El torturado poeta de The Doors despertó al día siguiente en un sótano frío y lúgubre, el lugar apenas iluminado por una luz tenue que entraba a través de una pequeña rendija en la pared. Estaba atado a una silla, el cuerpo adolorido y la cabeza latiendo con intensidad. El sótano estaba lleno de objetos viejos y polvorientos, creando un ambiente opresivo y desolador.
A medida que sus ojos se adaptaban a la penumbra, vio a Billy Henderson de pie frente a él. A diferencia de la imagen que Jim había visto en las noticias, Billy parecía casi encantador en persona. Su rostro era guapo, con una sonrisa que parecía genuina, y su comportamiento era sorprendentemente amable.
—Buenos días.—dijo, con una voz que contrastaba con la crudeza de su reputación. Se acercó a Jim con una actitud casual, como si se encontraran en un café y no en un sótano abandonado.—Veo que finalmente te has despertado.
Jim trató de hablar, pero sus palabras eran apenas un murmullo. El miedo y la confusión se mezclaban en su mente mientras trataba de entender qué estaba sucediendo. Billy se sentó frente a él, la sonrisa nunca desvaneciéndose.
—Seguro te preguntas qué estás haciendo aquí, ¿no es así, Jim?—desenlazó las cuerdas que ataban al cantante.—Aunque siento que tú mismo te lo buscaste andando por un callejón tan oscuro a esas horas de la noche. Pero no te preocupes, no planeo hacerte daño. Al contrario, creo que tenemos mucho de qué hablar.
Jim miró al asesino con incredulidad. La situación era desconcertante y desafiaba todas las expectativas que tenía sobre Billy Henderson. A medida que el joven parecía más interesado en entablar una conversación que en infligir daño, Jim sintió una mezcla de alivio y creciente inquietud.
El encuentro con ese asesino estaba a punto de revelar secretos que Jim nunca había imaginado, y tal vez, finalmente encontrar las respuestas que tanto anhelaba.
Billy observó a Jim con una mezcla de curiosidad y diversión. La luz tenue del sótano proyectaba sombras inquietantes en el peculiar y bello rostro del asesino, pero su sonrisa seguía siendo genuina, casi encantadora.
—No puedo matarte, claro está.—dijo, sentándose en una silla frente a Jim. —Eres una persona famosa. La gente te conoce, te escucha y aprecia la música que haces. Matarte no sería conveniente para mi imagen. Además, eso sería una verdadera lástima, haces música realmente buena.
Morrison, aún aturdido y adolorido, miró a Billy con incredulidad. La realidad de la situación le parecía surrealista. Los verdes ojos del caníbal más famoso de Estados Unidos brillaban con una intensidad inquietante, pero su tono de voz era sorprendentemente afable.
—Respondeme: ¿qué hace una estrella como tú en un callejón a estas horas de la noche, y en un estado tan deplorable?—preguntó, con una sonrisa irónica.
Jim tomó una respiración profunda, intentando aclarar sus pensamientos mientras el dolor de cabeza le punzaba. La confusión en su mente se mezclaba con una desesperada necesidad de explicar su presencia.
—Te estaba buscando.—confesó Jim, su voz rasposa y temblorosa. —He estado investigando... algo. Sobre rituales chamánicos y esas cosas.—hizo una pausa, temiendo la reacción que pudiera llegar a obtener del contrario:—Buscaba a alguien que pudiera ayudarme a entender cómo... Cómo obtener la inmortalidad.
El asesino arqueó una ceja, interesado. Su mirada se volvía más intensa y su sonrisa más intrigante.
—¿Rituales chamánicos, dices? ¿Y qué te llevó a mí? ¿Crees que yo, el Caníbal de Venice, pueda ofrecerte alguna respuesta sobre la vida eterna?
Jim asintió, con dificultad. El alcohol en su sistema hacía que sus palabras fueran torpes, pero su urgencia era palpable.
—Sí... He estado teniendo sueños... pesadillas sobre mi propia muerte. Me obsesiona la idea de encontrar una forma de vivir para siempre. Leí que algunos chamanes usan la sangre para eso, y pensé que tal vez tú... podrías saber algo.
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Entre caníbales «Jim Morrison»
Fanfictioncome de mí... come de mi carne. tómate el tiempo en desmenuzarme.