Capitulo 2

54 1 0
                                    

  Abrí los ojos. Paredes blancas con dibujos infantiles me rodeaban. Sabanas blancas y una ventana cerrada con seguridad a la derecha. Debajo, un sillón antiguo que contrastaba completamente con el resto de la sala. No había nadie asique obté por intentar dormirme.

  Por la mañana mi padre entró y me dio ropa limpia. Me iba a casa, no querían que pasara días allí pues verte encerrada solo te hace sentir peor. En el jardín Fede esperaba sentado en las escaleras de la entrada. Volvía a preguntarme qué hacía allí pero no tenía ganas de hablar, quería tumbarme en mi cama mientras él me miraba sentado debajo de la ventana. Por suerte así fue.

  Pasamos varias horas en silencio, cerraba los ojos pero n dormía, solo me relajaba y pensaba como pasar página. Pero habló… y lloró. Me pidió perdón y se acerco a mí. Sus brazos me acercaban más fuerte que nunca, temblorosos pero fuertes. Su respiración me hacia cosquillas, pero no me reía. Lloré, llore como nunca había llorado. Era incapaz de mirarme, no me dejaba ver sus ojos. Agachaba la cabeza, sus fuerzas se habían agotado. No siempre se puede ser fuerte. “Hay que sentir el dolor”  Eso aprendí de un libro que años atrás había leído. Mis dedos juguetearon por su pelo y se deslizaron hasta sus mejillas, levantando su cara hacia mí. Tenía los ojos brillantes, bañados de lágrimas. El marrón verdoso ahora se acompañaba de un rojizo, seguían siendo mi punto débil.

  Le besé. Como añoraba sus besos. Pensé en cómo había logrado vivir tres meses sin ellos. Sin ni siquiera él.

  Prometí cambiar, a veces no somos conscientes de las cosas que prometemos, pero lo haría, esta vez cambiaria. Las cosas habían llegado muy lejos. Suicidarse significa ser tan inútil que no ser capaz siquiera de hacer lo que un vagabundo hace. Y siempre había sido fuerte. Errores me habían llevado hasta ahí. Pero rendirse es una palabra que me quedaba grande y no me creía que hubiera estado a punto de hacerlo. A punto de perder todo lo que más quería, lo que había vivido y lo que aun no.

  Me desperté a su lado, el continuaba durmiendo. Era bonito. Los rayos de sol entraban completos por la ventana. La persiana estaba subida, nos debimos quedar dormidos sin más. Ahora era yo quien le observaba. Quien temía perderle y que sufriera. Pero el era fuerte, no hay cosa que no haya aguantado. Por eso su frialdad y su pensamiento adulto.

  Cuando abrió los ojos mi sonrisa fue lo primero que pudo ver. Pareció gustarle. Con una sonrisa en sus labios alargo la mano y me atrajo hacia él. Me beso cariñosamente y me levanto de la cintura para dejarme tumbada delante de él. Delante del más bonito de todos mis deseos. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 11, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Querido Nadie...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora