempo a no hacer juicios apresurados sobre los problemas de la gente.
Sin que la invitara, la mujer entró tranquilamente a su consulta con un andar presuntuoso y elegante que le resultaba extrañamente familiar. Caminó hacia la pared donde estaban colgados los títulos y certificados de Naia.
— Impresionante —le dijo. Pero su tono expresaba todo lo contrario.
Se volvió para observar concienzudamente a Naia y, por la mueca burlona en su rostro, ésta supo que la mujer la encontraba seriamente deficiente.
— No eres lo bastante hermosa para él, ¿sabes? demasiado baja y demasiado rechoncha. ¿Y dónde has encontrado ese vestido?
Completamente ofendida, Naia adoptó una postura rígida.
— ¿Cómo dice?
La mujer ignoró su pregunta.
— Dime, ¿no te molesta estar cerca de un hombre como Joshua, sabiendo que si tuviese oportunidad, jamás querría estar contigo? Tiene un cuerpo tan bien formado, es tan elegante... Tan fuerte y cruel... Sé que nunca antes has tenido detrás de ti a un hombre como él, y jamás volverás a tenerlo.
Atónita, Naia no era capaz de hablar.
Y tampoco tuvo que hacerlo; la mujer siguió sin detenerse.
— Su padre era como él. Imagínate a Joshua con el pelo rubio, un poco más bajo y de apariencia más vulgar, no tan refinado. Pero aún así, ese hombre tenía unas manos que... Mmm... —Sonrió pensativamente, con la mirada perdida—. Por supuesto Diocles tenía todo el cuerpo marcado por horribles cicatrices de las batallas; tenía una espantosa que le atravesaba la mejilla izquierda. —Entrecerró los ojos con ira—. Jamás olvidaré el día que intentó marcar a Joshua con una daga, para hacerle esa misma cicatriz. En ese momento hubiera deseado que viviese lo suficiente para arrepentirse de esa infracción, pero me aseguré de que no lo hiciera. Joshua es físicamente perfecto, y jamás permitiré que nadie estropee la belleza que yo le di. —La fría y calculadora mirada que Afrodita dedicó a Naia hizo que ésta se estremeciera.
» No compartiré a mi hijo contigo.
La posesividad de las palabras de la diosa despertó la ira de Naia. ¿Cómo se atrevía a aparecer ahora y a decir tal cosa?
— Si Joshua significa tanto para ti, ¿por qué lo abandonaste?
Afrodita la miró, furiosa.
— ¿Crees que me dejaron otra opción? Zeus se negó a darle la ambrosía; ningún mortal puede vivir en el Olimpo. Antes de que pudiera siquiera protestar, Hermes me lo quitó de los brazos y lo entregó a su padre.
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Un amante de ensueño 1 (Joshua y Yo) (SVT)
RomanceLa extraña maldición que pesa sobre Joshua de Macedonia desde hace 2.000 años le ha condenado a pasar la eternidad atrapado en un libro hasta que una mujer le invoque para satisfacer sus deseos. Esclavo sexual, al fin y al cabo, Joshua ha tenido muc...