UntiCapítulo 1: El Inicio de la Tormenta

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Ana Harper revisó por enésima vez los documentos en su bolso mientras se dirigía al lujoso hospital de Manhattan. No podía permitirse ningún error; este contrato era crucial para su carrera y, además, significaba enfrentarse a Ethan Caldwell, el médico que, sin saberlo, había estado complicando su vida desde hacía semanas.

Desde la primera vez que escuchó su nombre, una tensión inexplicable se había apoderado de ella. Ethan Caldwell, el prodigio de la medicina, el hombre al que todos admiraban. Él era todo lo que Ana no soportaba: arrogante, distante y con un aire de superioridad que le provocaba un molesto hormigueo en la piel.

La nieve comenzaba a caer mientras Ana entraba en el hospital. Las luces brillaban en el moderno edificio, pero para ella, aquel lugar se sentía como un campo de batalla. Subió en el ascensor, sabiendo que estaba a punto de enfrentarse a uno de los hombres más respetados de la ciudad, y uno de los que menos deseaba ver.

Ethan estaba en su oficina, revisando los registros de los pacientes cuando la puerta se abrió abruptamente. Ana Harper entró con paso firme, su mirada decidida. Sus ojos oscuros se encontraron con los de él, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. Sin embargo, en lugar de la típica cortesía que se esperaría en un encuentro profesional, ambos sintieron una chispa de antagonismo en el aire.

—Dr. Caldwell, soy Ana Harper, la abogada encargada de negociar los términos del nuevo contrato para el hospital —dijo Ana, sin molestarse en ocultar la tensión en su voz.

Ethan levantó una ceja, apenas mirándola. —Sé quién eres. Y también sé que esto debería haberse resuelto hace semanas.

—Tal vez si no hubieras sido tan complicado, no estaríamos aquí hoy —replicó Ana, colocando los documentos sobre su escritorio con un movimiento firme.

El silencio cayó sobre ellos, cargado de electricidad. Ambos estaban acostumbrados a ser los más duros en la sala, y ninguno estaba dispuesto a ceder terreno.

—Vamos al salón de conferencias —dijo Ethan con frialdad—. Podemos revisar los términos ahí.

Ana asintió, recogiendo sus papeles con la misma firmeza con la que había llegado. Ethan salió de la oficina primero, con Ana pisándole los talones, y juntos caminaron hacia el ascensor. El pasillo estaba casi desierto, excepto por el sonido lejano de las enfermeras y el eco de sus propios pasos.

Cuando llegaron al ascensor, Ethan presionó el botón y ambos esperaron en un silencio incómodo. La tensión seguía en el aire, y aunque Ana intentaba mantener la compostura, sentía el peso de la presencia de Ethan a su lado. El ascensor llegó con un suave "ding" y ambos entraron.

Justo cuando las puertas estaban a punto de cerrarse, un fuerte estruendo sacudió el edificio, y las luces parpadearon antes de apagarse por completo. El ascensor se detuvo abruptamente y, en un instante, supieron que algo estaba mal.

—¿Qué diablos...? —murmuró Ethan, intentando mantener la calma mientras sacaba su teléfono para iluminar la oscuridad.

Ana respiró hondo, sintiendo cómo la tensión aumentaba en la pequeña cabina. —Parece que estamos atrapados. El generador de emergencia debería activarse pronto.

Pero los minutos pasaron, y no hubo señal de que el ascensor fuera a moverse. El frío comenzó a colarse por las paredes de metal, pero lo peor era el silencio. Ana era incapaz de quedarse callada, especialmente en una situación como esa.

—Sabes, esto podría ser mucho más incómodo si no dijéramos nada —comentó, cruzándose de brazos.

Ethan soltó un suspiro, claramente irritado. —Prefiero el silencio.

—Claro que lo prefieres. Seguramente es más fácil que lidiar con una conversación real, ¿no? —Ana no pudo evitar lanzar esa pequeña provocación, disfrutando del leve fruncir de ceño que apareció en el rostro de Ethan.

—¿Tienes algo útil que decir, o vas a seguir desperdiciando oxígeno? —replicó Ethan, con una frialdad que hizo que Ana apretara los dientes.

—Quizás si no fueras tan arrogante, podríamos llegar a algún acuerdo en este contrato. Pero, claro, ¿cómo podrías? Estás demasiado ocupado pensando que todo el mundo debería inclinarse ante ti solo porque eres un gran doctor.

Ethan la miró, cansado de la situación y de la actitud de Ana. —¿Y tú? ¿Crees que intimidando a la gente con tu actitud vas a lograr algo? Tal vez si fueras un poco más razonable, esto ya estaría resuelto.

—¿Repetirías eso? Me distrajo el sonido de tu ego inflándose aún más —Ana respondió con sarcasmo.

Las horas pasaron lentamente mientras la tensión entre ellos crecía. Ana seguía hablando, llenando el espacio con comentarios mordaces, mientras Ethan se limitaba a respuestas cortantes, cada vez más frustrado con la situación y con ella.

Finalmente, las luces parpadearon y el ascensor se puso en marcha de nuevo. Ambos salieron de la cabina con expresiones frías y distantes, sin decir una palabra más. La incomodidad y la molestia seguían presentes, y si algo quedaba claro para ambos, era que aquella experiencia solo había empeorado su opinión el uno del otro.

Ana se alejó por el pasillo con pasos rápidos, intentando reprimir su irritación, mientras Ethan se quedó observándola por un momento antes de sacudir la cabeza, preguntándose cómo alguien podía ser tan exasperante.

Aquel encuentro solo confirmó lo que ambos ya sabían: no se soportaban. Pero a veces, el destino tiene una manera peculiar de forzar a las personas a enfrentarse a lo que más les molesta. Y para Ana y Ethan, aquella era solo la primera de muchas batallas por venir.

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⏰ Última actualización: Aug 24 ⏰

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