rotten apples come out of cursed trees. // haikyuu!!

4. the fabric of your little world is torn.

Hey, por fin tocó publicar este, y también amé escribirlo así que espero disfruten este capítulo. :)

Yamaguchi Tadashi - Bella y Bestia/Rey Adam.
Sugawara Koushi - Elsa de Arendelle.
Daichi Sawamura - Hada Madrina.
Bokuto Kotarou - Cruella De Vil.
Daishou Suguru - Maléfica.
Tendou Satori - Reina de Corazones/Reina Roja.
Akaashi Keiji - La Reina Malvada.
Akinori Konoha - Dr. Facilier.
Kageyama Tobio - Capitán Garfio.
Oikawa Tooru - La Bruja Blanca.

Gracias a mi beta Anto por sus aportaciones, la tqm.

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Bokuto no estaba seguro de lo que esperaba.

Le gustaba pensar que estaba acostumbrado a no esperar nada, pero sería una mentira. Una más de tantas.

Porque siempre estaba esa parte dentro de él que reía. Creía que un día amanecería y su madre lo trataría diferente, creía que estaría más cuerda, creía que no despertaría dentro de un polvoriento y frío armario en el suelo duro. Creía que por fin llegaría el día donde podría dejar de aparentar una sed de venganza y disposición a la maldad que, en realidad, no existía en su corazón. Creía, y creía en tantas cosas.

Solo para cada mañana verse en el mismo sucio agujero.

Era un ciclo sin fin que Kotarou nunca terminaba de entender.

Ah, pero suponía que hacía bien en no entenderlo, porque a veces valía la pena creer en algo. Cuando llegó a Auradon, no había tomado en serio que le darían su propia habitación y su propia cama hasta que las tuvo enfrente. Suguru probablemente terminó con el brazo morado de lo fuerte que Bokuto lo había estado sacudiendo y agarrando simplemente porque no podía controlar su emoción. Pero es que sonaba demasiado bien para no ser una broma pesada.

Decir que había quedado prácticamente inconsciente apenas tocó el colchón en la noche era un eufemismo. Ni siquiera soñó, y el vacío oscuro dentro de su mente era un cambio más que bienvenido.

Ahora, creyente o no, acostumbrarse a un estilo de vida completamente diferente al que había tenido durante 18 años continuos, no era tan sencillo. Sugawara personalmente había estado tocando a sus puertas a diario temprano en la mañana solo para asegurarse que al menos hicieran el esfuerzo por ir a clases, algo que nunca había importado en la isla, y si el príncipe de hielo no tuviera esa personalidad tan... refrescante, Bokuto estaba seguro que ya todos lo odiarían a muerte (Suguru y Satori lo criticaban, pero Kotarou no se molestaba en fingir).

Bokuto también suponía que al menos la rutina que intentaban imponerles no estaba tan mal. Siendo sinceros, el albino aceptaba cualquier cosa y en comparación era mejor que ser el sirviente personal de su psicótica progenitora; hasta el Hada Madrina parecía más tolerable aunque durante la dichosa clase de Bondad se pusiera a tratarlos como si fueran bebés aprendiendo el abecedario. Además, tenían aseguradas tres comidas. Eso era algo a lo que todos se habían acostumbrado en las primeras 48 horas, Bokuto jamás había visto a Konoha con los ojos tan resplandecientes hasta que lo vio comer una fresa fresca por primera vez.

Tristemente, después de la semana de bienvenida el albino se había acomodado a dormir en una cama de verdad y no en el suelo, y por lo tanto, habiéndose acostumbrado ya, su cuerpo volvió al modus operandi normal. El regreso de sus pesadillas debió haber sido suficiente premonición de los eventos futuros, pero Bokuto nunca había sido muy bueno captando señales a la primera.

Algo que había interesado a Bokuto desde el primer día habían sido los grandes campos coloridos que ocupaban una parte de la academia. Después de un poco de investigación se había enterado que eran campos de Tourney, un deporte que pocas veces había logrado ver en el canal de noticias de Auradon que se podía ver en la isla. Bokuto no había podido dejar de pensar en lo mucho que eso le llamaba la atención hasta que, en algún punto durante la primera semana de clases oficiales, ese deseo pudo más que él y terminó desviándose en su camino, y en su lugar, fue directo hacia donde ahora sabía que eran los vestidores del equipo. Cuando llegó, parecía que la mayoría ya estaba saliendo, pero no dejó que eso lo detuviera. Había un chico castaño por ahí terminando de cambiarse, eso debía bastar.