Capitulo 1

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Destape el bolígrafo. La frase terminada no era más que una cordillera con todos sus picos y cimas de nerviosismo. "Lo Siento" decía. Mis Converse negras hacían de techo al Corsa rojo que dos años atrás mis padres habían regalado a mi hermano. Y quise pensar cómo empezó todo, con intención de encontrar algo que me salvara, con una nítida intención de quitar peso del que llevaba encima. Pero nada, la oscura nube se acogió encima de mi cabeza y no quiso marcharse. Decidida y con vista húmeda y nublosa por las lagrimas que parecían ser las únicas en querer acariciar mis mejillas mire abajo, me quite la chaqueta y doble el papel sujetándolo con una piedra para que el viento no se llevara el único de mis mensajes de despedida.

Unos pasos rápidos subían por la escalera, no quería entretenimientos. Me puse de pie y la puerta se abrí de golpe. No me hizo falta girarme, sabía quien estaba detrás de ese grito desesperado. Era una voz masculina, dulce pero asustada y temblorosa. Echaba de menos esa voz. Tres meses hacían de la última vez que tuve el privilegio de escucharla cerca, muy de cerca, tanto que su respiración podría marcar el ritmo del más caro metrónomo. Y ahí estaba, todo lo que había perdido, todo por lo que quizás esa noche me hallaba en la azotea de una ancha calle de las afueras de Roma, todo por lo que había sonreído a diario los últimos años, todo lo que ya no tenía. Sus manos agarraron mi cintura con fuerza y podría asegurar que con sorpresa, pues esas ya no eran las caderas que él había recorrido tantos años. Me sujetó como la princesa que tantas veces habían acompañado sus buenos días. Estaba sentada, en el suelo, incapaz de levantar la mirada. Mis mejillas llenas de lágrimas y rímel negro estaban arropadas por sus manos tan ásperas de golpear baquetas como suaves, segregantes de ternura. Había añoranza en su mirada, en lo poco que pude pero pues la imagen continuaba nublosa por las lagrimas. Sus ojos seguían pareciéndome indescriptibles, verdosos Coca-Cola, también teñidos de lagrimas con mi nombre. Quería preguntarle, saber cómo había llegado, por qué sabia donde encontrarme y desde cuando estaba en Roma. Pero mis palabras eran mudas, sus brazos me rodeaban, a lo que quedaba de mí, y recordé todo lo que nos había unido. Todas aquellas noches bajo las luces de Italia, los paseos en barca por Venecia o los candados de sus puentes, los besos en el Coliseo y todas las monedas cargadas con deseos en la Fontana de Trevi.

No salía de entre sus brazos o quizás no quería salir. No existe nada cuan comparado sea esa sensación. Ningún tipo de refugio ni seguridad se acercan al calor de sus brazos. Pegó su frente a la mia y con delicadeza me acercó a sus labios. Tan suaves como los recordaba decidieron crear uno de esos besos con los que toda chica de 17 años sueña tener. Y yo solo quería esos besos, de esos labios y esa era yo. Esa chica de 17 años. Pero a diferencia de buscarlos en discotecas tentando a la suerte de los focos. Ahí estaba, en medio de la noche bajo las estrellas con el mejor de todos los candidatos a besarme. Con el amor de mi vida.

Querido Nadie...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora